Año CXXXIV
 Nº 49.192
Rosario,
domingo  29 de
julio de 2001
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La Rioja: La ruta de los caudillos
A través de un paseo por los llanos de la provincia norteña se describe una historia de ideales y coraje

Corina Canale

"Y otra vez el alzamiento del coraje, remolinos de a caballo, los llamaron caudillos. Será porque andaban con el pueblo y el poder en las montas. Nunca quietos, siempre en pie de guerra, desalojados de la paz" (Oda a los Caudillos, de David Gatica).
Los caudillos, jefes de tierra adentro, idealistas y corajudos, que lucharon por una nación unida y federal, nacieron en los llanos sureños de La Rioja, monótona planicie cortada por rocas coloradas y campos de algarrobos y quebrachos blancos que no es tan árida ni tan llana, aunque es preciso mirarla, conocerla, para aventar el fantasma del desierto.
Desde Patquía al sur "La ruta de los caudillos" atraviesa pequeñas poblaciones con casitas de adobe, calles angostas y arboledas tupidas. Pueblitos donde la gente vive de aquello que la naturaleza puso al alcance de su mano.
Así es como se aferran a la riqueza forestal, las minas de granito negro, la piedra laja y el oro, y también a la cría de vacas, cabras y caballos. Y un poderoso mandato ancestral los liga al rústico telar de madera.
Hombres y niños criando animales, esquilando y lavando la lana, y mujeres y niñas hilando y tejiendo frazadas y tapices, alfombras y prendas de vestir. En ese trabajo cotidiano la gente de los llanos se arraiga a la tierra y al amor por la cultura criolla.
En Patquía los agricultores descubrieron que los dátiles brotaban más dulces en las franjas áridas de tierra. Así surgió, en Patquía Viejo, una de las plantaciones más importantes de Sudamérica y la planta de La Datilera, que si bien es una empresa privada se puede visitar.
Patquía, que en quichua significa "cruce de caminos", es uno de los departamentos provinciales más pequeños. Su importancia es precisamente ser un nudo de rutas; desde allí se llegará a Copiapó, en Chile, cuando muy pronto se concluya el paso cordillerano de Pircas Negras.

Grabados en roca
Tuizón y Chila son dos pueblitos tan pequeños como bellos; en las colinas que los rodean los pueblos nativos dejaron petroglifos grabados en la roca dura. Y en Tama hay una iglesia colonial muy chiquita donde se venera a la Virgen del Rosario.
Más adelante aparece el pequeño caserío de Huaja, que tiene el privilegio de ser el sitio donde nació el general Angel Vicente Peñaloza, "El Chacho", artífice del federalismo y seguidor de la lucha emprendida por otro general, Juan Facundo Quiroga, el mítico "Tigre de los Llanos".
La casa de "El Chacho", a la vera del camino, fue reconstruida hace unos años y se la puede visitar. No es un museo, pero el cuidador es un hombre amable que conoce muchas anécdotas de aquel pasado signado por luchas sangrientas.
La ruta sigue a Malanzan, el Rincón de las Sierras de los Llanos, al pie del Cerro Colorado, enorme mole de granito rosado que parece un elefante dormido. Para los riojanos Malanzan es el corazón de la Ruta de los Caudillos, y el sitio donde levantaron un museo para los jefes de tierra adentro.
En ese museo campean los fantasmas de los tres máximos caudillos de los llanos: "Chacho" Peñaloza, Facundo Quiroga y Felipe Varela. Jorge Luis Borges, en un memorable poema, imagina al Tigre de los Llanos reflexionando así: "no he de soltar la vida por estos pedregales, ¿muere acaso el pampero?, se mueren las espadas".
En ese sitio el camino se abre. Se puede seguir hasta El Portezuelo, donde hay un dique para la pesca y los deportes naúticos, o hasta San Antonio, donde está la casa natal de Facundo Quiroga -que acaba de ser restaurada- y llegar a Chepes, ya en las estribaciones de las Sierras de Argañaraz.
Chepes fue fundada a mediados del Siglo XVIII y su poderío se afianzó cuando llegó el ferrocarril que unía La Rioja con Córdoba y San Juan. Aquellos trenes llevaban la madera que se talaba en los bosques de los llanos hasta el puerto de Buenos Aires. Y hasta llegaron a transportar, ya elaborado, el carbón de leña.
Y ahora que el tren es una ausencia dolorosa, la ciudad de Chepes sigue siendo progresista y también el nudo carretero que enlaza el sur riojano con Córdoba, San Luis y San Juan.
El otro camino, el que bordea las Sierras de los Llanos, lleva hasta el Parque Guasamayo y su serranía de colores, donde los sedimentos milenarios forjaron formas tan raras como las de El Loro, una silueta con alas entreabiertas.
Y llegar a Olta, donde una poderosa tribu precolombina dejó un pucará del que aún hay vestigios, y hasta las altas sierras de Loma Blanca, refugio preferido de Peñaloza, donde fue asesinado el 12 de noviembre de 1863. Ese episodio se menta así: "Ya se acabó Peñaloza, ya lo pudieron matar. Tengan cuidado, señores, no vaya a resucitar".
Después llevaron su cabeza, clavada en una pica, hasta la cercana Olta, el sitio que durante el siglo XIX fue testigo de las arriesgadas acciones de los caudillos riojanos. Ahora la plaza principal de Olta se llama General Angel Vicente Peñaloza.
Esta ruta también pasa por Bella Vista, cuna de artesanos; por Chamical, la ciudad más poblada de los llanos, donde la Fuerza Aérea tuvo una base de investigaciones espaciales y lanzamiento de cohetes para estudios meteorológicos.
Y al final de la Ruta de los Caudillos, ya muy cerca de San Luis, está Ulapes -la "sierra sin faldas"- una ciudad fundada allá por 1697.
En septiembre y octubre llegan a La Laguna, la reserva natural de Ulapes -un santuario de la vida silvestre- los flamencos rosados para reproducirse y partir. Un espectáculo tan misterioso como las rocas azules de su balneario.



Olta, escenario histórico de arriesgadas acciones.
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