Año CXXXIV
 Nº 49.099
Rosario,
jueves  26 de
abril de 2001
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Reflexiones
Cosecha

Stella Maris Brunetto

Durante mucho tiempo la palabra metales se aplicó a cualquier material que se extrajera de las entrañas de la tierra y, hasta mediados del siglo 16, las escasas investigaciones sobre metales, fósiles, sales y óxidos estaban teñidas de cierto sentido mágico y sus propiedades se analizaban por las posibilidades de convertirse en medicamentos y paliativos a distintas enfermedades. El resultado de los hallazgos era celosamente guardado por los escasos investigadores de la época en la que recién empezaban a circular con mayor frecuencia los textos impresos.
En 1556, la obra "De Re Metallica", de un tal Georg Bauer, nativo de Glauchau, en Sajonia, iba a transformar todo lo conocido hasta entonces acerca de la geología, la mineralogía, los metales y la explotación minera. Publicada un año después de la muerte de su autor, la obra fue el primer compendio de mineralogía en el cual se dejaba de lado el carácter mágico de los productos del subsuelo y se abordaba una clasificación de minerales tomando en cuenta sus caracteres físicos.
Bauer, curiosamente, se había graduado de médico en la Universidad de Leipzig, había completado estudios en Italia luego de ser catedrático de Filosofía cumpliendo el sueño de sus humildes padres tintoreros. Y como médico empezó a ejercer en Joachimsthal, un pueblo minero de flamante formación alrededor de un importante yacimiento metalífero. Allí se dedicó, primero, a estudiar las enfermedades derivadas de la práctica minera y, luego, todo lo referente a la explotación de metales, sobre todo de plata y de hierro.
Desde antiguo, este último metal había sido motor de la evolución técnica de los pueblos. Reemplazando a los débiles cobre y bronce, el hierro entró en la fabricación de innumerable cantidad de dispositivos.
Además de armas, ya los romanos habían fabricado en hierro los primeros arados que reemplazarían a las toscas herramientas de labranza que, desde la Revolución Neolítica, se empleaban para la roturación de la tierra para el cultivo...
El trigo y la cebada, primeros cereales conocidos, pasaron de ser variedades de espigas frágiles difíciles de cosechar a especies más fuertes y mejor dotadas para su aprovechamiento que llevó a alejar el fantasma del hambre en las poblaciones primitivas.
El excedente guardado para épocas de sequía aportó mayor tiempo libre que se aprovechó en el mejoramiento de las condiciones técnicas y sociales.
La obra de Bauer, que incluyó otros títulos como "De Natura Fosillium", no escondió secreto alguno sobre todo lo investigado en mineralogía y su escritura alternó con otras actividades del autor, entre ellas la de Burgomaestre de Chemnitz, donde terminó sus días. Tal vez por su honestidad y su don de gentes, fue reelecto en el cargo durante varios períodos a pesar de ser católico en una comunidad de mayoría protestante.
Y, quizás, su posterior dedicación al estudio del hierro, protagonista de los instrumentos de labranza, estaba implícita en el temprano cambio de nombre que Bauer hizo al egresar de la Universidad: Georgius Agrícola es la latinización de Georg Bauer.


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