Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
Min 5º
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cartas
Esta carta es para vos, papá

Hace mucho tiempo que quería escribirte, papá. Muchos años han pasado desde el día en que llamado por Dios, con la sonrisa de los buenos, entraste por el camino que lleva a la eternidad. Así, simplemente, te fuiste. Pequeño como era, no pude darte el adiós. Los años pasaron y en muchas tardes grises, como en otras noches entibiadas por el calor familiar y el afecto derivado de la amistad, sentí tu presencia cerca mío, sentí tu apoyo y compartí tu compañía no física. Muchas noches en que me sentí solo, incomprendido y desalentado, a pesar de estar rodeado de mucha gente contenta, con ansiedad brindé contigo papá, callado, imperturbable e inexpresivo, como si estuvieras de verdad a mi lado, como si te diera la mano y un abrazo fuerte, viejo querido, como expresión de cariño, de respeto, de amor entrañable... Es que sabés, viejo, yo no pude tener la dicha de sentir el calor de tu mano amiga y sincera sobre mis hombros, no compartí la felicidad de pasear con vos por el parque, ir al cine, a pescar o ver un partido de fútbol, como lo hacen muchos otros hijos que tienen la suerte y el gran privilegio de transitar por la vida de la mano o abrazados con el padre. Del padre que muchos no valoran en vida pero que se extraña después de muerto... Permíteme, siempre recordado padre, que te rinda a vos, y a todos los padres del mundo, en nombre de los hijos, el homenaje que se merecen. Y si es cierto que la vida se prolonga más allá de la muerte, espérame en la esquina de lo ignoto que seguro te he de encontrar para darte un abrazo.
Aldo E. Basaglia


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