Año CXXXIV
 Nº 49.120
Rosario,
viernes  18 de
mayo de 2001
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Reflexiones
¿Qué demora el proceso de licitación del puerto?

Carlos Duclos

Es un contrasentido, un despropósito que aún la ciudad de Rosario, con una ubicación geopolítica envidiable y con condiciones naturales y urbanísticas casi únicas, no tenga aún a su puerto en operaciones. Es todavía más preocupante el hecho si se tiene en cuenta que, en el marco de una crisis económica con pocos antecedentes en el país, el funcionamiento de una unidad portuaria coadyuvaría, de manera importante, a la reactivación del mercado rosarino. Pero como se verá, el asombro no se agota con estas reflexiones, sino que se extiende cuando cobran cuerpo algunas versiones tan desgraciadas por su contenido como preocupantes por sus consecuencias para los rosarinos: son aquellas que dan cuenta de que algunos directores del Ente Autárquico del Puerto Rosario (Enapro) son reacios a convalidar la licitación y otorgar la concesión del puerto al único oferente que se presentó en el acto: la firma que tiene a su cargo nada menos que la explotación, entre otras unidades portuarias, del puerto de Tarragona en España.
Hasta ahora se procedió a la apertura del primero de los tres sobres presentados por el grupo, sobre que contiene los antecedentes de las empresas que conforman a este único oferente. A poco que se repasan las referencias de cada una de estas firmas, se advierte la importancia que tienen. La empresa Tarragona Port Services, dedicada a carga y descarga, estiba de buques, trenes, camiones y contenedores, opera con muelles e infraestructura en los puertos de Cataluña, Navarra y Castilla, en España. Silos de Tarragona, otra de las firmas integrantes, en el año 2000 tuvo un volumen de descarga de silos que llegó a 1.222.862 toneladas. La Compañía Obrascon Huarte Lian, por ejemplo, realiza sus actividades a través de la filial Sato que tiene más de sesenta y cinco años de experiencia en obras marítimas y portuarias y cuenta con una cartera de negocio valorada en quince mil millones de pesetas.
Otra de las empresas que integra el grupo oferente es Naviera del Odiel, creada en el año 1978, que entre otros antecedentes tiene el de haber adquirido nada menos que el sesenta por ciento de participación en la Compañía Transatlántica Española. Fruport es otra de las firmas de importancia que integran el grupo y fue creada en el año 1992, pero participada de Frigoríficos Tarragona cuyos orígenes se remontan al año 1963. Fruport, con instalaciones de más de veinte mil metros cuadrados totalmente refrigerados en puertos de España y Portugal, tiene como objetivo manipular productos perecederos, especialmente frutas.
Como se advierte, el potencial de las empresas que forman parte del grupo oferente es importante, y ello avala por sí que el pago del canon que este grupo ha ofrecido al Enapro, unos ciento cincuenta mil pesos mensuales, está referencialmente garantizado.
De todos modos, aquello que en realidad importa a la ciudad de Rosario, que es el movimiento de su puerto, con todo lo que ello implica para el mercado local, también está asegurado si se tiene en cuenta el volumen de activos, movimiento y experiencia mundial que ofrece el único grupo que se ha interesado en obtener la concesión portuaria. La empresa tendría como propósito fundamental el embarque de automóviles, frutas, fertilizantes, cemento y productos cárneos. No sólo la provincia de Santa Fe está interesada en el proyecto, sino también la provincia de Córdoba, cuyas fuerzas vivas ven en el puerto rosarino no sólo una salida al Mercosur, sino al mundo.
Pese a todas estas ventajas, insólitamente acaba de trascender que hay disparidad de criterios en el seno del Enapro, en cuanto a proseguir con la licitación. Mientras la presidenta del ente, María Herminia Grande, con buen criterio alienta que se avance en un licitación que favorecerá sin dudas a la ciudad y a una amplia región, hay directores que, según las versiones, ponen reparos aunque sin fundamentar adecuadamente los motivos. Nadie duda de que si Rosario pierde esta oportunidad, después del fallido y fracasado proyecto filipino para el puerto, difícilmente pueda haber otra. Y una insensatez de tales características, en medio de la crisis que afronta la Nación, los santafesinos no podrán perdonarla.


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