Año CXXXIV
 Nº 49.199
Rosario,
domingo  05 de
agosto de 2001
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Rumbo a Chiapas

Dejando atrás los deleites, nos dirigimos rumbo a Chiapas. Siempre por carretera nos adentramos casi sin darnos cuenta en el verdor de la selva Lacandona y llegamos a la pujante ciudad de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado. Su nombre proviene del vocablo náhuatl Tuchtlán o Tochtla, que significa "lugar de conejos". El recorrido de Tuxtla a San Cristóbal de las Casas prosigue por una sinuosa carretera que regala vistas espectaculares.
Una vez llegado a San Cristóbal, nos vimos impregnados de todo el patrimonio virreinal y de la magia de antiguas y fuertes tradiciones indígenas, donde no existe la necesidad de transporte, pues se puede acceder a cualquier parte de la ciudad caminando por estrechas callejuelas que invitan a fisgonear.
Esta ciudad es el enclave con más encanto en todo el territorio chiapaneco. El corazón de la urbe se encuentra alrededor de dos plazas anexas en diagonal. El Zócalo, frente a la catedral, y la plaza 31 de Marzo, así nombrada para conmemorar la fundación de la ciudad en esa fecha del año 1528.
Alrededor del antiguo templo y ex convento de Santo Domingo decenas de indígenas procedentes de poblados vecinos, e incluso algunos guatemaltecos se reúnen para vender una gran variedad de productos artesanales que se caracterizan por su fantástico colorido y elaborado trabajo. Estos mismos artículos se venden en los comercios bajo techo, al doble o al triple del precio al que lo ofrecen sus propios creadores.

Contacto con el pasado
Junto al mercado municipal de San Cristóbal salen frecuentemente autobuses que van a San Juan Chamula y Zinancantán. Estos dos pueblos ricos en costumbres y tradiciones dejan al observador descuidado la sensación de haber horadado las barreras del tiempo.
San Juan Chamula es un pequeño poblado de origen tzotzil donde se conjugan antiguos elementos político-religiosos y sociales de modo arcano. Sus moradores aún conservan su lengua original y el prístino sistema social basado en jerarquías que se reflejan en la vestimenta.
A 8 kilómetros de San Juan y a 11 de San Cristóbal, emplazado entre las sierras, está el poblado de San Lorenzo Zinancantán. Este municipio también pertenece al grupo étnico mayense tzotzil. Durante la época prehispánica fue un importante centro comercial. Hoy es un gran proveedor y exportador de productos florícolas, por lo que es común ver en la plaza central y las calles a la muchedumbre portando cantidades sorprendentes de flores de todos los colores, transformando el bucólico relieve en un verdadero Edén.
Como en todas las comarcas tzetzales y tzotziles de los Altos de Chiapas, aquí también sus habitantes conservan usos y costumbres tradicionales. Su vestimenta cotidiana se distingue por los cotones y chales rosas de hombres, mujeres y niños, difiriendo notablemente de los chamulas.
En la iglesia de San Lorenzo y la ermita del Señor Esquipulas no existen curas ni misas. Aquí entre el olor a incienso, los ritos paganos mayas se funden mágicamente con la religión católica para romper todos los esquemas establecidos por la iglesia occidental.
Cada quien es libre de rezarle al santo que quiera en el momento que lo desee, sin embargo, los templos se utilizan sobre todo para limpiezas y curaciones con chamanes, las que se realizan mediante movimientos corporales, letanías, diversos tipos de comidas y bebidas esencialmente gaseosas, pues se cree que el gas que provoca ingerir esta bebida ayuda a expulsar los espíritus malignos de los enfermos. Las candelas tienen mucha importancia y el color de cada una depende de la plegaria o el tipo de cura. De hecho está absolutamente prohibido tomar fotos en su interior, pero bien vale la pena disfrutar de estas maravillas que parecen desenterradas de tiempos lejanos.
Durante el virreinato, Chiapas y Guatemala formaban parte de una sola provincia, pero el denso pasado maya aún tiene mucho peso y la frontera parece no existir más que en las imágenes de la cartografía.


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