Año CXXXIV
 Nº 49.206
Rosario,
domingo  12 de
agosto de 2001
Min 17º
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Toronto: Debajo del asfalto
El intenso frío invernal originó la creación de dos ciudades: la iluminada con los rayos del sol y la que está bajo tierra, con túneles impecables

Nora Sobel

"Me contaron que bajo el asfalto existe un mundo distinto, con gente que nunca vio el sol y no conoce los ruidos", comienza una popular canción que, ciertamente extrapolada, puede aplicarse como metáfora de la ciudad canadiense de Toronto.
El intenso frío que soporta la ciudad durante al menos la mitad del año obligó a los canadienses a aguzar la creatividad y el ingenio. Y así surgió Toronto, que no es una ciudad sino dos: la que esta bajo los rayos del sol y la bajo tierra. Ambas tienen sus respectivos planos, donde se señalan las calles y los túneles, que pueden ser consultados en cualquier esquina o nudo subterráneo.
Esta ciudad debajo del asfalto tiene de todo: patios de comida similares a los de los complejos comerciales; túneles impecables que la gente camina a la manera norteamericana, es decir con un enorme vaso de café en la mano, y obviamente, conexiones con el servicio de subterráneos.
Los infinitos túneles permiten que los canadienses no salgan al intenso frío de las calles y puedan acceder directamente al salón de cada uno de los edificios del centro financiero, comercial y gubernamental de Toronto. Sí, aunque parezca mentira, los túneles conectan con cada uno de esos inmuebles.
Pero esta ciudad subterránea no sólo es confortable y limpia, sino que también está habitada por educadísimos canadienses, gente de una ilimitada confianza en el prójimo que sorprende gratamente a los turistas extranjeros.
Para muestra basta un botón: el pasajero del subte, para acceder a ese medio de transporte, debe colocar 2,25 dólares canadienses en una urna transparente que está al lado de la ventanilla, y luego pasar por un molinete que gira libremente, sin ninguna traba. Pero nadie controla el dinero abonado. Si el pasajero coloca 2,25, 2,15 ó 2,35, nadie lo percibirá.
El empleado de la ventanilla sólo se dedica a dar el vuelto y nunca cuenta el dinero que se va depositando en la urna. Las monedas caen sobre las que colocaron pasajeros anteriores, y a su vez son tapadas por otras.
Ingenuidad, no. Simplemente, a nadie se le ocurre engañar, porque el respeto a las normas establecidas es uno de los pilares de esa sociedad. Y otra premisa es no bajar los brazos, ni siquiera ante cuestiones que están más allá de su control, como es la adversidad climática. Toronto y su ciudad debajo del asfalto es un ejemplo.



Los habitantes deben enfrentar bajas temperaturas.
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