Año CXXXIV
 Nº 49.167
Rosario,
miércoles  04 de
julio de 2001
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La quiebra de Mil Hojas desató una durísima pelea por la marca
La firma quebró pero obreros y dueños siguen disputando su control. Un producto "clonado", Milosas, está en las góndolas

Alvaro Torriglia

La quiebra de Mil Hojas, la tradicional fábrica rosarina de tapas para tartas y empanadas, tuvo un curioso efecto. Desató una pelea por el control empresario, cuya virulencia contrasta con la situación de colapso en la que se encuentra la firma. Una dura batalla en la que los protagonistas se aferran a una marca prestigiosa como única tabla de salvación luego del naufragio económico.
La Justicia dictó la quiebra de Mil Hojas a mediados de junio pasado, luego de un largo proceso concursal que se originó en el año 1997, cuando la firma entró en convocatoria presa de un endeudamiento superior a los 700 mil pesos. La empresa, con treinta años de presencia en el mercado local, comenzó a transitar el camino del declive económico hasta llegar al punto de comprometer la producción por la falta de materia prima.
Esto fue a fines del año pasado, cuando un grupo de empleados de la empresa comenzó a gestionar la explotación en forma cooperativa durante un período de prueba de unas tres semanas. Omar Cáceres, presidente de la cooperativa, contó que a esa instancia se había llegado mediante un acuerdo con el dueño de Mil Hojas, Miguel Santana, quien, no obstante, a la hora de formalizar el trato "decidió echarse atrás y reasumir el control de la mano de una consultora que, según él, tenía un plan estratégico para salvar la empresa".
Según su hipótesis, "la gestión de los trabajadores permitió recuperar el crédito de los proveedores, ya que antes sólo había materia prima cuando se pagaba en efectivo, y hasta dejó 10 mil pesos de ganancias". Ergo, remarcó Cáceres, "cuando las cosas mejoraron Santana pateó el acuerdo y cayó con un consultor que decía que tenía un plan de reactivación".
El grupo de 15 empleados volvió a su antigua situación laboral, sin perjuicio de que continuó el trámite de inscripción de la cooperativa, que quieren hacer valer ahora que Mil Hojas entró en quiebra. Los trabajadores pidieron al juez Hernán Carrillo, que entiende en la convocatoria, la continuidad de la firma para reactivarla siguiendo el modelo de la carrocera DIC o arroz Mocoví.
"El juez está de acuerdo con nuestro pedido pero para dar ese paso primero debe hacerse cargo de Mil Hojas la Sindicatura y desapoderar a los antiguos dueños, que hasta ahora siguen ejerciendo el control de facto", señaló Cáceres.
La disputa derivó el fin de semana pasada en un confuso episodio, cuando los trabajadores permanecieron en la planta "custodiando" las máquinas para evitar que "se concretaran los rumores sobre una posible venta de esos bienes de capital". Aunque aseguran que para esa "guardia" contaron con el consenso de Santana, lo cierto es que la situación derivó en una denuncia penal del dueño de la empresa y el desalojo de parte de la Policía.
Mientras avanzan en su decisión de hacerse cargo de la firma a través de una cooperativa, los empleados siguen reclamando ahora como acreedores en el marco de la quiebra, una deuda de más de 200 mil pesos por salarios caídos.
"Lo que nos interesa es la continuidad de la fuente de trabajo que en forma directa e indirecta involucra a 50 familias", señaló Cáceres, quien se mostró preocupado porque "si bien Mil Hojas es una marca muy conocida, es también fácilmente reemplazable si por varios meses no aparece en las góndolas de los supermercados".

Parecido pero distinto
Se trata de una marca bien posicionada, y eso lo saben bien un grupo de empleados y distribuidores de la empresa que desde fines del 2000 se abrieron de la empresa y lanzaron "Milosas", una marca de discos y tapas de empanadas.
Esta sintomática paronimia es, a juicio de algunos, una de las causas que provocaron la quiebra de "Mil Hojas". Así se desprende de un anónimo que bajo la firma de "C.A., un ciudadano de Rosario" le hicieron llegar hace pocos días al juez Carrillo. La nota, que recoge argumentos que bien podrían ser sostenidos por los dueños de la empresa, asegura que el nuevo producto imita "en su presentación el logotipo" de la marca original.
"Esta asociación de empleados administrativos y del sector de producción de la empresa, asociados a distribuidores y proveedores, produjeron la pérdida a Mil Hojas SRL de su mayor y mejor cartera de clientes, agravando su situación económica y financiera", destaca.
El escrito luego apunta a los empleados que permanecieron en la empresa y que conformaron la cooperativa. Los acusa de haber presionado a los titulares de la SRL para firmar un contrato de cesión de la planta industrial ubicada en Alsina 1030, y de proceder "ante la negativa" a "realizar paros de actividad" y avanzar en la conformación de una alianza con otra distribuidora "para elaborar productos con marca Mil Hojas en el establecimiento de pastas Yuli". Luego de 30 años de presencia en el mercado, la marca Mil Hojas mantiene un atractivo suficiente como para desatar una disputa feroz en el medio de un barco que se hunde. El final es abierto y, ahora todas las miradas se posan en la decisión de la Justicia.



La crisis en Mil Hojas irrumpió en 1997.
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