Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
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Fontanarrosa, el periodista Carlos Ulanovsky y un psicoanalista dan su versión
Papi, pa, viejo y las mil y una formas con que se nombra a ese mismo papá
Día del Padre: un pantallazo a las distintas "paternidades", típicas de la cultura argentina. Referencias del cine y la tele

Laura Vilche

"Todos los días son el Día del Padre" sonará hoy casi como un "no se hubieran molestado". Pero la frase no es sólo un cumplido, tiene mucho de verdad y eso lo demuestra la cantidad de veces que los mortales endilgan, buscan o refieren a la paternidad en su vida cotidiana. Porque quien no ha usado alguna vez el papito para llamar a su progenitor, al menos lo ha usado como piropo o, en su reemplazo, ha suspirado un papucho. El simple sustantivo papá no sólo cae justo para llamar al jefe de la familia, sino que está instalado en los bares al momento de pedirle un café al mozo. Y el cariñoso viejo -que los adolescentes reemplazan por su femenino vieja- encuentra sus variantes en los pa y papi de los que ya se apropiaron los jóvenes con una soltura de padre y señor mío.
El fútbol local también le ha reservado un espacio al fenómeno en el ya mentado hijos nuestros. Una típica cargada entre centralistas y leprosos que, según Roberto Fontanarrosa, "usan los dos bandos de acuerdo al resultado de cada partido".
Además, el municipio rosarino se refirió a los padres en su proyecto "Cuidapapis", por el que los párvulos que integran "La ciudad de los niños" salieron a hacerles "multas morales" a troche y moche a todos los papás imprudentes al volante.
Para el periodista y escritor Carlos Ulanovky, autor de "Los argentinos por la boca mueren" -un catálogo de palabras de todas las épocas- esto de buscar padres todo el tiempo es algo muy de nuestro país. "Basta con revisar la historia para dar cuenta de ello", dice, para luego agregar:
-En general buscamos padres fuertes, que protejan y cuiden. San Martín, el Padre de la Patria, es uno de ellos y Perón es otro, un papá dador, contenedor.
-¿Y Menem?
-No, Menem es un inmaduro, cumplió más el papel de hijo. Alguien que mostraba sus logros como un juguete. No hay que olvidarse de la célebre frase "la Ferrari es mía, mía".
-¿Y De la Rúa?
-Menos, no es papá ni siquiera de sus hijos. Cada tanto Aíto y Antonito tienen que corregir la versión paterna de él.
Ulanovsky, a quien sus hijas llaman sdarin, como versión del sajón dady, no pudo dejar de hacer una especie de asociación libre al hablar de la paternidad, y completó su propia lista de acepciones: "Es este momento me acuerdo del libro «Papaíto piernas largas» (de Webter Jean), la latina pater familiae, los acaramelados papirri y papucho, la tradicional autor de mis días, «Padre Padrone» (la película de los hermanos Taviani) y el respetuoso patriarca".
En esta materia no se puede dejar de lado al Padrenuestro, plegaria milenaria que une a la fe cristiana. Tampoco se puede obviar la cabeza de la Iglesia Católica: el Papa, popularmente conocido por su variante de Santo Padre.

De tal palo, tal astilla
Roberto Fontanarrosa tiene un hijo, Franco, que mama de algún modo la veta humorística de su antecesor. Franco se refiere a su papá con cariño pero también con picardía cuando le dice pelón o peloni. "Creo que es una forma de decirme pelado con afecto", señala Fontanarrosa, quien además de referirse a la paternidad del fútbol hace alusión a la falta de padres de sus personajes. "Los míos no están creados en un ámbito familiar como Mafalda, que tenía un padre visible. Boogie no sólo no tiene padre, sino que no tiene hijos, ni parientes, ni amigos: nadie que lo quiera. En cambio, Inodoro muchas veces habla de su tata, una apelación bien rural".
En rigor de verdad, hay una asignatura donde los padres salen más favorecidos que las madres: en las malas palabras. Porque cuando se trata de insultar a los hijos más despreciables, todos se acuerdan sólo de las madres y como consecuencia se los manda al rincón más íntimo de su anatomía.
La psicología y el psicoanálisis tampoco dejaron al padre de lado, si bien algunos enfoques le dan más relevancia a la mamá. "Para que un psicoanálisis sea tal -subraya el psicoanalista Jorge Besso- el sujeto debe atravesar otra vez la infancia, y esto implica una travesía dura, caminar un desierto, llegar a ambos padres. La del padre es una figura importante. Eso sí, para que haya padre debe haber una mujer que le dé ese lugar. En ese punto la mujer tiene la llave".
Al hablar de psicoanálisis, nadie puede negar que Freud es el padre de la criatura. Y justamente él fue quien se valió de la tragedia griega de Sófocles "Edipo rey" para explicar que las relaciones entre padres e hijos son siempre una mezcla de amor y odio. Edipo, hijo de Yocasta y Layo, rey de Tebas, recibe el anuncio del oráculo de Delfos que matará a su padre y se casará con su madre. "En la historia -explica Besso- hay una idea de destino. Edipo quiere evitar matar a su padre, pero termina haciéndolo".
También el cine y la TV le han rendido el merecido homenaje a las distintas figuras paternas: desde las más crueles y sádicas, hasta las que avergüenzan. Haciendo un poco de memoria, entre las inolvidables no pueden faltar "El padrino", de Francis Ford Coppola, y "En el nombre del padre". Allí los papeles protagónicos estuvieron a cargo de Emma Thompson y Daniel Day Lewis (un paponcho a quien las revistas del corazón acusaron de padre abandónico por no querer reconocer al hijo que tuvo con Isabel Adjani).
Y no pueden faltar las obras de anclaje local que, si por algo se caracterizaron, fue por dejar siempre sin padre al personaje principal. Hay excepciones: la imborrable novela "Papá corazón" en la que trabajaba la pequeña Andrea del Boca, y la más reciente "Grande Pa", protagonizada por un Arturo Puig que se hizo famoso por mover su cabeza como un tentempié cada vez que reprendía a sus queridas chancles.



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