Año CXXXIV
 Nº 49.102
Rosario,
domingo  29 de
abril de 2001
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Un escritor tras las huellas de Sur
Editan dos libros de Edgardo Cozarinsky en forma simultánea
Emecé publicó los cuentos de "La novia de Odessa" y Sudamericana los artículos de "El pase del testigo"

Fernando Toloza

Durante muchos años las editoriales Emecé y Sudamericana fueron como los River y Boca del mundo de los libros. Era poco menos que impensable que un escritor se pasase de un sello al otro. Por ejemplo, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares eran Emecé; Gabriel García Márquez y Julio Cortázar eran Sudamericana. Exitosos, los autores eran conservados celosamente por sus casas editoras y no había pases directos, igual que les sucedía a los jugadores de Boca y River, que jamás iban directamente de un club a otro. Siempre era necesario un club en el medio.
Pero las cosas cambian. Sudamericana y Emecé ya no son ni siquiera argentinas y los escritores cambian más fácilmente de casa editora que los jugadores de fútbol de club. Sin embargo, todavía queda lugar para la sorpresa. Entre las novedades del año, que tienen como destino inmediato la Feria de Libro que se celebra por estos días en Buenos Aires, se cuentan dos libros de Edgardo Cozarinsky, uno publicado por Emecé y el otro por Sudamericana. El mismo mes aunque de distinto género y casi con las misma foto de solapa, obra del mismo fotógrafo, enviada por el autor desde Europa a las editoriales, quien también dedicó sus dos libros a su amigo muerto Alberto Tabbia. Emecé publicó el libro de relatos "La novia de Odessa" y Sudamericana, la recopilación de artículos "El pase del testigo".
Edgardo Cozarinsky vivió en la Argentina hasta 1974. Ese año se trasladó a Francia donde desarrolló una obra como cineasta que incluye películas como "La guerre d'un seul homme" y "Le violon de Rothschild". El itinerario de Cozarinsky corría el riesgo de ser el de una de las viudas de la revista Sur. Su viaje a Francia , su dedicación al cine y el contacto con Roland Barthes cambiaron esa perspectiva, aunque el origen, al menos en su literatura, sigue siendo el mismo: la confianza y entrega completa al mundo de los libros; la literatura como forma de entender y ver el mundo.
Cozarinsky es un heredero de la tradición de Sur. Pero no es un conservador de los ritos de la revista. Como confiesa el escritor en uno de los últimos artículos de "El pase del testigo", Sur (y otras revistas, como las cubanas Orígenes y Ciclón) fue un mundo al que él se asomó cuando ya estaba a punto de desaparecer. El contacto fue deslumbrante. Tanto, que aún lo acompaña, a décadas de que la revista empezó a perder su vigencia (en los años sesenta).

Un libro singular
El nombre de Cozarinsky está asociado a un libro que hizo época: "Borges y el cine". El autor puso en circulación con ese volumen una forma nueva de acercamiento al autor de "El aleph". Reveló la importancia que el séptimo arte había tenido en la formación de Borges, sus críticas de cine y sus colaboraciones, entre otros con Hugo Santiago, el director de "Invasión", con guión de Borges.
También escribió un libro sobre Henry James ("El laberinto de la apariencia") y otro sobre el chisme ("El relato indefendible"), para el que recibió la guía de Roland Barthes, a quien recuerda en "El pase del testigo". En narrativa publicó "Vudú urbano", un libro que llegó precedido de los elogios de Guillermo Cabrera Infante y de Susan Sontag.
En cuanto al cine de Cozarinsky, su difusión argentina casi no existe. Cada tanto en un canal de cable pasan "De guerreros y cautivas", un filme inspirado en Borges, y el año pasado el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires le dedicó una retrospectiva, que desafortunadamenteno llegó a otras ciudades.
La literatura del autor es igualmente poco conocida, además de exigua. "Vudú urbano" se publicó hace 16 años. Tanto tiempo no hizo más que contribuir a la falta de difusión, que ahora se repara con la publicación de dos libros en forma simultánea.
Cozarinsky está poco difundido pero no olvidado. La diferencia es importante, porque marca el prestigio que rodea al autor, a pesar de que su obra tiene contactos esporádicos con el público argentino. Las razones de ese prestigio son la calidad y cuidado de sus producciones y también el aura mítica de ser uno de los pocos creadores que se vincularon a Sur y aún producen, en un camino personal, alejados de la sombra tutelar de la revista.

Desencuentro e identidad
El libro de relatos "La novia de Odessa" es de una factura refinada. Los cuentos hablan de desencuentros, de falsas identidades y de secretos vergonzantes aunque a la vez fascinantes. Tienen la marca del exilio. En muchos de ellos se trata de gente que va de un lado a otro, que abandona lugares pero que un día advierte que en el sitio natal sucedió algo que definiría su porvenir. En "La novia de Odessa" la historia comienza en Europa y sigue en la Argentina, pero el origen de todo está en Europa. Hay un secreto que viene desde tierras lejanas y tiene la fuerza de cambiar la versión de los hechos que tiene una familia. Es el descubrimiento de que no se es quien se creía ser.
Los cuentos recuerdan a los relatos de Silvina Ocampo, aunque tienen una mayor participación de lo social. En ellos se advierte el desprecio de unas clases sociales por otras y también la marca de una condición religiosa, que hace padecer la afrenta a quienes la profesan.
"El pase del testigo" es una recopilación de artículos de las últimas dos décadas. Se mezclan las aproximaciones a la literatura con temas de actualidad y de viajes. El volumen se puede leer como un diario de Cozarinsky, de su gustos y rechazos. Entre los mejores artículos se cuentan "Fantasmas de Tánger" , "Otro pudor de la historia" y "AT".
En "Fantasmas de Tánger" Cozarinsky relata un viaje y su encuentro con Paul Bowles. El artículo traza una geografía histórica y literaria de ese sitio que hizo famoso el autor de "El cielo protector" al quedarse a vivir allí para siempre.
En "Otro pudor de la historia" Karl Krauss es el tema. El motivo para hacerlo es el centenario de la publicación del diario La Antorcha, que dirigió durante décadas el escritor. Al elegir a esta figura, Cozarinsky marca sus diferencias con la cultura oficial, que llenó al año 1999 de homenajes Borges y Vladimir Nabokov, entre otros. Krauss fue un autor genial y exaltado, cuenta Cozarinsky, que conservó su independencia de opinión y llegó a redactar el sólo durante muchos años su diario. Así La Antorcha era el diario de un solo hombre, un exceso y también una experiencia singular, casi digna de Fernando Pessoa.
La discreción parece guiar la publicación de los libros de Cozarinsky. Sería bueno que el lector no los dejase pasar y se anime a los dos, porque los relatos y los artículos se complementan, más allá de editoriales, en una búsqueda minuciosa que guarda las reglas de urbanidad, aunque por debajo esté la feroz pasión por la literatura.



Cozarinsky se fue en 1974 de Argentina hacia Francia.
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