Año CXXXIV
 Nº 49.099
Rosario,
jueves  26 de
abril de 2001
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Editorial
Una empresa que renace

No es habitual que esta columna se ocupe del caso específico de alguna empresa privada. Hoy es una de esas oportunidades. Lo es porque con la anunciada reapertura de la productora de helados La Montevideana, otra vez en manos de sus fundadores, la ciudad asiste a un hecho trascendente, de vasta proyección material y simbólica.
Resulta obvio que la importancia material tiene que ver con la reapertura de una fuente de trabajo. Una fuente que, en su momento y a partir de su creación hace más de medio siglo -sus comienzos fueron bien modestos, por cierto-, no hizo otra cosa más que crecer, sin pausas, firme y durante décadas, expandiéndose a todo el país y mejorando de manera constante su producción. Esto gracias a una inteligente, costosa y ejemplar incorporación de tecnología de avanzada.
Con planta en Villa Gobernador Gálvez, La Montevideana fue vendida a principios de los 90 a la corporación estadounidense Phillips Moris, que efectuó fuertes inversiones, relegando a la marca tradicional por la Kibon. Siete años después, los norteamericanos vendieron el negocio al grupo anglo-holandés Unilever, que en su pico de mayor actividad llegó a ocupar a más de 700 trabajadores. Como consecuencia de una sucesión de reestructuraciones, finalmente se cerró la planta local, concentrándose la fabricación en el establecimiento de San Pablo, Brasil. Por supuesto que los 300 operarios de ese entonces quedaron en la calle.
Hoy, con la decisión de la familia Bakst, fundadora del negocio, de retomar la actividad en el rubro, la perdida fuente laboral marcha camino de ser reactivada. La planta ya está nuevamente en manos de los propietarios originales, que trabajan en su reorganización. Se trata de una tarea para la cual necesitan el apoyo de los tres niveles del poder público. Apoyo que, vista la actual situación crítica de la economía del país, resultaría lamentable negar o, siquiera, retacear.
Todos estos datos tienen que ver nada más que con la proyección material de la iniciativa. Pero el asunto posee también su costado simbólico que, vistas las circunstancias actuales argentinas (prolongada recesión, alto desempleo, descreimiento en la clase dirigente cada vez más desprestigiada -y no sólo la política-, permanentes e increíbles escándalos de corrupción, etcétera), llega en el momento oportuno. Es que La Montevideana fue una gran empresa rosarina, fundada y desarrollada sin fisuras por laboriosos rosarinos. Los mismos que hoy se empeñan por hacerla renacer, un desafío enorme que con seguridad sabrán coronar con éxito. Sin dudas que tal es la convicción y el deseo de toda la ciudad y su vasta zona de influencia, y sin dudas también que, al margen de los avatares que inevitablemente sucederán, sobre ambas cuestiones no habrá desengaños.


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