Año CXXXIV
 Nº 49.194
Rosario,
martes  31 de
julio de 2001
Min 6º
Máx 18º
 
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cartas
La vida de un pez por un premio

Quiero ante todo que se sepa que no soy escritor ni mucho menos, sí soy y con mucha vergüenza uno de esos tipos que tan mal hicieron a este planeta y en especial a nuestra fauna. Desde chico me gustaban las aves, y cazaba grandes cantidades haciéndoles tanto daño que no me daba cuenta que encerradas no cantan sino que lloran. Ahora veo que se sigue haciendo y peor que antes, o sea en forma comercial mientras las autoridades no hacen nada para evitarlo, quien sabe por qué. Hace unos años se me dio por el río, y como vivo en Rosario se me hace fácil al tenerlo cerca. Compré un bote y los fines de semana voy con mi familia o amigos a disfrutarlo. Es caro tener todo en reglamento, pero lo logré privándome de otras cosas. Todo esto que comento es como una introducción para que alguien escuche mi punto de vista sobre nuestro río (como comercio). En Brasil, la pesca en concurso se hacen con lanchas que tienen una especie de cuba plástica en la cual se coloca la pieza viva para llegar al pesaje y luego se devuelve al agua para que sirva para un nuevo concurso. Es lastimoso en los concursos de surubí, dorado, pacú de Argentina ver a los peces en las gancheras colgando muertos mientras que el que los sacó se lleva el premio sin pensar que sólo se podría compartir con darle la libertad (la vida de un pez por un premio). Autoridades: si ganan dinero gracias a ese pez, devuélvanle la vida a cambio, no tiene sentido verlo colgado abierto al medio si ya perdió la batalla, si ya se rindió.
Hugo Drovandi


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