Año CXXXIV
 Nº 49.115
Rosario,
domingo  13 de
mayo de 2001
Min 6º
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La última metamorfosis de una obra
"Xenia", de Eugenio Montale, en una edición bilingüe
El sello Melusina presenta textos del poeta italiano, con traducción y una nota preliminar de Ricardo H. Herrera

Ricardo H. Herrera

Por debajo de la llana apariencia de "Xenia", conjunto de veintiocho poemas escritos por Eugenio Montale entre 1964 y 1967 tras la muerte de su mujer, coexisten dos agudas paradojas que ningún lector atento de poesía dejará de percibir al recorrer sus páginas. La primera nace de la contradictoria estrategia de fondo que organiza el cuaderno: servirse del realismo para acumular pruebas contra la credibilidad de lo real. Discurrir sobre este mundo, nos sugiere el poeta, no es menos osado que pontificar sobre el otro. La segunda paradoja, tan incisiva como la primera, toma impulso a partir de la conciencia del absurdo que significa utilizar la palabra poética para continuar un diálogo en el que la prosecución de una finalidad estética se percibe como francamente inoportuna. Por ello mismo, a partir de "Xenia", con una escritura más próxima al apunte que a la pieza elegante y perfectamente acabada, la evocación de lo femenino pierde su aura mítica y se inscribe con acusado perfil prosaico en el ámbito de lo cotidiano.
La pérdida de la identidad, tanto del ser querido como de los objetos que acompañaron su existencia, vivida con una proximidad antes desconocida por Montale, genera un cambio radical en su antihistoricismo de siempre: lo distancia de las manifestaciones pararreligiosas de muchos textos de su libro inmediatamente anterior, "La tormenta y otros poemas". El mito dantesco es revisitado en clave irónica: la Beatriz de este ciclo de poemas no conduce a su poeta desde el infierno al paraíso, sino que lo abandona en una cotidianidad corroída por el extrañamiento. Consecuentemente, las palabras se debaten entre la certeza de la insignificancia de lo real y la porfía de un sentimiento que avanza en sentido contrario, un sentimiento cuyas manifestaciones no alcanzan a constituir una efectiva contraprueba de aquella evidencia.
La náusea lingüística que supone resignarse a la necesidad de hablar cuando no se ignora que lo más apropiado sería callar, se ve atemperada por la inclusión de su conciencia en el poema; de este modo se modera lo que la enunciación lírica tiene de declamativa frente al hermético silencio de la presencia querida que desaparece. Este hablar en sordina del misterio del otro, como si se tratase de una conversación de características domésticas, no constituye un ardid retórico elaborado en frío, concebido para reducir a cero la artificiosidad expresiva que implica estar solo en la escena dirigiéndole la palabra a una interlocutora ausente, mientras de poema en poema va ahondándose una situación patética. En la superficie, el ostensible antipetrarquismo de la expresión constituye sin duda un homenaje a la verdad cotidiana de un vínculo, pero en el fondo de la operación literaria instrumentada por Montale, legitimándola aún más, puede percibirse que la incomodidad lingüística también tiene su razón de ser en una padecida inadecuación existencial. En efecto, se diría que quien nos habla desde estos poemas -por la exclusión de las reglas del juego social que trae aparejada la soledad de su viudez- se siente como disminuido, como degradado por el infortunio: vale decir, no puede ni quiere alzar la voz.
A mi juicio, la singularísima expresión de "Xenia" nace de este punto: un punto en el que ser viudo, identidad chocante, viene a sumarse al hecho de ser poeta, condición ridícula, y en el que estar vivo se parece bastante a la extraña superioridad de saberse fantasma. El reiterado combate montaliano contra la realidad se libra aquí en un frente donde el vacío carece de la contrapartida de la iluminación mitológica de la imagen poética, donde las apariencias se esfuman al mismo tiempo que el ser se ve reducido al esquelético contorno de un puñado de anécdotas. Es en este derrumbamiento del horizonte mítico-religioso donde cobran significación los punzantes balbuceos elegíacos de "Xenia", un cuaderno en el que, por fidelidad a la indefensión del impulso afectivo, la palabra poética se desnuda de todos sus oropeles, buscando, ya que no el silencio, sí un registro lingüístico donde toda aspiración trascendentalista sea espontáneamente confrontada con el humor y la prodigalidad vital de que hacía gala durante su existencia Drusilla Tanzi, apodada "Mosca", la destinataria de "Xenia".
(introducción a "Xenia")



Montale escribió "Xenia" como un regalo a su mujer.
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