Año CXXXIV
 Nº 49.157
Rosario,
domingo  24 de
junio de 2001
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Entrevista
Alberto Manguel: "Me gustan las historias secretas"
El autor de la novela "Noticias del extranjero", editada por Norma, habla de sus viajes a través de la lectura

Patricia Rodón

Novelista, crítico literario, traductor y editor de libros extraordinarios, entre ellos "El diccionario de lugares imaginarios" y "Una historia de la lectura", Alberto Manguel acaba de publicar la novela "Noticias del extranjero", en editorial por Norma. Nacido en Buenos Aires en 1948, debido al trabajo diplomático de su padre vivió en Italia, Francia, Tahití e Inglaterra, entre otros lugares. "A los siete años aprendí el español; mi primera lengua es el inglés, no es una cuestión de esnobismo, por eso escribo en inglés", contó en ocasión de su viaje a Buenos Aires para la Feria del Libro.
Si un buen libro es una obra de arte, un instrumento de precisión, una manera de traducir el mundo y un ejercicio de placer, "Una historia de la lectura", de Alberto Manguel, es la síntesis de todas esas perfecciones. Y es que Manguel es un lector y un escritor exquisito que maneja amorosamente las palabras; un devoto de la lectura que busca contagiar esa piedad pagana; un magnífico guerrero de los libros que sabe que los libros son armas.
"En 1982 llegué a Canadá y me hice canadiense. Es un país al que quiero mucho. No creo en las nacionalidades impuestas; no creo que por el hecho de nacer en un lugar tengamos que ser cuidadanos de ese lugar. No creo que sea obligatorio amar a un lugar por haber nacido allí. Yo decidí elegir mi propia patria y es Canadá. Paso parte del año en Francia simplemente para tener un espacio para escribir. En Canadá estoy muy atareado con todo tipo de cosas. Para aislarme un poco y para tener mi biblioteca en un solo lugar, porque tengo muchos libros", dice Alberto Manguel consultado sobre su vida fuera de la Argentina, país donde todavía es menos conocido que en Europa y los Estados Unidos.
-Imagino lo que debe ser su biblioteca.
-(Risas) Es grande.
-Suena a humilde.
-(Risas) Tengo casi cincuenta mil libros.
-Se dice que su casa es una especie de hogarÐbiblioteca.
-Encontré un presbiterio, en el campo, en Francia, que tiene un gran establo y lo estoy convirtiendo en biblioteca.
-¿Cómo se gestó "Una historia de la lectura"?
-El libro empezó con una idea pequeña. Tenía que escribir un ensayo para el New York Times, me habían pedido algo sobre la evolución de las antologías. Entonces se me ocurrió escribir sobre la lectura y lo que representaba ser lector. A medida que trabajaba me fui dando cuenta de que el tema era mucho más vasto de lo que pensaba; tratar de trazar el retrato de un lector era una tarea inmensa, me llevó siete años escribirla.
-Su libro tiene una cantidad de información enorme.
-A mí me gustan los chismes de la historia, la historia pequeña, las historias secretas. Cuando estaba escribiendo el capítulo sobre la lectura silenciosa, contando la historia de (San) Agustín, quería saber cómo era Agustín; por ejemplo, me pasé tres meses buscando qué color de ojos tenía Agustín porque me inquietaba ese detalle. Y lo encontré. A eso me refiero cuando hablo de historia secreta y creo que eso es lo que al lector le interesa. Los lectores se interesan poco por la teoría; por la teoría se interesan los profesores de literatura, pero el "lector lector" se apasiona por historia en ese sentido de relato.
-¿Qué le pareció el último libro de Harold Bloom, "Cómo leer y por qué", y su manera de "transmitir" lectura?
-Bloom es muy inteligente, pero no me gustan los libros de instrucciones; es decir, un libro que se llame "Cómo leer y por qué" ya me aleja de él. El fondo de su idea, la importancia radical de la lectura como memoria común, me parece muy importante, pero me gustaría que se sintiese más cómodo en su prosa. Se está hablando desde lo alto de púlpito y creo que la lectura hay que compartirla desde el nivel de un sillón. A nadie le gusta que le ordenen que lea algo, que le indiquen "esto tiene que leerlo porque es bueno para usted". Creo que el compartir, el incitar a la lectura, tiene que ser una tentación casi erótica. Bueno, lo que decía (Roland) Barthes del erotismo, de dejar vislumbrar a través de la ropa un poquito de carne. Eso es lo que debería hacer un lector que quiere tentar a otro: mostrar un poquito de la carne del texto y hacer que eso tiente al lector a ir más allá.
-En ese sentido, ¿sus libros son eróticos?
-Creo que eso es fundamental y lo olvidamos. Demasiadas veces pensamos en la lectura como una obligación, como una tarea para conseguir otra cosa, cuando fundamentalmente es una cuestión de placer. Pero el erotismo con un propósito es algo muy triste. Cuando olvidamos el placer, el acto de lectura se convierte en un acto estéril, porque aunque logremos el objetivo de conocer lo que contiene un texto, sin placer matamos ese texto, le sacamos la vida.
-¿Cómo surgió el "Diccionario de lugares imaginarios"?
-Con un amigo quisimos hacer una suerte de guía turística de lugares fantásticos. Toda la información es real, está sacada de los libros, pero la contamos como si el lugar realmente existiese. Por ejemplo, usted llega a Macondo por tal lugar, se come tal cosa, ésta es la fauna, ésta es la flora, ésta la historia del lugar. Ahora Alianza ha publicado una versión más pequeña, "Breve guía de lugares imaginarios". Tiene mapas e ilustraciones muy exactos. Por ejemplo, si a Tarzán le llevó tres días ir desde la Ciudad de los Romanos hasta la costa Nipoa, calculamos cuántos kilómetros puede recorrer una persona en canoa en un día, lo multiplicamos tres, averiguamos las distancias, teníamos en cuenta el clima y los detalles del libro y hacíamos el mapa con exactitud. Fue una tarea hermosa.
-¿Hay un mapa de cómo llegar al Cielo y al Infierno?
-No, dejamos al Infierno de lado porque complicaba mucho las cosas (risas).



"A la mayoría de los lectores la teoría les interesa poco".
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