Año CXXXIV
 Nº 49.241
Rosario,
domingo  16 de
septiembre de 2001
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El atentado. Los familiares de Mario Santoro mantienen la esperanza
Siguen buscando al paramédico rosarino entre las ruinas
Toda la expectativa está centrada en uno de los túneles del tren que une Nueva York con Nueva Jersey

Javier Felcaro

Alberto Santoro, padre de Mario, el paramédico rosarino de 28 años que continúa desaparecido desde el martes pasado tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, sigue manteniendo encendida la llama de la esperanza. Y, mientras la mayoría de los habitantes de la Gran Manzana palpitan con una inocultable sed de venganza los aprestos de una represalia militar por parte de Estados Unidos, no se cansa de repetir: "Yo no quiero un héroe, quiero de vuelta a ese hijo dulce, cariñoso y trabajador". En total son cinco los residentes argentinos desaparecidos.
"Tenemos mucha esperanza. Hoy (por ayer) nos informaron que un paramédico que fue rescatado con vida de entre los escombros aseguró que en los sótanos había muchísima gente, más de 100 personas", explicó Alberto a La Capital. De inmediato, arriesgó: "Mario tiene que estar con ellos, ¿por qué no?".
En el quinto día de remoción de las ruinas, los encargados de las tareas de rescate mantuvieron la expectativa de hallar a más sobrevivientes por la forma en que quedaron los escombros, lo que permite pensar que hay varios espacios vacíos en los que podrían encontrarse personas con vida. Según las previsiones más optimistas, en los túneles existen huecos en cualquiera de los seis pisos inferiores donde todavía se podrían estar guareciendo algunos sobrevivientes. En tanto, el padre de Mario mantuvo firme su teoría.
"Están tratando de evacuar uno de los sistemas de entrada del tren que viene de Nueva Jersey, que quedó anegado hasta la mitad tras la rotura de una tubería de agua, pero tiene oxígeno suficiente", relató Alberto, quien aseguró que los equipos de rescate están vaciando ese sector para intentar ingresar "a más tardar mañana (por hoy)".
Sobre la tarea que viene desplegando el Consulado Argentino en Nueva York, Alberto no dudó en afirmar: "Aparentemente están trabajando bien. Inevitablemente, en medio de tanta confusión, hay algunos malentendidos. La primer llamada que recibí fue hoy (por ayer), porque ellos se comunicaron con un conocido".
La mayoría de los estadounidenses apoyan una represalia militar contra los responsables de la devastación del World Trade Center y el Pentágono. "Hay dos tipos de personas: las que como nosotros no quieren la guerra y aquellas que llevan la revancha en el alma, las que sustentan el ojo por ojo", describió el padre del paramédico.De todos modos, aclaró que los norteamericanos no desean una represalia "a tontas y a ciegas", sino que "primero averigüen bien quién fue (el responsable del atentado) y después dejen allí un agujero".
Fue entonces cuando recordó un episodio vivido pocas horas antes en una calle de Queens: "Estaba caminando junto a mi esposa y nos cruzamos con varias personas que repartían flyers con la bandera estadounidense y la leyenda «Dios bendiga a América. Nosotros seguimos de pie». Cuando vieron que teníamos un moño amarillo en señal de esperanza, se nos vinieron encima. No paraban de abrazarnos y decirnos: «Ya vamos a vengar a tu hijo, nadie nos va a pisotear»".
Sin embargo, pese a estas reiteradas muestras de afecto, una sola cosa desvela a Alberto: "Yo no quiero un héroe, quiero de vuelta a ese hijo dulce, trabajador y cariñoso".
El martes, tras la primera explosión, Mario saludó a su esposa y a su pequeña hija. "Me van a necesitar", les dijo y luego partió raudamente desde su departamento de Manhattan hacia el epicentro del ataque terrorista. El resto es historia conocida.



Los socorristas tratan de despejar el sistema de trenes.
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