Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
Min 9º
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Recuerdos de un chofer retirado de la "mortera"
Juan Alberto Yapur o trabajar cara a cara con la muerte
El hombre cumplió una tarea poco común: el rescate de víctimas fatales de hechos de violencia

Osvaldo Aguirre

Juan Alberto Yapur tiene 56 años. El año pasado se jubiló, después de trabajar durante casi veinte años como chofer de la mortera, el vehículo que cumple una misión tan delicada como inadvertida: intervenir en el rescate y el traslado de las víctimas fatales de hechos de violencia. Una ocupación que supone la particular rutina de enfrentar día a día a la muerte.
"Llegué a la mortera al pasar de una dependencia de la Municipalidad, en 1982. El nuestro es un trabajo insalubre, por el riesgo de contagio de infecciones, por lo que los años de servicio se computan dobles", dice Yapur. En su caso, el contacto con la muerte dio pie a un interés particular por conocer, según dice, "las historias de Rosario y en particular las historias policiales. Sobre todo porque casi no hay libros sobre el tema. Ahora junto información y material sobre el tema. Me interesa conocer no la parte buena de la ciudad sino la parte oculta, la parte oscura".
-¿Qué característica destacarías de tu trabajo en la "mortera"?
-Uno descubre lo que generalmente la gente no ve. Nosotros llegamos al lugar de los hechos antes que todos, casi siempre antes que el periodismo.
-¿Cómo es estar siempre en contacto con la muerte?
-Te acostumbrás. Es como el contacto de las ambulancias con los heridos. Lo único que acá lo ves desde otro lado. En mi caso, de chico mi hermana me crió en un hospital y entonces me habitué a ver cosas. En general a la gente no le gusta. Pero es un trabajo que alguien tiene que hacer.
-¿En qué consiste el trabajo?
-Fundamentalmente en levantar el cadáver. Hacerlo durante tanto tiempo me llevó a conocer cosas que ignoraba. Otras realidades que no se ven en la vida social común. Por un lado están los casamientos, los cumpleaños, las noticias sociales. Por otro, lo que nosotros vemos: los dramas en las familias.
-¿Algún caso te impresionó en forma particular?
-Un chiquito de 8 o 9 años, que jugaba a la escondida con otros chicos, en un edificio de la calle Dorrego, y lo aplastó un ascensor. Aparte hay muchos casos sin resolver, que no se conocen. Una nenita que encontramos muerta detrás de un motel de Circunvalación y Rondeau, por ejemplo. Fue un 6 de diciembre, apareció el cuerpito como disecado, como si lo hubiera agarrado y resecado el desierto, y nunca se supo quién fue. Según el médico policial que lo vio dice que era como un rito porque había maderas cruzadas. También me tocaron accidentes grandes, en la autopista Rosario-Buenos Aires o en la autopista Rosario-Santa Fe. Me tocó el incendio del colectivo en el parador de Fighiera. Ahí retiré solamente el último cadáver, pero fue el peor. Mi compañero había sacado doce de los trece cuerpos; después empezaron a remover y encontraron el cadáver de una criaturita. Yo estaba de guardia y tuve que ir a buscarla. Cuando entré al colectivo pensé en el terror que debió sentir la gente ahí adentro.
-¿Después de ver eso se puede dormir bien?
-Sí, llega un momento en que te acostumbrás. Todos los choferes de la mortera lo tomamos de otra forma, tenemos como una coraza para protegernos de esa realidad.
-Aparte de accidentes habrás sido llamado por algún crimen.
-Crímenes a patadas, nos tocaron: hijos que apuñalaron a un padre, chicos que mataron a la novia. Cuando hay un crimen o un accidente la gente suele juntarse y todos comentan lo que pasa: pero nosotros vemos cómo y qué sucedió. Aparte siempre me gustaba hablar con los médicos de criminalística. Y así aprendí que los cuerpos "hablan".
-¿Cuál es el procedimiento de rutina?
-El cadáver no se puede tocar hasta que llega el fotógrafo policial. Después interviene el médico de criminalística y el forense. El cuerpo no se puede levantar hasta que el juez lo autorice. A veces los parientes se ponen mal porque el cuerpo está sin levantar y tratamos de hacerles entender que sin orden judicial no se puede hacer nada.
-En el transcurso de tu experiencia, ¿viste algún cambio en relación a la violencia urbana?
-Creo que cambió la forma de ser de los ladrones. Antes, me parece, respetaban más a las personas. Ahora no se sabe cómo pueden reaccionar. Por ejemplo, el famoso rey del boleto, Jorge Villarino, jamás lastimó a nadie.
-¿Por qué te parece que la muerte causa rechazo?
-Si te criaron diciéndote que la muerte es algo horrible crecés con un temor hacia la muerte, hacia lo que puede llegar. Pero viéndola como la vemos nosotros llega un momento en que sabés que está allá, pero no sabés cuándo va a llegar. Eso no tiene un horario determinado. Para ser mortero tenés que acostumbrarte a la muerte, no es sólo ser chofer de ambulancia y tampoco es sólo levantar un cuerpo que está en la vía pública: a veces levantás cuerpos que hacen días o meses que están en una casa, o ahogados, o a gente que se accidenta, que se arroja de un edificio. Un compañero siempre recuerda un choque en San Luis e Italia, donde un coche quedó abajo de un colectivo: hubo que sacar con un grúa el colectivo y después rescatar los cuerpos. A este mismo compañero le tocó la explosión de una bomba en Rioja y Río de Janeiro, donde murieron dos personas: hubiera sido mejor en ese caso que no hubiera quedado nada. Un jefe nuestro decía: "los choferes de mortera son excepcionales, hacen el trabajo que no hace otro".



"Uno descubre lo que la gente en general no ve".
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