Año CXXXIV
 Nº 49.102
Rosario,
domingo  29 de
abril de 2001
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Bent Larsen, el gran ajedrecista, jugó simultáneas en Rosario

Sebastián Riestra Rodolfo Parody

La dialéctica no es su fuerte. Prefiere expresarse en el tablero de ajedrez, donde sobresale por su audacia. Concibe al juego como una aventura y eso llevó a que experimentara nuevas ideas que le sirvieron para vencer repetidamente a los imbatibles ajedrecistas soviéticos. Al danés Bent Larsen, el desafío de afrontar una partida a todo o nada, sin medias tintas y detestando la especulación, lo condujo a un sitial de privilegio en la historia del juego ciencia.
Los mejores del mundo cayeron ante este jugador tan temido como temerario, que tuvo su momento cumbre entre 1967 y 1968, al triunfar consecutivamente en los ocho torneos internacionales que disputó, incluyendo el Interzonal de Susa, un récord no igualado. Fue el primer tablero de Occidente en el duelo entre la Unión Soviética contra el Resto del Mundo en 1970, por encima del genial Robert Fischer, quien debió resignarse a jugar en el segundo lugar del equipo. Lo único que le faltó fue el título mundial, una de sus grandes frustraciones, pero el duelo contra el mismo Fischer, que perdió por un inesperado y lapidario 6-0, le arrebató la ilusión de continuar su carrera hacia el máximo galardón. La derrota fue un duro golpe para el gran maestro internacional, del cual le costó reponerse. Pero no eso invalida su deslumbrante trayectoria, revestida de sorpresa y agresividad, y a la vez de pasión.
Alto y hierático, pero no frío, el Gran Danés reside actualmente en Buenos Aires, casado con una argentina. Lleva marcado a fuego el haber sido responsable de quebrar la supremacía de los soviéticos en la década del 60, cuando esa meta parecía utópica. No es habitual que viaje al interior del país a jugar partidas simultáneas como lo hizo ayer en Rosario, y si bien no lo manifestó abiertamente, da la sensación de que la Federación Argentina de Ajedrez no explota sus cualidades como debiera hacerlo.
El intento usual de definir si el ajedrez es arte, ciencia o juego tiene en Larsen una explicación en la que se reúnen esos conceptos: "Es sobre todo un juego. Y ese juego se puede transformar en ciencia. Y seguramente a veces llega a ser arte. Pero yo no sé qué es arte. El ajedrez, sobre todo, es un juego que tiene mucha antigüedad y mucha literatura, como no la posee ningún otro".
-En su estilo siempre se percibió el afán por eludir la rutina. ¿Es posible que la creatividad se mantenga en pie en una época donde la información da la vuelta al mundo tan rápidamente?
-Sí, eso tal vez lo hace un poco más difícil, pero todavía queda lugar para las búsquedas originales.
-Siempre fue un estudioso que dedicó muchas horas a planificar sus estrategias. ¿No lo convierte eso a usted también en un jugador rutinario?
-Eso no tiene nada que ver con la rutina. Justamente yo estudio para intentar escaparle, introduciendo ideas nuevas.
-En sus partidas muchas veces ha corrido más riesgos de los recomendables. ¿Qué opina de los grandes maestros que no combaten y acuerdan tablas en pocas movidas?
-Los desprecio. Además de un juego, el ajedrez es un espectáculo.
-Usted jugó contra todos los campeones mundiales posteriores a Alekhine: Botvinnik, Smyslov, Tal, Petrosian, Spassky, Fischer, Karpov y Kasparov, y ha vencido a casi todos ellos. ¿Cuál lo impresionó más?
-También jugué contra Euwe (risas). Botvinnik, por su fuerza y voluntad, fue quien más me impresionó. Es discutible si era un hombre agradable, pero tenía una fuerza de voluntad impresionante. El se creó su propia posición en la Unión Soviética y la defendió siempre.
-¿Qué pasó en Denver en el 71, en las semifinales de candidatos, cuando perdió estrepitosamente el match con Fischer por un extraño 6 a 0?
-Pasó que se produjo la ola de calor más terrible de los últimos treinta y cinco años, y yo no podía dormir.
-¿Tuvo un ídolo a quien quiso emular?
-Es difícil, porque uno ha tomado algo de todos. Naturalmente, Aaron Nimzovich, quien vivió sus últimos dos años en Dinamarca. A través de sus libros, existe una gran influencia de él sobre mi juego.
-¿Fue una frustración no haber logrado el título mundial, más allá de que en algún momento usted fue considerado el mejor jugador del mundo?
-(Sonríe). Un poco, sí.
-¿Cuáles son las partidas que recuerda con mas cariño?
-Hay muchas. Por ejemplo, la partida que gané con negras contra Petrosian, entonces campeón del mundo, en 1966, en Santa Mónica, donde jugué una India del Rey (ver aparte).
-La vida del ajedrecista profesional no es fácil. ¿Tiene dificultades económicas?
-Muy cómodo no vivo. Tengo la obligación de lograr buenos resultados en los torneos para conseguir dinero. El ajedrez está relegado en la sociedad argentina, mientras que en otros países está mejor, con el apoyo de empresas y del Estado.
-¿Qué opinión tiene de Capablanca y Morphy?
-Capablanca era un talento muy grande pero hizo poco, todo era demasiado fácil para él. En tanto, Morphy fue en su momento el jugador más fuerte, pero jugó muy poco. En su carrera disputó alrededor de treinta y cinco partidas con grandes maestros, y se retiró a los 21 años.
-¿Kasparov es -como muchos creen- el mejor jugador de la historia?
-Puede ser. Como talento natural probablemente es el que más me impresionó, por encima de jugadores del genio de Tal y Fischer. Pero no entiendo cómo pudo fallar tanto en el último match contra Kramnik (el actual campeón del mundo de la PCA). Como también cuando se equivocó terriblemente con la computadora Deep Blue y perdió. No estaba concentrado.
-¿Qué piensa del ajedrez argentino?
-Yo vine a jugar aquí por primera vez al torneo de Mar del Plata, en 1958. Hay buenos jugadores. Al que recuerdo con mucho cariño es a Carlos Guimard.
-¿Cuáles son sus recomendaciones para los jugadores que recién se inician?
-Estudiar buenas partidas con buenos comentarios. Los libros de antes ayudan mucho. "Mis mejores partidas", de Paul Keres, es excelente. Pero hay muchos recomendables.
-Da la sensación de que usted está marginado en el ajedrez argentino.
-Estoy muy poco metido en la vida ajedrecística del país. Me siento un poco aislado. Siempre estuvo la idea de convocarme para algún torneo importante o de que yo entrenara el equipo olímpico, pero después no se hizo. A pesar de todo no me siento marginado.



Bent Larsen es alto y hierático, pero para nada frío.
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