Año CXXXIV
 Nº 49.209
Rosario,
miércoles  15 de
agosto de 2001
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Editorial
El fútbol con parches

Este fin de semana vuelve el fútbol. Finalmente, los jugadores aceptaron la propuesta de pago de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y resolvieron levantar la medida de fuerza, que postergó el inicio del torneo por dos semanas. Vuelve el fútbol y el negocio se pone otra vez en marcha. Muchos millones de dólares comienzan a girar en torno a la pasión popular.
Ahora, destrabado el conflicto, hay que pensar seriamente cómo hacer para salvar al fútbol. No hay que llamarse a engaño. El acuerdo para levantar el paro es absolutamente coyuntural, de ninguna manera el problema de fondo ha sido resuelto. Los clubes siguen tan inmersos en la crisis como antes de la huelga; hay fútbol, pero es un fútbol agonizante y que necesita, imperiosamente, cambios drásticos que permitan revertir una ecuación que, económica y financieramente, lleva hacia un callejón sin salida.
Es muy difícil establecer a ciencia cierta cuál es la solución. Pero una incógnita se devora a todas las demás: los dirigentes actuales, ¿están capacitados para llevar adelante una transformación? Y surge una certeza. La mayoría de los dirigentes del fútbol argentino no debe seguir en sus cargos. Porque despilfarraron impunemente los millones de dólares que los clubes fueron capaces de generar; firmaron contratos astronómicos aún sabiendo que les era imposible afrontarlos; malvendieron a los mejores jugadores; hicieron de la demagogia una vía para acceder o mantenerse en el poder. Algunos se enriquecieron; y otros -o los mismos- crearon a los violentos para usarlos en su beneficio.
Esa manera de manejar las instituciones terminó como debía terminar: en el más absoluto de los descalabros. Con clubes con deudas imposibles de afrontar y que, aún hoy, se convierten en principales actores del mercado, comprando jugadores al por mayor, como si atravesaran una próspera situación económica. Allí reside, precisamente, lo más grave. Ni siquiera alcanzan a percibir -o no les interesa- que están parados sobre un barco que se hunde.
Esta es la hora para sigan sólo los buenos dirigentes. Quienes hayan dado acabadas muestras de probidad, responsabilidad y capacidad de gestión. La crisis, igual que en el país, es muy profunda y no deja margen para los parches y las improvisaciones. Se impone un cambio profundo y fundamentado de las estructuras. Un proyecto nuevo, con futuro. Con hombres que puedan llevarlo adelante.


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