Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
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Salta: Travesía en la selva
La excursión al Parque Nacional El Rey permite el avistaje de fauna autóctona además de recorrer senderos cargados de vegetación

Corina Canale

La oscuridad aún envuelve la plaza central de la ciudad de Salta, la 9 de Julio, cuando a las 4 de la madrugada el grupo que va hacia la selva se acerca a la mole mecánica del "movitrack", un camión de techo corredizo y diseño único con el que llegará al Parque Nacional El Rey.
Los viajeros, que nunca son más de 18, comparten en la penumbra, café humeante y expectativas. El chofer, Antonio, un salteño que hace 20 años camina esas tierras y sus alrededores, está listo para iniciar esta aventura de un día.
Los guías, Carolina y Mariano, revisan los equipos y a las cuatro y media en punto ordenan la partida. Entonces, el potente motor del "movitrack" quiebra el silencio y el extraño vehículo enfila hacia la ruta nacional 9 que lleva hasta Güemes.
Mariano, un apasionado montañista que hizo cumbre en el Himalaya, cuenta que donde está el parque había hace muchos años una finca ganadera, con algo de agricultura _apenas para la subsistencia de los trabajadores_ y otro poco de actividad forestal.
La finca estaba organizada como un feudo, un sistema muy común en esos tiempos, y fue famosa por la excelencia de sus caballos de cría. Algunos documentos revelan que la corona española cedió esos terrenos en 1767 al coronel Juan Adrián Fernández Cornejo, quien agradeciendo la merced bautizó la finca con el nombre de El Rey.
El parque está en el medio de un valle que semeja una herradura y rodeado por serranías altas; la Cresta de Gallo en el poniente y la Sierra del Piquete en el naciente, cumbres que forman los límites naturales del Parque Nacional creado en 1948.
Mientras tanto, el camión acelera y desacelera para llegar al parque con las primeras luces del amanecer. El guardaparque saluda con la mano en alto y el vehículo, ya sin apuro, se detiene en un vallecito para escuchar los primeros sonidos de la selva.
No es casual que el viaje se inicie tan temprano; las dos horas y media del trayecto están calculadas para llegar cuando la fauna despierta del letargo nocturno y la vida recomienza.

Algarrobos y quebrachos
El viajero ya atravesó los arroyos cercanos a la entrada y el camino poblado de algarrobos y cebiles, guayacanes y sombra de toro, y bosquecitos de talas y quebrachos de la sierra. Está en medio del monte chaqueño y de la nuboselva.
El vallecito de altura es buen lugar para disfrutar de un suculento desayuno y comenzar a recorrer el Pozo Verde, uno de los interesantes senderos de interpretación.
En este sendero de 15 kilómetros aparece lo intrincado y espeso de la nuboselva y muchos bosques de cedros, alisos y laureles. Y al fondo, donde muy pocos llegan, hay una laguna de aguas claras y algunos tucanes negros de pico anaranjado.
Y en el sendero del río Popayán el viajero puede toparse con el salvaje pecarí de collar y acercarse a los pozones naturales donde nadan sábalos, bogas y dorados. En cambio, en el camino hacia la laguna de Los Patitos se encuentran aves acuáticas y se escucha el grito del chajá.
Mariano explica que en septiembre y octubre se suelen ver tapires bañándose y cazando tábanos; también dice que el tapir es un animal de hábitos nocturnos que durante el día se refugia en la espesura del monte.
Mucho más fáciles de ver son las corzuelas, un pequeño bambi que vive en estado salvaje, los zorritos y los coatíes. Y cuando la tierra pierde la humedad de las lluvias a veces se encuentran huellas de pumas.
Hasta hace 50 años por estas tierras merodeaba el yaguareté, el tigre americano al que también se le dice yaguar, una especie que se está extinguiendo.



El moviltrack inicia su paseo al Parque Nacional El Rey.
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