Año CXXXIV
 Nº 49.227
Rosario,
domingo  02 de
septiembre de 2001
Min 8º
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Editorial
Hora de soluciones

El reciente movimiento que concretó el gobierno de la Nación en la cima de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), reemplazando al funcionario de raíz alfonsinista Héctor Rodríguez por el ex vicejefe de Gabinete Armando Caro Figueroa, tiene más de una lectura, la mayoría de las cuales se enrolan en el resbaladizo terreno de la política. Sin embargo, el trasfondo del recambio es, simultáneamente, muy otro, y se relaciona de modo directo con la acuciante necesidad de recaudar fondos que tiene el Estado para sostener el reciente proyecto de déficit cero. Claro que para plasmar los ambiciosos objetivos que se fijaron en ese tradicionalmente complicado rubro, habrá que ganar una pelea contra un enemigo hasta ahora invencible en la Argentina: la evasión impositiva.
En este país, se sabe, la cultura popular de los últimos años identifica a quien cumple rigurosa y puntualmente con sus obligaciones con la triste figura del ingenuo. Por el contrario, los que "zafan" -tal la terminología cotidianamente utilizada- son vistos como exitosos. Total, se dice, nadie los castiga. Por el contrario, se los termina premiando, oportunas moratorias de por medio.
Y lo más grave de todo es que la delictiva modalidad no resulta exclusiva de quienes integran las capas medias o bajas de la sociedad. Por el contrario, sectores pudientes han hecho un verdadero culto de la evasión, y existen verdaderas mafias construidas con ese propósito. El Estado, al respecto, ha demostrado que la eficiencia dista de ser su fuerte. Y en general, lo que percibe la población es el constante ejercicio de la implacabilidad sobre los que menos pueden, mientras los "peces gordos" (así se los llama) hacen su juego sin que nadie los moleste.
Como suele suceder, las percepciones o intuiciones de la gente no se equivocan. Y así, los siempre cuestionables impuestos al consumo -como el distorsivo IVA- se convierten en la única solución para que al Estado le cierren las cuentas. Ha llegado la hora de que esto cambie. Sobre todo, después del enorme esfuerzo obligado que constituye la rebaja de sueldos y jubilaciones por decreto.
El gobierno es consciente de que ciertas épocas han terminado. Las recientes medidas significan que definitivamente ha caído un telón sobre una cara de la Argentina. Y no hay vuelta atrás; al menos, una que se perciba como transitable. Por esa razón, una gestión eficiente en el ríspido terreno recaudatorio -con un cambio de filosofía incluido- se vislumbra como imprescindible para sostener el modelo.


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