Año CXXXIV
 Nº 49.149
Rosario,
sábado  16 de
junio de 2001
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El testimonio de las pequeñas fue clave para la sentencia
Condenado a nueve años de cárcel por abusar sexualmente de cuatro nenas
El fallo ya es inapelable. Las víctimas, de 10, 8, 7 y 6 años, eran las hijas de su concubina y vivían en Bigand

Jorge Salum

Una criatura de 6 años no puede inventar una historia para perjudicar a un adulto. A una persona grande, en cambio, le llevaría meses convencer a la pequeña de que la historia que inventa para perjudicar a un tercero de verdad ocurrió y no constituye una fábula. Por eso, si una nena de 6 años cuenta una violación y la de sus hermanitas, hay que creerle, con más razón si proporciona detalles que sólo una víctima podría conocer. De ser así, con seguridad estará diciendo la verdad y no un cuento armado previamente.
Este es uno de los argumentos empleados por dos jueces de la Cámara Penal para confirmar la condena a 9 años de prisión a un hombre de 50 que abusó sexualmente de las cuatro pequeñas hijas de su concubina.
Los magistrados ratificaron así el fallo de un juez de primera instancia y, como éste, descartaron de plano la posibilidad de que la madre y las nenas hubieran inventado las violaciones para enviar al hombre a la cárcel y quedarse con la casa donde vivían, que es lo que argumentó el acusado.
Las nenas tenían 10, 8, 7 y 6 años. Ninguna salió ilesa de la convivencia con su padrastro. Y todas brindaron detalles estremecedores sobre el modo en que fueron ultrajadas.
La historia ocurrió en Bigand, una tranquila ciudad del sur santafesino, hace un año y medio. El acusado convivía con su concubina, las tres hijas de ella y otra nena que habían concebido juntos un par de años antes. Todos los jueves, mientras la mujer salía a trabajar, él se quedaba solo con las criaturas en la humilde casa donde vivían.
Un día, en octubre de 1999, las cuatro nenas mayores le contaron a la abuela una historia increíble: el padrastro las violaba. Al enterarse, a la madre le costó creerlo: no sólo ella tenía una buena relación con el concubino sino también las nenas. Después supo que el hombre las tenía amenazadas. "Si cuentan algo, las castigo", les decía.
Desorientada, la mujer decidió consultar con una asistente social del municipio. Y una semana después hizo la denuncia en la comisaría.
Lo que ocurrió más tarde fue patético: las cuatro nenas contaron en detalle -primero a los policías de Bigand y después a una jueza de Casilda- las cosas que el padrastro hacía con ellas cuando quedaban bajo su cuidado. El terminó procesado.
Del juzgado de Casilda la causa pasó a Rosario, donde se hizo el juicio. El acusado siempre negó los cargos y contragolpeó con una versión que en otros casos resulta creíble y a veces hasta comprobable: "Esto es una confabulación de la madre con las nenas para perjudicarme", dijo y así quedó reflejado en el expediente.
Pero el juez José María Casas, secretaría de Jorge Kabichian, analizó detenidamente todos los indicios, desde el relato pormenorizado de las nenas hasta el informe de los médicos forenses que confirmaron la existencia de lesiones en las zonas genitales de las pequeñas víctimas. El veredicto fue culpable y la pena 9 años de prisión bajo estos cargos: sometimiento sexual gravemente ultrajantes y agravados por la edad de las víctimas y la situación de convivencia previa con ellas.
La defensa apeló, siempre con el mismo argumento: para el acusado, lo único que quería su concubina era quedarse con su casa. Pero el fiscal consideró que las pruebas eran contundentes y los camaristas Ramón Ríos y Juvencio Mestres estuvieron de acuerdo. Ernesto Navarro, el tercer integrante del tribunal que produjo el fallo definitivo, se abstuvo y no se pronunció.
En el fallo, los jueces analizaron prolijamente un tema candente: las frecuentes falsas denuncias de abuso sexual formuladas por alguno de los padres cuando pelean por la tenencia de los hijos en medio del divorcio o la separación de hecho. Para Ríos y Mestres, en este caso no hay dudas de que esto no ocurrió y que por eso el hombre debe ser condenado. Su identidad se reserva para preservar a sus indefensas víctimas.


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