Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
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Análisis: El gobierno se enreda en sus propios "bloopers" y no destapa las arterias
Lombardo volvió a desnudar el déficit comunicacional y obligó a acelerar la difusión del nuevo paquete

Mauricio Maronna

El gobierno sigue sin encontrar la salida de un laberinto construido por sus propias torpezas. El enésimo blooper cometido por el ministro de Salud, Héctor Lombardo -reveló que el presidente de la Nación padece de aterosclerosis-, obligó a las máximas autoridades a acelerar el anuncio de un paquete de medidas que, por una vez, beneficia en algunos de sus contenidos a la base de sustentación electoral del oficialismo: la clase media. Sin embargo, el capítulo negro de las medidas siembra dudas sobre su viabilidad en momentos en que la administración delarruista sigue naufragando en las encuestas, que le pronostican una debacle en las próximas elecciones legislativas.
El oficialismo tropieza una y mil veces con el mismo interrogante: ¿cómo borrar del imaginario colectivo el estigma de la debilidad presidencial? Horas después de haber anunciado con toda la pompa la reestructuración de los equipos comunicacionales, incorporando a Juan Pablo Baylac, el reumatólogo Lombardo tuvo el desatino de querer convertirse en el médico personal del jefe del Estado. Las tapas de los diarios se olvidaron por un momento de la detención de Carlos Menem y pusieron en tapa una cuestión tan espinosa como la salud del presidente. Las réplicas a Lombardo estuvieron a tono con las circunstancias. "La gente compara a quien sufre de aterosclerosis con una persona boba", fue el contraataque del vocero Ricardo Ostuni. Las circunstancias parecieron darle la razón a Chrystian Colombo cuando pidió la renuncia del titular de Salud, aunque suena ilógico que sea el jefe de Gabinete quien solicite públicamente la dimisión.
No es la primera vez que el ministro queda preso de su incontinencia verbal. El 19 de junio de 2000 La Capital publicó una entrevista en la que Lombardo intentó justificar algunas contrataciones en su cartera con una frase que recorrió las redacciones de todo el país: "Sacamos a los amigos políticos de ellos (por los justicialistas) y vinieron los nuestros".
Después de la tormenta que desató la salud de De la Rúa, sus asesores comunicacionales le recomendaron una puesta mediática en el momento de anunciar el plan económico. ¿No resultó grotesco observar al presidente en la función de maestro de ceremonia mientras Cavallo no terminaba de dar explicaciones sobre el nuevo paquete?
En el marco de la grave crisis que soporta el país, la estrategia comunicacional de un gobierno debería constituir un problema menor. La hondura del caso argentino, sin embargo, tiene diferentes raíces y motivaciones. El influyente entorno sushi quiere transformar a De la Rúa en algo que, definitivamente, no encaja con su personalidad: un líder caudillesco.
El éxito de este gobierno está supeditado a la superación de la crisis económica y no a cuestiones de marketing político. "La verdad, parecemos elefantes en un bazar. Están presos Menem, Emir Yoma y Erman González... En vez de capitalizarlo y demostrar que al menos los que las hicieron las van a pagar, nos dedicamos a decir que el presidente tiene aterosclerosis", fue la resignada confesión que hizo a este diario un asesor presidencial.
El gobierno parece empeñado en contradecir una máxima instalada desde hace décadas en los manuales: "Nadie se suicida en política".



El gobierno lucha contra la debilidad presidencial.
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