Año CXXXIV
 Nº 49.111
Rosario,
miércoles  09 de
mayo de 2001
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La cultura del bienestar

Berta Sperber (*)

Las personas vivimos resignadas a una idea de la vida llena de sufrimientos. Lo aceptamos, como "así es la vida", cuando en realidad "así construimos nuestra vida". Somos inconscientes de cómo armamos nuestra vida. Creemos que estamos a merced de ella, temblando por lo que nos puede deparar, sin ninguna conciencia de lo poderoso que somos. Y como proponemos todo el tiempo, la vida solamente contesta.
Víctimas de las limitaciones de nuestro sistema perceptivo que recorta la realidad y la desfigura, estamos creyéndole como si fuera un extraordinario radar, y los verdaderos radares que tenemos los desconocemos o despreciamos.
Somos prisioneros de nuestra historia y nuestro paradigma o cultura individual, familiar y social. Creencias y valores que lo configuran adquieren criterio de verdad cuando en realidad sólo son una invención más de cómo se puede armar una vida humana.
Mientras no tomemos conciencia de esto seguiremos reconstruyendo prisiones internas y externas, miseria y malestar. Todo lo que limita la vida instala sufrimiento en ella. Tomar conciencia de la vida externa sólo reproduce el mundo interno, y éste responde a una cultura, creencias y valores incorporados en la infancia. Devuelve poder sobre nuestra vida y marca el camino para comenzar a extender los límites.
Así como se definan los límites será de estrecha o amplia. No importa cuánto tiempo lleve, lo importante es recuperar el poder sobre nosotros mismos, saber que somos quienes marcamos el territorio.
¿Qué idea tenemos de la vida? ¿Implica malestar? ¿Creemos que nacemos malos o que algunos lo son de nacimiento? ¿Tememos a la pobreza o a la carencia? ¿Vivimos desconfiando, tensos, a la defensiva? Si reconocemos como propias algunas de estas creencias y valores es porque nuestro mundo interno pertenece a la cultura del malestar. Si en cambio nos oponemos a esto y esforzamos por vivir diferente, la cultura de malestar y el intelecto luchan por el opuesto, generando tensión interna, contradicción y sabotaje en el mundo externo, con vivencias de insatisfacción oculta. Y esto es una construcción humana que limita nuestro potencial y crea condiciones inadecuadas para el ser que realmente somos.
Nuestro ser necesita de una cultura diferente, cuyas creencias y valores apuntalan la idea de que la vida carece de comienzo y final. Es de transformación de los estados de energía, no tiene límites, es esperanza. El criterio es ganar-ganar, integración del pensar-sentir, alegría y disfrute, contacto con uno mismo y con los otros, respeto, confianza, solidaridad, generosidad.
(*) Socióloga y psicóloga


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