Año CXXXIV
 Nº 49.120
Rosario,
viernes  18 de
mayo de 2001
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Penas de hasta tres años para reclusos de la cárcel de Riccheri y Zeballos
Condenan a 10 presos que tomaron a guardias de rehenes en un motín
Se alzaron en 1999 al frustrarse una evasión. Dominaron a los empleados y se entregaron a las cinco horas

María Laura Cicerchia

Diez presos fueron condenados a cumplir penas de hasta tres años de prisión por tomar a dos guardias como rehenes durante un motín en la Unidad Penitenciaria Nº 3, de Riccheri y Zeballos. La revuelta -según consta en la causa- se inició al frustrarse una fuga por los techos del penal. Entonces, por temor a posibles represalias, los detenidos se amotinaron con dos rehenes en reclamo de traslados. Así incurrieron en un delito: el de privación ilegal de la libertad agravada por la violencia y amenazas. Por eso fueron condenados con penas que incrementarán sus años de encierro.
El fallo -que aún no está firme y fue apelado por siete de los imputados- lleva la firma del juez de Sentencia Nº 1, José María Casas. El magistrado condenó a tres años de prisión a los reclusos que a su entender tuvieron una participación más activa: Carlos Gabriel Viale, José Itatí García, Carlos Daniel Irruti, Luciano Damián Zeballos, Víctor Mariano Núñez y Mario Eduardo Lartigau.
A los restantes les impuso penas de 2 años y 6 meses de prisión. Estos son Fabián Alejandro Brollio, César David Bataglino, Bernardo Bogado y Neftalí Rubén Valenzuela. La mayoría contaba con condenas previas.
El 2 de noviembre de 1999 estos diez presos se amotinaron tras tomar como rehenes a los guardiacárceles Claudio Marcelo Derito y Javier Alejandro López. Según lo establecido en la causa, la protesta se originó al frustrarse una evasión masiva de reclusos por los techos del penal.
La existencia de un intento de fuga había sido desmentida en ese entonces por funcionarios judiciales y del Servicio Penitenciario. Sin embargo, la investigación acreditó que los presos iniciaron el motín al verse rodeados y temer por su integridad física.
Para el juez Casas, los hechos se desarrollaron tal como lo describieron los agentes del servicio penitenciario: en dos etapas. Primero existió un intento de fuga que fracasó por un error de los mismos prófugos. Luego los reclusos se encerraron con los rehenes en las celdas en reclamo de traslados.

La fuga
Según la reconstrucción judicial del hecho, todo comenzó minutos antes de las 17, cuando el agente Derito abrió la puerta del pabellón B a un interno que debía asistir al médico. La situación fue aprovechada por un grupo de presos que ejerció presión hasta abrir la puerta. Armados con una chuza, redujeron a Derito y se apoderaron de las llaves del pabellón.
Luego un detenido corrió hasta el pabellón A y despojó de las llaves al agente López. Entonces los reclusos se dividieron. Ocho subieron con Derito como rehén al techo de la enfermería. Los restantes -Zeballos y García- encerraron a López en el baño de una garita.
Pero los que estaban en el techo enseguida detectaron que la evasión había fracasado. Habían olvidado los ganchos con sábanas anudadas que pensaban usar para escalar a una terraza más alta, que los conduciría al exterior. "Se pudrió todo", gritó uno de los reclusos. En ese preciso momento otros tres guardias detectaron la fuga.
"Cuando ingresaron al grito de «alto» -contó Derito- los presos respondieron que se fueran porque me tenían de rehén. Cuando bajamos, los centinelas ya estaban cubriendo los lugares estratégicos. Ingresamos al pabellón de autodisciplina y nos quedamos adentro con los demás internos. No fui agredido físicamente pero sí presionado: decían que si pasaba algo, yo era el escudo".
Al agente López lo encerraron en la celda 21 del pabellón B. "Me envolvieron con un colchón de lana, me ataron y pidieron kerosene. Gritaban que si llegaban a ver un guardia armado en la terraza me prenderían fuego. Pasé momentos terribles envuelto en ese colchón", relató López.
Una vez amotinados, los presos exigieron pastillas calmantes, teléfonos celulares, la presencia de las cámaras de televisión para garantizar su integridad física y, sobre todo, traslados.
A partir de ese momento comenzaron las negociaciones con la jueza de Instrucción Carina Lurati, que acudió al lugar, con la mediación de la Coordinadora de Trabajo Carcelario.
El conflicto se resolvió tras cinco horas de negociación con la derivación de los diez detenidos a la alcaidía mayor de Jefatura.



Familiares de detenidos piden noticias el día del motín.
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