Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
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Chile: La silla del sol
El valle de Chillán es atravesado por aguas tan calientes como sanadoras

Los pehuenches que recorrían las alturas cordilleranas de Chile descubrieron que en el valle custodiado por volcanes siempre había sol. Los sabios pensaron y pensaron y dijeron a su pueblo: "aquí el astro amarillo se sienta a descansar"; desde entonces llamaron Chillán -la silla del sol- a ese valle atravesado por aguas tan calientes como sanadoras.
Muchos años después otro hombre miró el mismo valle y supo que a las aguas termales, las que curaban en los albores del 1700 a los enfermos que traían los frailes españoles, los de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios, había que acercarles el placer de un deporte que surgía: el esquí.
Quien imaginó hace 30 años la alquimia perfecta entre deporte blanco y aguas milagrosas, José Luis Giner, dice que "cuando terminé mis estudios de enólogo en la ciudad francesa de Burdeos fui a los Pirineos y aprendí a esquiar. Tanto me entusiasmé que al volver a Chillán fui uno de los fundadores del Club Andino".
De su infancia en la vieja ciudad recuerda el hospedaje para viajantes de comercio que tenía su padre catalán, presagio y simiente de una actividad que abrazaría para siempre. A los 27 años se hizo cargo del Hotel Termas de Chillán, construido a fines del 1800, del que dice que "era arcaico y frío".
Mientras Giner recuerda aquellos tiempos, por los ventanales vidriados del Ski and Spa Resort se divisa el bosque de lengas altísimas y a los esquiadores que suben hasta los dominios de los dos colosos: el volcán Chillán viejo, ya sosegado, y el Chillán chico, coronado por fumarolas eternas.
"El fuego destruyó aquel hotel en 1991", dice el empresario. Su rápida respuesta ante ese infortunio fue comprar en Suiza un hotel prearmado, adaptarlo al lugar y trabajar ese invierno como si nada hubiera ocurrido.
Seis años más tarde ese hotel se convirtió en el Pirigallo, vocablo nativo que significa "cumbre nevada". Fue cuando en el bosque cercano apareció la formidable construcción de madera y piedras que tomó el nombre del tradicional hospedaje del valle.
Como en los sofisticados enclaves europeos de montaña, este cinco estrellas tiene puertas dobles, para que el calor no se escape, y ascensores vidriados que suben lentamente y dejan ver las pistas de esquí y las piscinas a cielo abierto.
Este año el complejo inauguró dos nuevas pistas -en total tiene 29-; una de ellas, el Golf, tiene 11 kilómetros de largo y 40 metros de ancho; otra, el Embudo, tiene mil metros por 20.
Puertas adentro del hotel no hay estridencias y sí muchos aromas suaves; los huéspedes visten batas blancas de toalla, largas, cómodas. Con ellas van hacia un baño de lavanda y mandarina, que aleja el insomnio y las tensiones, o hacia una sesión de reiki con Julia Moreno, un método de sanación natural y origen remoto que trabaja con la energía del universo.
Sin saberlo, los huéspedes se convierten en seguidores modernos de lo que afirmaba Hipócrates, el padre de la medicina antigua, en el año 400 antes de Cristo: "el camino de la salud es tener un baño aromático y un masaje con esencias cada día".
Para el hacedor de este complejo, que cruzó la cordillera a caballo -"un gusto que nos dimos con cinco amigos"-dejar la mente silenciosa no es fácil. Uno de sus colaboradores más cercanos, el gerente general Francisco Prieto, afirma que "la clave está en que sabe delegar".
Las estadísticas de Francisco arrojan que "este lugar es para gente muy especial". El 40 por ciento de los visitantes vienen de Brasil, entre 20 y 25 de Argentina, 15 de Estados Unidos y los europeos son muy pocos.
Desde el comedor principal, el Shangrila, aledaño al más íntimo, el Montañés -donde sirven fondues y raclettes hechas con quesos gruyere y emmental- se ven los seis condominios que completan la oferta de alojamiento del complejo.
Giner afirma que "los condominios nos sirvieron para vencer la estacionalidad". Se refiere a las actividades del verano, que abarcan desde escaladas en paredes de roca hasta el golf en una cancha que para la temporada estival de 2002 será de 9 hoyos. Situada a 1.800 metros, es la única cancha de altura de Chile.
Mientras los deportistas comienzan a regresar y el pisco sour se impone en las tertulias vespertinas, algunos buscan el silencio de la biblioteca y la sala de bridge. La música suave acompaña estos desplazamientos que preceden a la cena.
Pero la mayoría va hacia el calorcito de la piscina termal cubierta, donde el olor a azufre es muy fuerte. Esa piscina se une con otra, al aire libre, donde sólo se escucha el murmullo de una cascada y las burbujas de las camas de masajes acuáticos. Un placer difícil de imaginar.
A esa hora el cheff Sergio Calderón ya está supervisando lo que ocurre en la cocina; cuenta con 126 platos, imposibles de agotar en estadías de siete noches, pero los mariscos siempre están en el bufet frío y la isla flotante en la mesa de dulces.
La bodega es un homenaje al dios Baco, con más de 200 tipos de vinos, de cepas clásicas y vanguardistas.
En esta aldea de montaña hay trineos arrastrados por perros Alaskan Malamute, los preferidos por los esquimales; clases de snowboard y de salsa; misas diarias en la capilla de San José y entretenimientos que organiza el equipo de animación.
La historia que más se cuenta en Chillán es la de los Pincheira, bandidos que asolaron la comarca entre 1815 y 1830, poco después de la independencia de Chile. Dicen que la gruta que los cobijaba cuando venían a curar sus heridas en las fumarolas del volcán es un sitio de mucha energía.



Los hoteles, el volcán Chillán y sus fumarolas eternas.
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