Año CXXXIV
 Nº 49.227
Rosario,
domingo  02 de
septiembre de 2001
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Aumenta el número de presos infectados con el virus del sida en comisarías rosarinas
Según los datos de un informe, la mayoría de los enfermos no recibe ningún tipo de tratamiento

Las personas detenidas en las cárceles rosarinas se encuentran en serio riesgo de contraer el virus del sida. Según un relevamiento realizado por la Coordinadora de Trabajo Carcelario en diez seccionales locales, el 10,8% de los hombres presos en comisarías está infectado con el virus HIV, lo que coloca a esta población en una situación de extrema vulnerabilidad. Prácticas de riesgo como el no uso de preservativos, el consumo de alcohol y drogas desde temprana edad y la falta de asistencia médica y planes de prevención figuran entre las causas de una tendencia en aumento.
El informe analiza las respuestas y opiniones de 240 detenidos de las comisarías 9ª, 10ª, 11ª, 12ª, 13ª, 14ª, 15ª, 16ª, 17ª y 18ª y se inscribe en el proyecto de prevención de HIV-Sida que realiza el organismo en las comisarías de Rosario. En ese marco se hicieron 240 encuestas, 174 entrevistas y revisaciones médicas y 130 pruebas de detección de HIV.
La encuesta reveló que 27 de los consultados son portadores del virus del sida, lo que implica un porcentaje del 10,8 por ciento de la población examinada. "Si tenemos en cuenta que la tasa de prevalencia del HIV en Rosario es del 0,6 %, las cifras indican la alta vulnerabilidad de esta población", señala el informe. Además, sólo una cuarta parte de los infectados realiza algún tipo de tratamiento.
La población de las comisarías relevadas tiene como característica común la edad, ya que la mayoría (78%) son menores de 25 años, el hecho de ser desocupado (55%) u ocuparse en empleos precarios, y el alto grado de deserción escolar, por el cual una mínima parte apenas completó el ciclo primario. Tales datos "indican una gravísima situación de exclusión donde la escuela no contiene a una amplia franja de jóvenes. Este es uno de los índices más graves del retiro del Estado" y que "se acompaña con la ampliación de la red penal donde quedan atrapados los niños y jóvenes expulsados de la escuela, del trabajo y de la salud".
A pesar de los bajos niveles de escolaridad, el informe detectó que los consultados tienen un conocimiento correcto en cuanto a las formas de contagio: el 93% conocía la vía sexual de transmisión, un 81% la vía parenteral y un 63% el contagio de madre a hijo. Sólo el 36% se había realizado el test de HIV
Según la encuesta, los detenidos son conscientes de su situación de vulnerabilidad, fundada en que "el hacinamiento, la falta de alimentación, de agua y de instalaciones sanitarias conspiran contra la efectividad de los tratamientos para los pocos que consiguen hacerlo", además de los factores de riesgo inherentes al grupo, como el compartir jeringas, hacerse tatuajes con elementos sin esterilizar y autoinfringirse heridas como forma de protesta.
Por otra parte, se detectó un consumo de alcohol y drogas en alta proporción desde una edad muy temprana. El 74% de los consultados comenzó a drogarse y a consumir alcohol antes de los 15 años y varios empezaron entre los 9 y los 10 años. El nivel de consumo es alto. El 87% consume alcohol en forma diaria o los fines de semana y en gran cantidad, mientras que un 86% consume drogas en forma cotidiana.
Acerca de las conductas de prevención durante las relaciones sexuales, se detectó que la mayoría de los detenidos (72,56%) no usa preservativos. Según el informe, las prácticas sexuales peligrosas dentro de los penales se deben a que "las relaciones sexuales con sus parejas constituyen un privilegio que muy pocos internos obtienen, relacionado con la calificación de la conducta". Por eso "muchos varones cuya parejas son mujeres, en la prisión entablan relaciones con otros reclusos".
Esta realidad expone a los varones presos a un riesgo elevado de contraer el VIH, lo que se potencia por la ausencia de conductas preventivas, la inexistencia de planes oficiales de prevención y la falta de tratamiento del 71,4% de los infectados. Estos tienen dificultades para acceder a los centros de salud e ingerir el cóctel de drogas, ya que esto depende de la voluntad de los empleados policiales. "Por consiguiente el VIH se propaga entre los reclusos y a otras personas en la comunidad cuando salen en libertad", concluye el informe.



La población carcelaria es un grupo de alto riesgo de sida.
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