Año CXXXIV
 Nº 49.192
Rosario,
domingo  29 de
julio de 2001
Min 3º
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Editorial
Lo injustificable

La edición de La Capital del día de ayer encabezaba su portada con un título cuya contundencia se encuentra más allá de cualquier duda posible: "La luz en Santa Fe cuesta el doble que en Buenos Aires", decía, y la historia que a continuación se narraba daba cuenta, a partir de su irrefutable sencillez, de un hecho que, por su misma cercanía, tiende a pasar inadvertido e incluso hasta a ser olvidado.
La sorpresa que experimentó el matrimonio integrado por Juan Carlos Bozo y Adriana Rosetti cuando descubrió que la Empresa Provincial de la Energía (EPE) le había facturado un importe de 105,68 pesos por un consumo de 454 kilovatios fue mayúscula. Ocurre que por exactamente la misma cantidad de kilovatios Edesur les había cobrado en Buenos Aires, donde residían, 55,20 pesos, es decir, prácticamente la mitad. Resultó de tal magnitud el estupor de la pareja que Bozo no vaciló en dirigirse, con los comprobantes en las manos, a la Oficina Municipal del Consumidor para realizar el correspondiente reclamo. Es que se hallaba en la certeza de que lo que tenía ante sus ojos constituía un evidente error humano. Pero en la dependencia mencionada se llevó un chasco fenomenal: todo estaba en orden, la tarifa aplicada era la correcta. Y Bozo, en diálogo con este diario, fue el encargado de calificar con notable precisión lo que sucede: "Esto es una barbaridad", disparó, con certero laconismo. Y claro que está en lo cierto.
Pero al parecer existe, en el país actual, un hábito a tolerar e inclusive a dejar de percibir las "barbaridades". Y así, se permite todavía la permanencia de intolerables cotos de caza para grupos privilegiados en el marco de una sociedad que, por la dimensión de la crisis que la golpea sin pausa, ya no puede admitir que esto ocurra, y mucho menos que se prolongue.
El caso de la EPE hace mucho tiempo que resulta, en ese sentido, paradigmático. La enorme diferencia que se acaba de exponer entre una tarifa y la otra, aplicadas en dos provincias limítrofes por una empresa privada y su contraparte estatal, no deja demasiado espacio para recorrer en el vastamente transitado, por los argentinos, terreno de las excusas. Porque no existen argumentos válidos, desde luego, para justificar lo injustificable. Ojalá que la privatización sea el remedio para este mal que hace tanto aqueja a todos los santafesinos.


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