Año CXXXIV
 Nº 49.122
Rosario,
domingo  20 de
mayo de 2001
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La Patria demanda una propuesta inédita
La Iglesia puede ser la convocante de una reforma profunda que permita volver al estado civilizado

Antonio I. Margariti

La mejor manera de conocer el estado de situación del país consiste en prestar atención a los comentarios de observadores honestos, inteligentes y que no estén teñidos por intereses subalternos. Hace pocos días hemos conocido uno de estos comentarios. Por la autoridad moral de quienes lo produjeron, por la claridad y precisión del escrito y por la oportunidad con que fue divulgado, la severa advertencia del episcopado argentino sobre la crisis de valores y el daño moral ocasionado a las instituciones adquiere el carácter de una declaración sustancial para revertir las dificultades extremas que padecemos.
Dicen los obispos que "no son los indicadores económicos los que deben hacernos percibir la gravedad de nuestra situación sino la persistencia y extensión de la pobreza del pueblo y el total desconcierto de los dirigentes. La democracia olvidó que su misión es gobernar para la sociedad y tal omisión ha provocado un gran número de ilusiones frustradas que se acumulan y agravan año tras año sin remedio. Los partidos políticos están desdibujados porque en lugar de someterse a una correcta y clara escala de valores se divorciaron del pueblo y sólo buscan privilegios individuales o de camarillas. Ellos han dejado de ser escuelas de civismo y ya no sirven como instrumentos de selección de los mejores y más idóneos para ocupar cargos públicos. La actividad política que debería ser el acto de servicio más noble prestado a la comunidad se esteriliza por la afanosa búsqueda de poder y riqueza y se pervierte cuando grupos económicos y financieros la utilizan como instrumento de su codicia. Esa anomia ha permitido el vaciamiento espiritual de la educación y el dominio invasivo de una cultura frívola que no transmite la dignidad del hombre, ni la grandeza de su vocación, ni la belleza del amor, ni el sentido del sacrificio, ni la alegría por los logros simples y honestos. El tercer milenio halla a la Argentina en una situación tan sombría que no podemos vislumbrar el rumbo de nuestra historia. Pero en un entorno donde abundan las frustraciones, hay sin embargo muchos buenos ciudadanos que reaccionan ante la crisis, vencen el desánimo, no bajan los brazos, sienten compasión por sus semejantes e intentan convertir sus vidas en signo de esperanza. En su conciencia colectiva se advierte un apremiante deseo de privilegiar la ética, alentar a los honestos y premiar la idoneidad. Más que un plan de reactivación estamos necesitados de recomponer los vínculos sociales que se manifiestan fuera de la política, en la familia, el vecindario, el municipio, la empresa y la profesión. Por todo esto -dicen los obispos- hoy la Patria requiere algo inédito".

Proponer lo inédito
Lo inédito que piden los obispos, consiste en buscar aquellas condiciones y actitudes que hagan renacer nuestras ganas de vivir en la Argentina y desechen la idea de largarlo todo para comenzar una vida nueva en otras tierras. Aquí, donde vivimos, tenemos que recuperar la esperanza y la alegría de vivir, rechazando un escapismo que terminará convirtiéndonos en seres errantes y desolados. Lo inédito sería recuperar la dicha de una vida simple pero plena, el gozo de sustentarnos con nuestro propio esfuerzo, la satisfacción de comprobar que progresamos y dejaremos un país mejor para nuestros hijos. Cada día que pasa vemos con mayor claridad que eso inédito reclamado por la Iglesia tiene que comenzar por una profunda reforma de la política, para que ella respete al bien común y sea la que ordene o encauce la economía en el marco de la moral. Pero no podremos hacerlo si no logramos que la actividad de los políticos sirva para servir a la sociedad y no para saquear al Estado.
Lo inédito sería pasar del actual estadio salvaje, agresivo y esquizofrénico a otro estilo de vida amable, humano y civilizado. Al respecto se nos dice que necesitamos un diagnóstico para actuar, pero si el propio mensaje de los obispos se quedara en mero diagnóstico no hará otra cosa más que añadirnos nueva frustración. Estamos necesitados de actuación para poder curarnos de tantos diagnósticos inoperantes sobre nuestros males.
El principal problema es quién lo hace: recurrir a los políticos es perder el tiempo, a los economistas se les han quemado los papeles, los juristas influenciados por la tradición kelseniana o imbuidos de los errores garantistas han producido un sistema legal perverso y esterilizante. Queda la Iglesia, que posee una serie de instituciones culturales y científicas sumamente valiosas, unidas por una filosofía que les asegura la coherencia racional. También cuenta con universidades de congregaciones religiosas y de la prelatura apostólica.
Estas entidades tienen un bagaje riquísimo y se comportan como un reservorio del intelecto y del sentido común. Estarían en condiciones de recibir de los obispos una directiva muy clara y precisa. Con tolerancia religiosa, libertad académica y juicio crítico, ponerse a trabajar en un proyecto de reforma constitucional y legal tan completo que las advertencias, buenas intenciones y declaraciones de los documentos episcopales encuentren una propuesta concreta, factible y deseable. La Iglesia no es extraña a esta exigencia porque estuvo presente en la creación de la Patria, antes que existiera el Estado, y fue fray Mamerto Esquiú quien logró el milagro de que un país anárquico, gobernado por caudillos cuya voluntad era la ley, acataran y respetaran la sabia constitución de 1853, que permitió convertir un desierto en la tierra de promisión para millones de hombres de buena voluntad. Hoy nos hace falta un nuevo Juan Bautista Alberdi que diseñe las "Bases de la nueva república" y defina las reglas del "Sistema económico y rentístico" para que Argentina vuelva a ser un lugar que ofrezca seguridad, justicia, bienestar y libertad.
La Iglesia es la única institución imparcial que puede convocar a los mejores, a los más inteligentes y desinteresados sean o no católicos, para proponer las ideas inéditas que permitan rescatar la Argentina ideal.

El proyecto inédito
Para ponernos de pie y echar a andar hacen falta ideas inéditas como las siguientes:
1) Establecer que cuando un gobierno contrae deudas para financiar gastos públicos, los inversores correrán el riesgo de incobrabilidad y sus únicas garantías serán los activos de ese gobierno y la responsabilidad personal y solidaria de los funcionarios firmantes.
2) Distinguir entre ley, legislación y resoluciones, otorgando superior jerarquía normativa al derecho privado sobre el derecho público. Esta distinción, que puede parecer novedosa, por largos períodos formó parte de la tradición del derecho occidental y permitiría formar un Senado dedicado exclusivamente a promulgar leyes para reformular las normas del derecho privado. En cambio, la Cámara de Diputados, se encargaría de sancionar decretos legislativos para organizar y estructurar los organismos del Estado y ejecutar las distintas políticas, subordinadas a las leyes del Senado. Por último, las resoluciones administrativas sólo estarían destinadas a servir de manual de procedimientos para los funcionarios sin ser obligatorias para los ciudadanos.
3) Reducir el número de senadores, disminuir a la mitad el número de diputados, disolver los concejos deliberantes y reemplazarlos por Concejos Consultivos, permitir que los candidatos a cargos electivos puedan ser propuestos por asociaciones accidentales que reúnan un mínimo de adherentes. Establecer para el Senado el mecanismo de elección por grupo de edades, es decir que una vez en la vida, al llegar por ejemplo a los 50 años, los ciudadanos de esa edad puedan elegir senadores de su misma generación sin posibilidad de ser reelectos.
4) Eliminar la lista sábana que impone candidatos desconocidos, anular las leyes de lemas que introducen el fraude electoral al sumar votos a un postulante no elegido. Establecer claramente que quienes voten presupuestos con déficit o lo generen en la administración pública incurren en delito de fraude social porque facilitan la creación y uso de falsos títulos de crédito.
5) Establecer en cada jurisdicción política un límite infranqueable del 0,4 públicos y asesores.
De este tenor tendrían que ser las ideas inéditas para plasmar "un proyecto sugestivo de vida en común" a fin de que nuestra Patria vuelva a ser una tierra entrañable donde valga la pena vivir y criar a nuestros hijos. Si la Iglesia no convoca, ¿quién lo hará?. Si no es ahora, ¿cuándo? Si no es de este modo, ¿cómo?



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