Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
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Una novela del escritor argelino Rachid Boudjedra
"El repudio": Relato de una infancia saqueada

José Luis Cavazza

Rachid Boudjedra pertenece a la generación de escritores argelinos que escriben en lengua francesa. Como Tahar Djaout, Nabile Farès y Kateb Yacinne perpetraron y perpetran sus obras desde París, ciudad que hace muchos años abrió su corazón al exotismo oriental y muchas veces a sus propios colonizados de otras épocas (Argelia se independizó de Francia a comienzos de los 60, provocando la repatriación de 700 mil franceses).
"El repudio" ("La répudiation") fue escrito por Boudjedra en 1969 y recién hoy es novedad en lengua española. El repudio también es uno de los capítulos del Corán, que en su primer verso dice: "¡Profeta! Cuando repudiáis a las mujeres, ¡hacedlo al terminar su período de espera! ¡Contad bien los días de ese período y temed a Alá, vuestro Señor! ¡No las expulséis de sus casas ni ellas salgan, a menos que sean culpables de deshonestidad manifiesta! Esas son las leyes de Alá". De esto también se trata la novela de este argelino que nació en el 41: de mujeres repudiadas por una sociedad patriarcal y misógina.
Para quienes todavía no lo hayan leído, a Boudjedra fácilmente se lo podría asociar a una especie de Julio Cortázar árabe. Por su lirismo y por su sexualidad desbocada, por su verba sugestiva aunque intrincada y siempre en línea directa con un pasado en su tierra de origen.
En "El repudio" Rachid, un joven argelino, permanece acostado junto a su amante francesa en un cuarto deprimente de Argel, y entre los resquicios que dejan los jadeos, las caricias dolorosas y los encuentros de la carne, él relata su jaqueada infancia y su aturdida adolescencia marcadas a fuego por el desprecio que sufrió su madre, parte de un clan de mujeres propiedad de su padre, Si Subir. Vivencias que desnudan los costados más alucinantes de la cultura árabe.
Al parecer, el presente de Rachid no es mejor que su pasado: en su cuarto junto a Celine espera que lo vengan a buscar (léase chupar) los Miembros Secretos del Clan, la milicia represora del poder ultranacionalista, que no le pierde pisada por considerarlo un traidor. Clínica psiquiátrica, cárcel y chupadero son términos que confunden al pobre Rachid, por lo que elige, en medio de un precario equilibrio emocional, contarle a Celine sus días en el Clan comandado por su padre. Así Rachid evoca la casa de Ma, los ritos y los mitos de la tribu, el mes de Ramadán, el casamiento de su padre con una adolescente, la muerte de su hermano Zahir y las fiestas del Aíd con su matanza de corderos, entre tantas otras visiones arrebatadas de su pasado.
En su relato Rachid, el personaje, y Rachid Boudjedra, el escritor, se rebelan contra la cultura árabe. Eso convierte al personaje en el modelo perfecto de desperdicio existencial y en un ejemplo sublime de misantropía. Por otra parte, "el desprecio" que sufre su madre lo fragmenta y descuartiza bajo el imperio de Edipo. El y su hermano Zahir odian a su padre que se ha casado con una jovencita. Hablan todo el día de "matar el feto" y Rachid termina metiéndose en la cama de la adolescente madrastra, y casi termina violándose a su propia prima. Rachid carga una extraña misoginia, y mientras él mismo fue violado por obreros del puerto cuando era un niño, su hermano Zahir es abiertamente homosexual. Rachid no entiende a su madre, su pasividad y su resignación, y a partir de esto parece odiar a todas las mujeres.
Al menos hay un par de principios que resaltan en la lectura de "El repudio". Por un lado, el tono fuertemente autobiográfico de la novela, en forma de crudo relato de la infancia saqueada, de adolescente vapuleado por el hecho de ser distinto en un ámbito donde se destaca lo gregario. Este tono confesional posibilita que el relato no pierda interés en medio de una lectura que a veces no resulta sencilla de digerir.
La violencia de las palabras y las descripciones es otro elemento que se afirma como una constante en "El repudio". Nada de reglas de cortesía ni de estilo neutro y correcto. Lo abyecto está por todas partes. Todos los líquidos, secreciones y olores que rezuman de los cuerpos inundan a la novela. La casa del Clan y las calles de Argel se hunden en la basura, la pestilencia y la sangre mezclada con esperma. La desesperanza sobre la vida social de la Argelia religiosa e hipócrita se vislumbra en cada párrafo del libro. Boudjedra parece usar esta violencia del lenguaje y esta visión mórbida del mundo árabe tanto para contar su propia historia en medio de una sociedad decadente como para alcanzar una especie de catarsis personal. Y el hecho de que la amante de Rachid sea una francesa no puede ser considerado sino como una provocación al poder nacionalista que liberó a Argelia de Francia en tiempos de De Gaulle.
"Me despertaba en un mundo donde no sabía qué lugar ocupaba mi cabeza en relación con el cuerpo; debía palparme durante un rato y cuidadosamente para llegar a tocar mi existencia al cabo de un momento penoso. Trances de noche. Electroshock de día", cuenta Rachid sobre el final del libro. Sin decirlo abiertamente, ya a fines de los 60 Boudjedra estaba advirtiendo en "El repudio" lo que se venía en su tierra natal: que en la nueva Argelia se gastaban las energías y el dinero del petróleo y el gas en construir mezquitas en vez de escuelas, hospitales y casas; que el Ramadán se convertía en una obligación que paralizaba económicamente al país; que los mejores viñedos eran arrancados por motivos religiosos y que, al fin, el futuro fanatismo religioso iba infiltrarse en cada rincón de la nación con las consecuencias que se ven hoy en día.
Esta, también, es otra lectura posible de "El repudio", la de en un mundo que se vuelve absurdo e intolerable, donde los locos, como Rachid, se multiplican y corren perseguidos por una muerte a corto plazo. Con trances nocturnos y electroshocks diurnos.



Un libro sobre las mujeres en una sociedad misógina.
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