Año CXXXIV
 Nº 49.199
Rosario,
domingo  05 de
agosto de 2001
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El viaje del lector
Patagonia: Travesía al fin del mundo

Queríamos conocer la Patagonia en 20 días, para lo cual planeamos una travesía accesible para toda la familia. Reunimos los instrumentos apropiados para acampar y nos subimos al auto para emprender el recorrido por el sur, que se transformaría en una aventura inolvidable.
Partimos de Rosario para llegar a Ushuaia. Recorrimos 8.712 kilómetros hasta llegar a la ciudad más austral del mundo. En el trayecto arribamos al balneario El Cóndor; buscamos un camping donde debutamos armando la carpa. Al día siguiente otra vez salimos al asfalto donde pudimos observar un remolino de viento y tierra muy curioso que avanzaba a gran velocidad y terminó en el mar: llegamos a Las Grutas. La ruta es una recta interminable donde no hay nada, nada.
Los espectaculares acantilados de Las Grutas, que se enfrentan imponentes a la grandiosa masa del mar, nos dejaron asombrados mientras seguíamos el vuelo rasante de las gaviotas.
El cuarto día conocimos Puerto Madryn. Nos impactó profundamente el color azul del mar, con pintitas blancas por los barcos, a orillas de una espléndida ciudad. Allí visitamos Punta Loma, una lobería donde se ven los lobos muy cerca.
Planeamos los próximos recorridos. Nos esperaban Península Valdés, Puerto Pirámide, Punta Norte y Caleta Valdés. La incógnita será si podremos ver las orcas.

Camino a Península Valdés
Llegó el día esperado y crecía la expectativa mientras nos acercábamos a Puerto Pirámide, un lugar muy chiquito y pintoresco, con playas hermosísimas de aguas cristalinas. No nos pudimos resistir y nos dimos un chapuzón en el agua fría.
Repuestos, partimos a Punta Norte, donde vimos a los lobos y elefantes marinos, pero no a las orcas, que se habían ido. Seguimos hasta Caleta Valdés, donde también había elefantes marinos.
Luego de volver cansados y pasar una noche con mucho viento, desarmamos la carpa y nos dirigimos a Caleta Olivia. Pasada la península nos esperaba Ushuaia.
Salimos cerca del mediodía. El camino fue aburrido hasta 30 km antes de Comodoro Rivadavia, una hermosa ciudad. De allí en más todo es una maravilla. La ruta se convierte en una recta paralela a un mar azul que hacía del manejo una delicia. ¡Qué maravillosa es esta Patagonia!
Al día siguiente llegamos a Río Gallegos. La jornada más pesada de viaje quedó atrás. Pasamos por un lugar muy pintoresco sobre el río Santa Cruz: el complejo Isla Pavón en Comandante Luis Piedrabuena.
Así llegamos al cruce con Tierra del Fuego. Estábamos ansiosos. El estrecho de Magallanes se presentó ante nuestros ojos imponente. Para cruzarlo y llegar a Tierra del Fuego subimos con el auto a la balza que realiza el cruce. Desde cubierta se podía ver el océano verde, muy verde, espectacular e inmenso. Crucé el estrecho abrazado a mi viejo con su campera.
Nuevamente en tierra recorrimos 170 kilómetros de ripio para llegar a Río Grande, la última ciudad antes de llegar a Ushuaia. En el camino pasamos por Tolhuin, un pueblito de montaña, donde comienzan a aparecer árboles y aumenta cada vez más la vegetación, mostrándonos un paisaje alucinante.
Almorzamos a orillas del lago Fagnano. No hay palabras para describir esto. Un lago espectacular sobre el que se yergue la imponente cordillera de los Andes con sus picos nevados. Del otro lado de la cordillera está Ushuaia.
El placer y asombro son indescriptibles y una y otra vez nos hacen pensar ¡qué país espectacular que tenemos y no sabemos valorar! Al llegar al Paso Garibaldi (el punto más alto a partir del cual empezamos a bajar), la vista que se obtiene es de una postal espléndida.
Ushuaia nos sorprendió. Es una urbe hermosa con una bahía tranquila, llena de barcos y calles con pendientes pronunciadas. Habíamos llegado y brindamos por ello. Al otro día fuimos a bahía de Lapataia.
Entre bosques con la cordillera nevada a un lado y los lagos del otro llegamos a Bahía Ensenada, posando la vista en paisajes únicos. Cañadón del Toro, otro lugar asombroso, junto a la cascada del río Pipo. Almorzamos a orillas del lago Roca, con aguiluchos, pájaros y conejitos haciéndonos compañía. En Bahía Lapataia la sensación es impresionante. Sentir que no hay más nada después de eso es difícil de expresar.
Pasó Ushuaia. No importa, nos espera el espectáculo cumbre: el Perito Moreno. Hacia allá nos dirigimos. Paramos en Calafate un pueblito muy lindo y pintoresco. Recorrimos la laguna Nimes repleta de animalitos, cisnes, patos, un lugar precioso. De pronto apareció ante nuestros ojos el majestuoso glaciar Perito Moreno, imponente, inconmensurable. Nos dejó mudos, atónitos.
Luego de reponernos ante semejante maravilla seguimos viaje. Conocimos troncos de árboles de 100 metros de altura tirados en el piso convertidos totalmente en roca. Nos dijeron que el bosque tiene 150 millones de años, y nosotros contemplándolo, es maravilloso.
En Punta Tombo encontramos cantidad de pingüinos. Disfrutamos viendo las travesuras que hacen. La playa está repleta, las olas los tumban, nadan a gran velocidad, se picotean entre ellos provocando la risa de los curiosos. Junto a sus guaridas vimos ñandúes, guanacos y cuises.
Nos despedimos de Las Grutas, un balneario cautivante, único, indudablemente el agua más cálida de la costa. Llegamos a Villa Ventana, previo paso por Fortín Mercedes, un lugar de descanso, similar a Córdoba pero en la provincia de Buenos Aires. Nos levantamos con una lluvia intensa. Estábamos excitados por volver a casa y reencontrarnos con nuestros seres queridos. Fue el viaje más espectacular de nuestras vidas. Volveremos a la Patagonia.
Héctor Nucifora



El glaciar Perito Moreno es un sitio inolvidable.
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