Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
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Las raíces de la violencia en Gotemburgo
Las protestas fueron coordinadas por grupos tales como Acción Antifascista o Globalización desde la Base

Patricio Pron

La Presidencia sueca de la UE ha encontrado en George W. Bush un huésped incómodo, puesto que la presencia del presidente de los Estados Unidos en Gotemburgo ha llevado a más de cuarenta organizaciones de activistas a expresarle su rechazo. A su llegada a esa ciudad Bush tuvo la oportunidad de enfrentarse cara a cara con los manifestantes, algunos de los cuales se citaron frente a su hotel para bajarse los pantalones mientras otros se desplazaban al parque Vasa donde destruyeron dos coches policiales y lanzaron botellas y piedras a los agentes. Para la plataforma Acción Gotemburgo 2001 la represión policial -que se saldó con la suma de quince manifestantes heridos y doscientos cuarenta y tres detenidos- había sido planeada cuidadosamente. Pero aunque Suecia concentró en Gotemburgo a una fuerza de mil setecientos agentes integrada por policías suecos, daneses y alemanes, la paz de esta pequeña ciudad industrial se vio definitivamente trastocada el viernes, cuando los activistas se enfrentaron a la policía en una batalla campal en la calle central Kungsports Avenyn (ayer los incidentes volvieron a repetirse, aunque sin esta gravedad).
Estas protestas -incluso en sus excesos- han sido coordinadas de antemano mediante Internet por organizaciones de nombres tan curiosos como Acción Antifascista, Globalización desde la Base, Euromarcha o No a la Unión Europea. En los últimos tiempos, y tras las accidentadas cumbres de Praga y Niza, estos grupos de muy diferente rango ideológico han comenzado a ocupar espacio en la prensa al tiempo que mejoraban su infraestructura y consolidaban un núcleo duro de activistas entrenados en la pelea callejera, que en diciembre pasado sembraron el caos en Niza.

Un 53% contra la ampliación
Mediante diversas acciones estas organizaciones quieren denunciar que la gente está siendo excluida de las áreas de decisión de la UE, a la que ven como un Estado policíaco emergente del creciente poder de las corporaciones transnacionales. En un momento en que el 53% de la ciudadanía europea cuestiona la ampliación de la UE hacia el Este, su reclamo empieza a gozar de cierto eco aunque su discurso sea un mero cúmulo de buenas intenciones respecto a la reducción de las distancias entre países pobres y ricos y a la necesidad de una alternativa a la destrucción del medio ambiente y el crecimiento económico "dictado por las poderosas corporaciones internacionales".
Aunque la cumbre de Gotemburgo no fue económica sino política, los activistas han encontrado en ella una buena vidriera para sus reclamos. El ejercicio de la violencia es una consecuencia lógica de su constitución y de la falta de una figura centralizadora. Mientras algunas de las organizaciones participantes reivindican una UE con mayor conciencia social otros la cuestionan de cuajo, al tiempo que algunos grupos proponen un impuesto a las operaciones financieras y otros desean el aniquilamiento de todas las instituciones económicas y la superación del capitalismo.
Es probable que estas contradicciones hubieran impedido en otro momento que hechos como los de Gotemburgo prosperaran, pero hoy su éxito está estrechamente relacionado con el resquemor que sectores cada vez más importantes de la ciudadanía europea tienen respecto a la UE. Es improbable que esta cumbre pase a la historia por su impulso al ideal europeísta, pero puede que señale el comienzo del divorcio entre el electorado europeo y unas instituciones comunitarias que durante más de cincuenta años fueron consideradas prioritarias. Aunque el esfuerzo de la integración europea sea uno de los más relevantes de la posguerra, parece haber sido destinado a la construcción de una casa en la que -basta ver los hechos de esta cumbre- vivir resulta cada vez más incómodo.


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