Año CXXXIV
 Nº 49.114
Rosario,
sábado  12 de
mayo de 2001
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¿Y el campo para cuándo?

Susana Merlo

El gobierno acaba de anunciar una nueva tanda de medidas sectoriales, en este caso para textiles e indumentaria y calzado, las que se suman a las ya otorgadas al sector metalmecánico y de bienes de capital y, más recientemente, a una parte de los frigoríficos.
Si bien no constituyen un plan -como pretenden insistir desde el gobierno-, sin duda las herramientas dispuestas apuntan hacia una mejora de la competitividad de los sectores beneficiados. El esquema, sin embargo, presenta varias objeciones y no pocos interrogantes centrándose, uno de los principales, en los parámetros utilizados en el criterio de selección. Dicho de otra forma: ¿por qué estos sectores y no otros? ¿Quién los define y por qué?
De acuerdo a la información pública, esta última tanda está justificada, en parte, "porque implica una absorción de mano de obra de 70.000 personas". Lo que, sin duda, puede ser cierto pero no es ni determinante ni excluyente ya que, si ese es el parámetro de selección, entonces el campo tendría que haber estado entre los primeros ya que la mano de obra directa que involucra es, por lo menos, 6 o 7 mayor, sin hablar de la indirecta o derivada.
Otra razón puede ser que se trata de sectores "urbanos", con lo cual su capacidad de presión, difusión pública y/o lobby es muchísimo mayor que la del sector agropecuario.
Lo concreto es que a partir de los beneficios anunciados, se descarta la estampida de reclamos de todos los restantes sectores hasta el momento no incluídos en los beneficios, lo que involucra al campo.
Hoy se comienzan a vivir una serie de situaciones perfectamente previstas -y anunciadas- desde hace mucho tiempo: un fuerte operador de la exportación agrícola prácticamente entró en cesación de pagos y aunque aún no anunció una convocatoria formal, de hecho lo está. Algunos molinos pasan por un jaque similar, sin hablar del sector frigorífico, y así sucesivamente.
Hoy se sostiene que la magnitud de préstamos del área de agroinsumos a los productores supera los U$S 2.000 millones, cifra que parece inaudita, pero que no fue desmentida. Todo esto, apenas como ejemplos aislados de una situación, lleva a pensar que son muchos los que van a quedar por el camino pues, de algún lado tendrá que salir el dinero. Alguien deberá "pagar", aunque sea parcialmente.
¿Qué hubiera sucedido si el productor hubiera estado más informado hace 5, 8 o 10 años atrás? ¿Cuál sería la situación con más empresarios en lugar de productores? ¿Qué pasaría en el campo con un criterio más de negocios y con menos "amiguismo"?. Porque a nadie del sector hoy le sorprende que se hagan operaciones de miles de dólares "de palabra". Por supuesto, así después queda el tendal.
A nadie del área le sorprende que el campo "entierre" anualmente cientos de miles de dólares y no tenga cobertura, ni seguro, ni se calce, ni nada. Pero esta falta de estrategia empresaria, no es ni más ni menos, que la misma falta de estrategia y plan integral que hasta ahora parece tener el gobierno y que determina que el campo, a pesar de su rol, de la mano de obra que ocupa, de su impacto en la canasta familiar y de su porcentaje en el ingreso de divisas anuales, todavía esté en la larga fila de la lista de espera de los que "no les tocó" recibir ningún beneficio.


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