Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
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Jefe policial fue condenado a 632 años de prisión en Brasil
Ubiratán Guimaraes ordenó una represión que dejó más de cien reclusos muertos en la cárcel Carandiru de San Pablo

Un ex jefe de policía fue sentenciado a 632 años de cárcel al ser hallado culpable el sábado de la muerte de 102 presos, en la peor masacre carcelaria de Brasil, en un juicio que grupos de derechos humanos dijeron será una dura prueba para la violenta policía del país. Un jurado dictaminó que el coronel Ubiratán Guimaraes era el responsable de 102 de las 111 muertes ocurridas en la masacre, y de cinco cargos de intento de asesinato después de que ordenó a sus tropas de choque arrasar la prisión de Carandiru en San Pablo el 2 de octubre de 1992.
Grupos de derechos humanos y sobrevivientes calculan empero que el total de muertes ascendió a casi 300.
Guimaraes, de 58 años, fue encausado inicialmente por 111 acusaciones de asesinato, pero ayer los fiscales redujeron el número de cargos a 102, diciendo que no hay pruebas de que la policía matase a nueve reos que fueron acuchillados.
El ex jefe policial fue sentenciado a 632 años de prisión, aunque bajo las leyes de Brasil sólo puede permanecer 30 años en la cárcel.
De acuerdo a testigos y a expertos forenses presentes en el juicio, muchos de los reos murieron después de haber recibido un tiro en la cabeza, al estilo de las ejecuciones extrajudiciales, mientras se escondían bajo las camas y colchones de sus celdas.
Muchos fueron encontrados desnudos, lo que significa que se habían rendido y habían seguido instrucciones de las autoridades carcelarias, dijeron grupos de derechos humanos.
Guimaraes alegó en el juicio que sus tropas habían entrado a una prisión llena de reos fuertemente armados y que sus agentes dispararon en defensa propia, a pesar de que ningún policía resultó herido durante el operativo y que sólo unas cuantas pistolas viejas fueron halladas dentro de la prisión.

Testigo del horror
José André de Araújo sobrevivió tras ocultarse en el medio de una pila de cadáveres ensangrentados, gracias a lo cual pudo celebrar la primera condena en la muerte de otros 102 reos. "Creo que por primera vez se hizo justicia en nuestro país", dijo Araújo ayer, casi nueve años después de presenciar lo que describe como "un verdadero holocausto".
Guimaraes era el comandante de las tropas de choque que allanaron la Casa de Detencao del complejo de Carandiru durante una rebelión de más de 2.000 presos que tuvo lugar el 2 de octubre de 1992, fecha en que Araújo cumplió 21 años.
Araújo, que no fue citado como testigo en el juicio que duró 10 días, dijo que las tropas ingresaron en la prisión disparando sus armas. El se escondió entre los cadáveres de sus compañeros. "Es una escena que nunca olvidaremos", dijo.
Cuando se detuvo el tiroteo, Araújo se arrancó la ropa y fue hacia el patio, donde la policía golpeaba a los sobrevivientes.
En la actualidad, Araújo trabaja con un grupo de defensa de derechos humanos en Sao Paulo y participa en presentaciones musicales. "Cualquiera sean los errores que cometimos, tenemos derecho a vivir", dijo.


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