Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
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Con el país estancado no hay cuenta que cierre

Miguel Angel Rouco

La definición presupuestaria para 2002 constituirá el epicentro de la batalla por la distribución de los escasos ingresos de los que dispone el sector público y que amenaza quedarse en una mera discusión política.
Con el objetivo del déficit cero en la mira, el gobierno intentará presentar un proyecto presupuestario ordenado pero que no va a coincidir ni con la disponibilidad de fondos ni con las reales necesidades del país. Apenas cumplirá con la formalidad legal.
Entre el discurso y la realidad emerge un muro que el mundillo político es incapaz de demoler.
El ministro de Economía ametralla a la sociedad con pronósticos que pertenecen a los países del primer mundo. Consignas tales como "Déficit cero" y "No habrá nuevos ajustes" o bien "Vamos a crecer hasta un 7 por ciento", suenan más a un canto de sirenas que a la realidad de una economía estancada.
Lo que no se explica es de qué manera se va a llegar a esos objetivos. ¿Cómo se logrará el déficit cero sin realizar ajustes cuando la disponibilidad de recursos es cada vez menor? Con la economía estancada, la recaudación no crecerá y ello obligará a ajustar el gasto nuevamente. Claro está que el gobierno no quiere hablar de una nueva baja de salarios antes del 14 de octubre, pero a nadie escapa que habrá ajuste luego de los comicios.
De acuerdo con algunas estimaciones, habrá una nueva reducción de haberes del orden del siete por ciento. Los más capciosos sostienen que este ajuste será en respuesta al casi seguro revés electoral. Los menos, sostienen que el esquema del déficit cero es un depresor financiero y que obliga a corregir variables sobre variables.
El proyecto de ley de presupuesto 2002 va a contener severos recortes en áreas sensibles y esto ya ha despertado la ira en algunos ministros. Hay quienes aseguran que los Ministerios de Salud, de Desarrollo Social, de Trabajo, más las provincias y las universidades constituirán el eje central de los ajustes presupuestarios.
Se calcula que el ajuste rondará los 3.000 millones de dólares sobre el gasto del año 2001.
El año 2002 estará fuertemente condicionado por los vencimientos de la deuda pública que obligará a buscar financiamiento por casi 20.000 millones de dólares, más los intereses.
Sin embargo, Cavallo insiste en que habrá crecimiento de la economía hasta casi un 7 por ciento del PBI. Esto equivale a que la economía argentina producirá unos 20.000 millones de dólares más que en 2001.
Hasta ahora nadie puede determinar cuál será la variable que producirá estos 20.000 millones de dólares. ¿Serán las exportaciones? ¿Será un aumento de las inversiones externas? ¿Será la demanda interna?
Si fueran las exportaciones debiera de haber una suba importante de los precios de los cereales y del petróleo, principales commodities que vende el país. O bien que el mundo demandara de manera creciente productos argentinos. Ni una cosa ni la otra parecen factibles, con las economías del Primer Mundo en una contracción marcada.
Menos factible aún resulta un aumento de las inversiones externas, en especial, en un ambiente de alta inestabilidad financiera. La Argentina deberá hacer buena letra durante varios años antes de que se pueda ofrecer como un imán para atraer capitales externos. Es más, ¿quién invertirá en una economía que muestra una demanda global debilitada y cuya capacidad productiva trabaja al 50 por ciento?
El consumo tampoco presenta perspectivas de crecimiento cuando las únicas medidas que toma el gobierno son de neto corte recesivo y que complican una reacción de la economía.


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