Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
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Normandía: Vestigios de realeza
En la costa francesa aún pueden visitarse las construcciones de la Edad Media. Paisajes con huellas de vikingos y normandos

María Lourdes Bertozzi

Entre Tréport y el Mont Saint Michel la historia ha dejado huellas profundas en tierras normandas. Desde que se asentaron los primeros vikingos, en el siglo IX, los normandos no han dejado de plasmar su dominio de la piedra en grandes construcciones como fortalezas y edificios religiosos. Muestra de ello son las numerosas abadías, bellos ejemplos del arte románico.
Los meandros del Sena bordean algunas tan majestuosas como Saint Georges de Boscherville, Jumieges y Saint Wandrille. Igualmente se destacan las abadías de los Hombres y de las Damas en Caen, en el departamento de Calvados. No hay que olvidar que Hamybe, en el departamento de la Manche, la Trappe, en Orne, o Bec Hellouin, en Eure, fueron grandes centros del pensamiento de Occidente. Y qué decir del Mont Saint Michel y su abadía, uno de los lugares más hermosos de Europa.
Asimismo, el gótico desplegó todo su esplendor en tierras normandas, a través de sus catedrales. En los campos, las innumerables iglesias rurales, rodeadas en su mayoría de tejos milenarios, poseen un encanto discreto y singular.
Pero Normandía también es tierra de fortalezas y castillos como el Gaillard, que domina el valle del Sena desde Les Andelys, o los castillos de Carrouges, Harcourt, Champ de Bataille, entre otros.
La arquitectura normanda se caracteriza por las casas solariegas de piedra, de ladrillo o de entramados de madera, así como por los palomares y chozas rodeadas de manzanos.
Pero, resulta imposible hablar de la historia de la región sin mencionar el desembarco aliado en las playas normandas. Desde entonces, esta tierra de libertad dispone de un museo al aire libre que revive esos instantes cruciales para la humanidad.
Normandía dispone de ocho circuitos y museos como el Memorial, de Caen, y los museos de Arromanches, que permiten el público comprender mejor este episodio de la historia.
Su clima suave y la luz diáfana y cambiante, que peinan esta tierra fértil, predisponen a la eclosión de admirables jardines. Parques de castillos y monumentos, jardines y colecciones botánicas forman una paleta infinita que seducirá a todos los visitantes, entendidos o aficionados.
Cabe mencionar que tiene en su haber cuatro parques naturales: el de Brotonne, el de Normandie Maine, el de las Marismas de Cotentin y Bessin y el del Perche.
El paisaje normando es sorprendentemente variado. La diversidad del legado natural permite disfrutar de 550 kilómetros de litoral con playas de arena fina, de cantos rodados y acantilados vertiginosos; llanuras calcáreas y graníticas, y valles profundos donde abundan los hayedos. El clima, templado por la influencia del océano, confiere un color y luminosidad particulares a los cielos normandos.
Una tierra tan rica no podía dejar indiferentes a pintores y escritores. Corneille, Flaubert, Maupassant, Gide y Proust escribieron páginas inolvidables que figuran entre las más hermosas de la literatura francesa. Sus incomparables colores también guiaron el pincel de grandes pintores.
Nicolás Poussin fue el pionero en el siglo XVII, aunque la magia de la pintura alcanzó su punto álgido en el siglo XIX. Millet nació en un pueblecito de la Manche; Boudin y Courbet, entre otros se daban cita en Tourtain en Honfleur, donde saboreaban la buena sidra casera y el untuoso camembert de la región.
Los impresionistas hicieron de Normandía su jardín secreto. Pissaro y Sisley quedaron prendados de sus encantos. A fines del siglo XIX, el maestro de los impresionistas, Monet, vino a vivir a orillas del Sena. Sus "Nympheas" de los jardines de Giverny están hoy entre los cuadros más conocidos del mundo.

Riquezas en la mesa
Desde hace más de un milenio, Normandía es tierra de pasiones, historia y pensamiento, donde numerosas veces se decidió el destino del hombre. Y si hablamos de la buena mesa, su comida goza de una gran variedad derivada de las riquezas naturales que dieron fama a su gastronomía. Los prados verdes y ricos permitieron el desarrollo de una floreciente actividad ganadera, con excelentes derivados de la leche (manteca, nata y quesos), muchos son de renombre internacional.
No nos olvidemos de las 300 variedades de manzanas que sirven de base de exquisitas recetas y se utilizan en bebidas como la sidra, el calvados o el pommeau; como guarnición de otros platos o en los postres donde acompañan tartas o rellenan masas para confeccionar los bourdelots, deliciosas manzanas horneadas. Además, las peras sirven para la elaboración del poiré, una bebida parecida a la sidra.

Rincones
No se puede dejar de mencionar algo de las distintas zonas de la Normandía, como Rouen, famosa por sus barrios antiguos con casas de entramados de madera. La historia de esta ciudad está ligada a Juana de Arco, quemada en la plaza de Vieux Marché en 1431.
Se destacan sus edificios góticos de extraordinaria belleza, como la catedral y las iglesias de Saint Ouen y Saint Maclou. La ciudad de Rouen dispone de una amplia oferta museística: de Bellas Artes, de la cerámica o del hierro forjado.
El visitante podrá pasear por sus calles peatonales y admirar el Palacio de Justicia y el Aitre Saint Maclou. Rouen combina este rico patrimonio histórico con el dinamismo y la juventud de su tradición universitaria.
Caen es la capital del ducado de Normandía y presenta un complejo monumental. Entre sus monumentos se puede descubrir el castillo feudal, que alberga en su interior el museo de Normandía; el museo de Bellas Artes; las abadías de los Hombres y de las Damas construidas en el siglo XI y por supuesto el Memorial, que ofrece un viaje por la historia del siglo XX. En su interior se encuentra la galería de los Premios Nobel.
Deauville, a orillas de la costa Florida, fue creada durante la segunda mitad del siglo XIX gracias al mecenazgo del duque de Morny, hermanastro de Napoleón III. En la actualidad es un destino turístico costero con fama internacional. Hoteles lujosos, tiendas, casino, carreras de caballos y competiciones de polo hacen de esta ciudad un lugar privilegiado que además acoge cada año el conocido festival del film americano.
Trouville, otra ciudad veraniega vecina a Deauville, posee una arquitectura interesante por sus magníficas villas de principios de siglo, situadas frente al mar, tan características del litoral normando. No muy lejos, Cabourg, creada a lo largo de su playa de arena fina, durante todo el año dispone de una amplia oferta deportiva a la que sin duda colabora el complejo del Casino-Grand Hotel, donde Marcel Proust escribió alguna de sus obras.
En la costa Florida, al pie del puente de Normandía, se sitúa el pintoresco puertecito pesquero de Honfleur. Resulta muy agradable pasear por sus estrechas callejuelas bordeadas de casas de entramados o visitar la iglesia de Sainte-Catherine, construida exclusivamente con madera. También merecen la atención los antiguos edificios que servían para almacenar la sal.

Huella artística
Honfleur, cuna del impresionismo, fue un lugar que mereció la admiración de artistas de renombre internacional como Monet, Satieo Baudelaire. Esta huella artística sigue presente hoy en sus innumerables galerías de arte y anticuarios. El Museo de Arte Eugene Boudin también impone una visita.
Mont Saint Michel es una de las principales curiosidades monumentales de Francia, por la originalidad del enclave y la belleza de la arquitectura. Este islote rocoso de 80 metros de altura y aproximadamente un kilómetro de circunferencia está coronado por una abadía cuyos orígenes se remontan al siglo VIII.
La parte más espléndida del edificio es el conjunto gótico formado por el claustro y el coro, denominado "La Maravilla". El sector gótico de la abadía se construyó para reemplazar los edificios románicos destruidos.
El ala este está sobre un alto talud de tres pisos que simbolizan muy bien la jerarquía social de la Edad Media. Los pobres recibían los víveres en el piso inferior, en la capellanía, cuyas bóvedas de aristas recuerdan las tradiciones románicas. En el segundo piso, el abad recibía a los ricos y a los poderosos en la sala de los visitantes; la bóveda allí era ojival. El refectorio era el comedor de los monjes y se consideraba al clero como a la primera orden de la sociedad medieval.
La parte occidental de la La Maravilla se construyó luego del sector oriental. Se componía de tres pisos. En la parte superior el claustro, debajo la sala de los caballeros con su gran ventanal, finalmente el sótano, que servía de bodega. Este sector estaba reservado a los monjes; era el marco de su vida monástica.
El tercer cuerpo del edificio estaba previsto, más al oeste para ubicar la sala capitular, lugar de reunión y de deliberación de la comunidad. Nunca llegó a construirse. En el ángulo noroeste, se construyó el cartulario donde se conservaban los archivos del monasterio, garantía de sus riquezas y de su pasado.
Saliendo de la abadía el visitante se pierde en las callejuelas hasta alcanzar las murallas y quedará asombrado ante el espectáculo mágico de las mareas más fuertes de Europa.
Recorrer el pueblito, tomar café o una copa, comprar souvenir en sus pequeñas tiendas y avanzar hacia lo alto de la abadía, es como llegar a lo alto del cielo.
Este recorrido de la Normandía se puede iniciar en París, y después de recorrer la zona, se sugiere, regresar a esta ciudad por el Valle del Loire para visitar los famosos castillos de Chenonceaux y Chambord con casi toda la catedral de Chartre.
Que los franceses amen Francia no es de extrañar. Que los extranjeros amen Francia hasta el punto de ser el país más visitado del mundo es lo que merece una reflexión.



Las cúpulas de la abadía de Mont Saint Michel maravillan.
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