Año CXXXIV
 Nº 49.139
Rosario,
miércoles  06 de
junio de 2001
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El pensador argentino se reunió en Santa Fe con docentes e investigadores
Mario Bunge: "Denostar contra la razón y la ciencia es mucho más fácil que aprenderlas"
Consideró que mientras no haya un programa de desarrollo científico y educativo nacional siempre se irá al fracaso

Carlos Roberto Morán

Una lucidez impecable e implacable acompaña al científico y filósofo Mario Bunge, quien cada vez que regresa a la Argentina desde Canadá, donde reside hace más de 40 años, reitera sus fuertes críticas a los que, a su juicio, "bastardean las ciencias", a través del psicoanálisis y afines, al tiempo que reclama que el país se otorgue a sí mismo "un proyecto nacional".
Con sus lúcidos 81 años este gran pensador estuvo días atrás en la ciudad de Santa Fe donde fue distinguido con el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y dictó un curso para investigadores y docentes. En esa oportunidad conversó extensamente con La Capital.Actualmente, Bunge dicta una cátedra en Canadá. "Es una cátedra especial -dice-. Hay 17 cátedras con nombre, yo me desempeñó en la que lleva el nombre de Flemingan Professor of Logique Metaphisique; Flemingan fue un benefactor de la Universidad". Allí enseña teoría del conocimiento, a veces ontología, ética y filosofía de las ciencias sociales.
-¿Por qué cree que cada vez que visita nuestro país se lo consulta tanto sobre temas ajenos a su especialización, como son las cuestiones políticas, sobre el -digamos así- "el momento moral" de la Nación?
-Me parece natural que lo hagan porque la política siempre me ha apasionado, aunque nunca he actuado en ella. Pero mi padre, Augusto Bunge, fue diputado socialista durante veinte años y en mi casa se hablaba de tres temas: literatura, medicina y política. Desde chico leía los diarios. A los siete empecé a leer "La Prensa" y las noticias que me interesaban eran las políticas. En casa se hablaba no sólo de política nacional sino sobre todo de política internacional.
-¿Y qué cree que debe pasar con el país, es optimista o pesimista sobre de su futuro?
-Soy optimista, siempre lo he sido respecto del futuro de la Argentina, pero a condición de que los argentinos se decidan a trazar sus propios planes, sus propios proyectos de desarrollo nacional.
-¿Es factible eso, no cree que hoy existe una gran limitante como lo es la globalización?
-Es cierto. La globalización va agravar la situación y el motivo es el siguiente: la globalización está dirigida desde afuera, no desde adentro. Nos están imponiendo el llamado Consenso de Washington que consiste en ajustarse los cinturones en los ingresos, en los gastos sociales y alentar todas las exportaciones a los Estados Unidos cortando así los lazos tradicionales que tenemos con Europa. Me parece un gravísimo error.
-Pero no es fácilmente evitable...
-Una cosa es globalizar o internacionalizar las buenas costumbres, por ejemplo, sería muy bueno que en este país y en todas las democracias del mundo se adoptara el régimen de seguridad social y de cuidado de la salud pública del Canadá, la medicina socializada, que no excluye a nadie, a nadie. También la educación pública. Pero lo que se difunde, lo que se globaliza, lo que circulan fácilmente son los capitales, lo que no siempre es bueno porque son capitales de grupos financieros que se van al primer rumor, se espantan fácilmente. Nos pasó en el 94 con México y en el 97 con Indonesia. Es completamente absurdo estar a la merced del capital extranjero que no tiene patria.
-¿La globalización no viene también "envuelta" con una suerte de "rebaja" del pensamiento, de trivialización de las ideas?
-Es completamente cierto. Estados Unidos exporta no solamente ideas de primera línea en ciencia y técnica, también exporta una cultura comercial, una "cultura McDonald", de mal gusto, superficial, escapista, cultura de supermercado y que está desplazando a los productos nacionales. En una librería cualquiera, la mayor parte de los libros son malas novelas o manuales de autoayuda o cosas así. Cuesta trabajo encontrar los clásicos de un país. Por ejemplo en Brasil, en Perú, en Ecuador, incluso en la Argentina, las librerías están inundadas de basura cultural.
-¿Y la posmodernidad no viene enlazaba con la globalización?
-En cuanto a la posmodernidad, ella proviene no tanto de los Estados Unidos, eso fue inventado en Francia, acuérdese.
-Y usted viene manteniendo una agudísima controversia con esa idea...
-Así es, de eso se trata. Por eso a la gente que no está acostumbrada a pensar, a la que no le gusta pensar con rigor, repite las estupideces de Baudrillard, de Derrida, de Foucault, todo eso. Lo que el Gianni Vattimo llama il pensiero debole, el pensamiento débil. Es mucho más fácil eso. Denostar contra la razón y la ciencia es también más fácil que aprenderlas. La posmodernidad es irracionalismo, una tentativa de volver a la época anterior a la Ilustración. Le digo que debemos ser pre-posmodernos, vale decir volver al siglo XVIII, a la Ilustración.

Los psicomacaneadores
-¿Cómo ha sido el curso que ha dictado en Santa Fe? \-Muy interesante. Ante todo, de lado de los científicos y de los ingenieros, por supuesto, un acuerdo total. Pero he tenido muchas preguntas de gente de las humanidades, de psicología, que estaban molestos por mis ataques a los posmodernos, a los "psicomacaneadores", a los hermenéuticos. Es gente que me comenta: Sí, pero Habermas dice, o Foucault dice, Braudillard dice..; pero es una actitud escolástica remitirse a textos como si fueran la Sagrada Escritura. En ciencia uno no se remite a textos, los textos sirven a lo sumo para informarse, pero uno hace investigación, busca la verdad, hace cosas nuevas, piensa cosas nuevas, enfrenta problemas nuevos. En particular, con los problemas sociales, uno en lugar de mirar libros lo que trata es mirar la realidad. Sobre todo en un país como éste.
-¿Qué quiere decir con esto? \-¿De qué nos puede servir leer a charlatanes como Foucault o Lacan para entender esa realidad? Absolutamente de nada. Son posmodernos, antirracionalistas y además pertenecen o pertenecían a una sociedad bastante diferente de la nuestra. Aquí lo que hace falta son estudios nacionales.
-¿Extraña el país? \-Lo extraño, por supuesto. Me gustaría volver, aunque sé que tendría muchos enemigos por lo que digo. Además, le insisto, quisiera que fuese un país más ético, que tenga un proyecto. Estoy convencido de que mientras no haya un programa de desarrollo científico y técnico que sea parte de un plan vasto, de un proyecto nacional, siempre se va al fracaso. Pero además, para que un país se desarrolle hay que desarrollar la salud, la cultura, la enseñanza primaria y la secundaria, la industria, modernizar el campo, afianzar la democracia. No es cierto que una vez que la economía está en marcha todo lo demás funciona. Para que realmente funcione la economía tienen que funcionar las otras tres ruedas: la política, la cultura y preservar el medio ambiente.



"A los que no les gusta pensar con rigor repiten las estupideces de Derrida y Foucault".
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