Año CXXXIV
 Nº 49.115
Rosario,
domingo  13 de
mayo de 2001
Min 6º
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"Vestido para la muerte": Un ciudadano libre de sospecha

Osvaldo Aguirre

El relato policial se trama casi por definición en torno a la experiencia de una muerte. Las circunstancias pueden ser de lo más diversas, el detective asombrará por su perspicacia o su visión del mundo y la anécdota incluirá proyecciones sobre las contradicciones sociales o los trastornos de la personalidad pero si no ha ocurrido el drama la narración no tiene objeto, o por lo menos no pertenece al género. Donna Leon respeta esa regla en esta novela y abre el juego con el hallazgo de un cadáver en un basural: el de un travesti, específicamente.
El desarrollo de la novela combina rasgos característicos con otros que suponen declaraciones personales de una escritora con una consciencia rigurosa del género. Leon tiene su criatura-fetiche: se trata del comisario veneciano Guido Brunetti, encargado de investigar el caso propuesto en el origen de la historia y que ha aparecido ya en otras novelas de la autora (que, curiosamente, repite la palabra muerte en sus títulos). El personaje es atípico en su métier, porque detesta a los policías duros, se dice, tanto como cualquier simple ciudadano o cualquier criminal, o porque no suscribe la culpabilidad de un sospechoso hasta que tiene las pruebas que lo asocian al crimen. Su modo de proceder puede condensarse en una frase: "Para Brunetti sólo tenía importancia la muerte en sí; todo lo demás era accesorio".
Así, al margen de la rutina de la investigación, se desprende poco a poco la certeza de que el hecho criminal nunca se da tal como aparece a primera vista. La muerte violenta supone un signo que ha de ser interrogado para descubrir la historia de la cual esa experiencia ha sido la conclusión. En este caso Brunetti descubre que está ante un montaje, que el cadáver ha sido caracterizado para desviar la atención del móvil del crimen: no pertenece a un travesti sino a un director de banco.
La investigación se traslada de los bajos fondos a la alta sociedad, que se relacionan no como mundos separados sino como ámbitos de un mismo espacio. La lista de sospechosos se cierra en torno a un abogado que es una de esas personas honorables que tiene toda sociedad y que en la ficción encarna en el presidente de una liga que se ocupa de velar por las buenas costumbres y la moral. Aquí se abre una línea de reflexión: sectas como la descripta, se dice, "configuran la tendencia política del futuro; grupos que tienden a la fragmentación, al desmembramiento", según los procesos conocidos en Europa oriental y Yugoslavia. Brunetti descubre que esa institución supuestamente benéfica tiene un aspecto redituable, ya que no paga impuestos ni rinde cuentas de sus ingresos; además, nadie tiene una idea clara de cuáles son sus actividades. Y cuando el detective comienza a entrever la naturaleza de sus ocupaciones puede poner en relación el crimen y armar la solución de su rompecabezas.
Sin embargo, la verdad nunca podrá ser conocida y en ese punto se insinúa una paradoja grotesca: la víctima del asesinato parece convertirse en el culpable. Este dato enriquece la novela de Donna Leon, porque la aparta de fórmulas estereotipadas y refuerza la simpatía del lector hacia el comisario Brunetti, un personaje al que las cosas no le salen del todo bien, y que además cuando triunfa debe resignar su éxito a las ansias de publicidad de sus superiores. También son factores de interés, y de diversión, las líneas laterales que atraviesan la historia: un director de cine porno que le pone los cuernos al jefe de policía, las vacaciones accidentadas de la familia Brunetti, la discriminación de las minorías en la sociedad europea y ciertas reflexiones sobre sexo y amor ("Continuamente estamos engañándonos a nosotros mismos sobre si amamos a una persona o por qué la amamos, o por qué mentimos -dice un personaje secundario-. Pero por lo menos con nosotros mismos tendríamos que ser francos acerca de con quién queremos acostarnos").
Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) enseña literatura inglesa y latinoamericana en Venecia. Las otras novelas protagonizadas por el comisario Brunetti son "Muerte en La Fenice" (1992), "Muerte en un país extraño" (1993) y "Muerte y juicio" (1995).



Donna Leon es consciente del género que aborda.
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