Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
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La tinellización. El debate nacional se concentró en la imagen presidencial
La sátira como una cuestión de Estado
Un sector del gobierno fogoneó una indisimulada embestida contra los humoristas políticos

Walter Palena

Las sátiras sobre la imagen de Fernando de la Rúa se convirtieron en un tema de Estado para algunos funcionarios encargados de armar la estrategia comunicacional del presidente. Ingenuamente, el gobierno sumó un nuevo frente de conflicto a los que ya tiene y se ganó el repudio generalizado por querer quitarle a la sociedad uno de los aspectos más sanos de la cultura democrática: la posibilidad de reírse de la caricaturización que los humoristas políticos hacen de los gobernantes de turno.
Si bien la embestida oficial no representa un dato novedoso, el efecto se amplificó la semana pasada con la puesta en escena del sketch "Gran cuñado", en el programa de Marcelo Tinelli. El subsecretario de Comunicación, Juan Pablo Baylac, pidió micrófono y fue la voz líder de un sector del gobierno que piensa que se le falta el respeto a la investidura presidencial. Así, consiguió el milagro de que una noticia de espectáculos pase a llenar páginas en las secciones políticas de todos los diarios del país.
La llamada tinellización de la política también dividió aguas en el entorno presidencial. Mientras Baylac salió a instalar con fuerza el debate sobre los perjuicios que le ocasionan al país las parodias a De la Rúa, su otro vocero, Ricardo Ostuni, prefirió diferenciarse alegando que había que tomarse la sátira con humor y no darle tanta trascendencia al tema (ver página 17).
Más allá de su ingenuidad en un contexto de crisis social, el planteo ofensivo de Baylac contra el humor político no es un tema menor. El año pasado, el blanco de las críticas fue Nik (el dibujante del diario La Nación) por haber rotulado a De la Rúa como "ese lentísimo señor prescindente" en sus chistes cotidianos. El demonio ahora está personificado en Tinelli, y por un dato que no escapa al análisis de los asesores del jefe del Estado: "Videomatch" es uno de los programas de más rating de la televisión argentina. Se calcula que sólo en Capital Federal y el Gran Buenos Aires cerca de cuatro millones de personas vieron la primera emisión de "Gran cuñado", donde se muestra a un De la Rúa irresoluto, demasiado cavilante y con gestos torpes.
No obstante la promesa del gobierno de respetar la libertad de expresión, existen fuertes rumores de que el ultradelarruismo está pergeñando una estrategia judicial para poner coto a los impertinentes. En la mira están, por supuesto, Tinelli, Nik y algunos periodistas que fustigan desde sus columnas la inoperancia del presidente.
Ayer, por fin, el gobierno dio señales de querer acabar con el tema. Pero hay demasiada calentura como para que los paños fríos logren, por ahora, disipar la bruma que sospechosamente eclipsó por varios días los verdaderos problemas sociales.



De la Rúa quiso desafiar a su doble y pasó vergüenza.
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