Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
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Les dicen los abogados del diablo
Tres penalistas rosarinos explican los límites de conciencia
No importa la gravedad del delito: aun el peor crimen tiene derecho a defensa

Silvina Dezorzi

Los llaman sacapresos. Su función es defender, incluso a los imputados de delitos que la opinión pública cree indefendibles. Son abogados penalistas que no ponen peros a la hora de aceptar como clientes a fríos homicidas, padres violadores, barrabravas con prontuarios frondosos, gatillos fáciles y otra larga lista de reos. Algunos, sin embargo, ponen como límite la defensa de los violadores de menores. Si su actuación es totalmente exitosa, libran a sus clientes de ir a prisión; si no, aspiran a que por lo menos los beneficie una más baja calificación del delito o, en el peor de los casos, a que el juez los condene con una pena inferior a la pedida por el fiscal, la parte acusadora del proceso. Tres jóvenes penalistas del foro rosarino, José Luis Abichain Zuain, Paul Krupnik y Carlos Varela, varias veces letrados de delincuentes famosos, hacen gala del oficio y defienden también ante La Capital su papel de abogados del diablo.
Los casos penales suelen ser descarnados. Por ejemplo: en su primera causa en Rosario, Abichain Zuain aceptó defender a un padre acusado de violar a su hija, de 12 años, a quien ya había embarazado. El hombre salió absuelto porque el defensor logró demostrar que la nena "no había ejercido una importante resistencia física" frente al desmesurado amor de su padre. Hoy Abichain Zuain es defensor de una larga lista de imputados.
Krupnik patrocinó, entre otros casos, al barrabrava de Central Chaperito Bustos en sucesivas causas y a varios policías acusados de apremios ilegales e investigados por recaudación ilegal.
Varela también defendió a hinchas, al kinesiólogo Edgardo Martín, indagado en el caso Fraticcelli, y a Javier Hernández, uno de los delincuentes muerto en la masacre de Villa Ramallo, que lo llamó varias veces desde el banco donde se había atrincherado con dos cómplices y tres rehenes.

Todo es defendible
Desde el derecho, la pregunta de si existe algo objetivamente indefendible tiene una respuesta invariable: no. La presunción de inocencia y el derecho a la defensa son mandatos constitucionales, que resguardan las garantías para un debido proceso. Pero para quienes nada tienen que ver con la ley, resulta difícil comprender cómo hace un defensor para pelear por la libertad de su cliente, aun en el caso de que íntimamente conozca la culpabilidad.
"La única verdad es la que figura en la causa, y lo que no está en el expediente no está en el mundo", dicen los letrados. La frase, claro, puede leerse como una postura cínica, pero es clave para proteger esos principios constitucionales. Además, advierten, lograr las pruebas de la culpabilidad es tarea del fiscal.
Aun así, excepto cuando ejercen como defensores públicos, los penalistas suelen rechazar casos que les generan problemas de conciencia o violencia moral. El límite, aclaran, es sólo subjetivo.
Y aunque el homicidio es por definición un delito más grave que el ataque sexual, a buena parte de los abogados les cuesta defender a los violadores, sobre todo si sus víctimas fueron niños. "Quizá puedo defender a un tipo que le dispara cinco tiros a traición a otro, pero no una violación a un menor, y creo que si tiene la opción el 99 por ciento de los abogados elige lo mismo", afirma Varela.
Aunque el delito sexual suele invocarse como "límite" -lo que trae ecos de ciertos códigos carcelarios-, los honorarios también pesan en la balanza. "Si en una causa que acepto sin tapujos cobro 10, quizá en la que deba vencer ciertas vallas de conciencia cobro 50", se sincera un defensor. "No sé si es ético -admite-, pero es lo que suele ocurrir".
La libertad de culpables a quienes no se probó el delito es otro tema que puede perturbarlos. "Alguna vez, defendiendo a barrabravas que cotidianamente eran acusados de cometer delitos, me pregunté si no había ayudado a salir libre a alguno que le podía meter una bala a un amigo mío en medio de un partido", admite Varela. Sin embargo, no es algo que los desvele. "Tengo claro que mi función es defender y, en todo caso, la demostración de culpabilidad corresponde por definición al fiscal", remata Paul Krupnik.
Después de todo se trata, ni más ni menos, que de los gajes de su oficio.



Krupnik, Abichain Zuain y Varela, defensores penales.
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Nada de "bandos"
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