Año CXXXIV
 Nº 49.192
Rosario,
domingo  29 de
julio de 2001
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Mercados
Los bancos, entre el efecto Tequila y el efecto Alianza
Las regulaciones del Central salvaron el sistema financiero, pero se necesitan cambios que beneficien a la economía

Salvador Di Stefano

Durante el efecto Tequila los depósitos del sistema financiero cayeron un 16%, con entidades financieras que carecían de una fuerte capitalización. Desde el 3 de octubre del año 2000 (cuando renuncia el vicepresidente Carlos Alvarez y se producía el efecto Alianza) a la fecha, los depósitos del sistema financiero caen el 11,4%. Si bien esta noticia puede ser tomada como negativa, hay sobradas razones para resaltarla como positiva, producto de las regulaciones implementadas por el Banco Central de la República Argentina (BCRA).
En los últimos diez meses los bancos vieron salir de sus arcas cerca de 9.800 millones de depósitos, de los cuales 6.200 eran a plazo fijo. Los bancos no sólo tienen como fin prestar fondos, sino preservar el dinero de los ahorristas y remunerarle un interés. En la actualidad las entidades financieras ven cómo los ahorristas cambian sus preferencias por la liquidez, y por la moneda en que ahorran.
Si vamos al primer punto, muchos ahorristas han preferido tener el dinero guardado en una caja de seguridad o en el colchón y sacaron la plata de los bancos. Si medimos la magnitud de la salida de depósitos, deberíamos pensar que cuando decíamos que el sistema financiero era uno de los mejores del mundo no nos equivocábamos: en 10 meses nadie se quejó por no haber recibido el dinero que en su momento depositó, ningún banco mostró dificultad, y hasta el día de hoy, quien no quiera renovar sus depósitos a plazo fijo cuenta con el dinero en forma inmediata arriba del mostrador.
Este es un punto para destacar ya que en el pasado una caída de depósitos de esta magnitud hubiera arrastrado a todo el sistema, algo que en esta oportunidad no ocurrió y ni siquiera va a ocurrir dada la alta solvencia de los bancos.
En segundo lugar, los que se quedaron en el circuito financiero pasaron sus tenencias de pesos a dólares, lo que cambió fuertemente la composición de los depósitos. En la actualidad, los depósitos a plazo fijo están constituidos en un 19% en pesos y un 81% en dólares: claramente la dolarización opera de hecho y no de derecho en el sistema.

Créditos más caros
Los bancos actúan como intermediadores de fondos y por ende cuando captan fondos los prestan. En cambio, cuando pierden fondos deben dejar de prestar, y aquí se presentan dos problemas.
En primer lugar, en el marco de una actividad económica muy deprimida las entidades financieras deben recurrir al corte de las financiaciones, ya que no pueden prestar lo que no tienen. Y esto pueden realizarlo dadas las altas exigencias que oportunamente les aplicó el ente de contralor, indicándole que sólo podían prestar en pesos, los depósitos captados en pesos, y lo mismo para la moneda estadounidense. Pero también les exigía que los plazos de las colocaciones y financiaciones estén calzadas, de modo tal de no quedarse ilíquidos ante un escenario de perdida de depósitos.
En verdad, lo que está demostrando el sistema es que la regulación opera en forma positiva, las entidades pueden honrar sus compromisos con los ahorristas, pero tendrán que inevitablemente cancelar nuevas financiaciones. Por ende ante más retiro de fondos, habrá menos crédito y una mayor tasa de interés.
Un segundo problema es que como los ciudadanos ante el temor de perder el valor de su dinero se dolarizan, desaparece el crédito en pesos, que es el que mayoritariamente utiliza la pequeña y mediana empresa, a través de dos productos muy conocidos, el adelanto en cuenta corriente y el cambio de cheque.
Ante cada crisis que se desata los depósitos se dolarizan y en ningún caso se vuelve a la situación anterior. Es momento de repensar algunas definiciones de política económica y financiera para poder superar este momento.
En primer lugar, las entidades financieras actúan como intermediarios de fondos en el sistema, por ende no debe calificárselos sólo por el otorgamiento de préstamos, sino también como defensores del ahorro de los ciudadanos.
En segundo lugar, el sistema cuenta con regulaciones prudenciales muy exigentes que le llevan tranquilidad a los ahorristas, pero que en muchas oportunidades entorpecen el otorgamiento de nuevos préstamos.
En tercer lugar, en el mercado esta operando una dolarización de hecho, y la falta de pesos en el sistema hace que la tasa alcance niveles muy altos para el ahorrista, pero a su vez confiscatorios para quien tome un crédito.
En cuarto lugar, es imperioso que las autoridades del BCRA revean algunas regulaciones impuestas al sistema, de modo tal de hacer más fluido el crédito en la moneda estadounidense, y que las pequeñas y medianas empresas puedan acceder a créditos con tasas mucho más bajas que las actuales. De lo contrario, el racionamiento del crédito será cada vez más grande, la tasa más alta, y la recesión no dará lugar a que nadie gane en el sistema, ya que en este escenario pierden las entidades financieras y los que solicitan préstamos, mientras que el único beneficiado es el ahorrista, que cuenta con el respaldo del banco y el seguro de depósitos.
Este es el momento adecuado para que los bancos y empresarios debatan en conjunto un cambio en las regulaciones prudenciales del sistema financiero, de modo tal que la actividad económica sea la que más se beneficie.
En resumen, los agentes económicos se dolarizaron de echo, y en este escenario es imprescindible cambiar las normas prudenciales del BCRA para que se adapten al nuevo escenario económico. En esta crisis todos perdemos y caer en el maniqueísmo absurdo de bancos versus empresas es relativizar la compleja situación económica que atraviesa el país.


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