Año CXXXIV
 Nº 49.099
Rosario,
jueves  26 de
abril de 2001
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El elegido de la semana
Por las bateas. "Live in New York City"
Bruce Springsteen regresó con un disco en vivo que justifica por qué es el Jefe

Carolina Taffoni

Hace 13 años Charly García dijo por televisión que Bruce Springsteen era "un petiso agrandado y arrogante". García estaba ofendido porque el Jefe no lo había recibido en su camarín cuando compartieron escenario en River, en el recital a beneficio de Amnesty. Es lógico, Bruce Springsteen, "el arrogante", no lo conocía. Charly no advirtió, como muchos, que ese es uno de los méritos del Jefe: no conoce más que cinco o seis ciudades y autopistas de los Estados Unidos y escribió cientos de canciones sólo y nada más que con eso.
Springsteen llegó tarde a la Argentina, con el éxito planetario del disco "Born In The USA" (1984), que encima fue malinterpretado como un panfleto de la era Reagan. Todos sus álbumes anteriores pasaron inadvertidos, si es que se editaron. Hoy mismo su discografía no se consigue ni siquiera en oferta. Así es la Argentina: traga hamburguesas americanas, mastica el "pop corn" americano, va en masa al cine a ver los bodrios americanos, y después se pierde a sus grandes músicos y poetas.
En el caso del Jefe es una pena. Springsteen es uno de los últimos profetas del rock y también uno de los "storytellers" (contadores de historias) más sensibles de los últimos 30 años. Tiene una voz inimitable y una superbanda en la cual todos se destacan, incluso él mismo.
Por eso este nuevo álbum doble, grabado en vivo el año pasado en el Madison Square Garden, es la gran oportunidad de acercarse de una vez a Bruce Springsteen. Para los que lo conocen, es una excusa para reencontrarse con un tipo que hace seis años que está ausente.
Al doble no le falta nada. Trae clásicos, dos temas nuevos, y también está la gloriosa E Street Band, la banda que no giraba con el Jefe desde hacía más de una década. Ya desde el primer tema, "My Love Will Not Let You Down", las guitarras, la batería, el piano y el saxo forman un frente de guerra.
La voz de Springsteen suena menos cruda y aguardentosa, pero no perdió su potencia y su expresividad. Basta chequear la demoledora versión de "Youngstown", de "The Ghost of Tom Joad" (1995), o los himnos de los 70 como "Badlands", "Out In The Street", "Born To Run" y "Jungleland", que todavía ponen la piel de gallina. Springsteen también puede volverse un trovador en la lacónica y conmovedora "The River", mientras canta "vengo de un valle donde cuando sos joven te enseñan a hacer lo mismo que hizo tu padre".
En realidad él puede hacer lo que quiera. Convierte a "10th Avenue Freeze Out" en una canción gospel, y después, como un predicador, arenga a la gente del Madison al grito de "vamos a hacer un bautismo de rock and roll". También hace que la furiosa "Born In The USA" suene como un viejo y ralentado blues.
Los temas nuevos no tienen nada que envidiarles a los clásicos. "Land of Hopes and Dreams" es otra gran balada sobre las oportunidades y la libertad, y el polémico "American Skin (41 shots)", sobre el inmigrante africano Amadou Diallo, que fue acribillado por la policía en las calles de Nueva York en 1999, es un temazo con un climax dramático in crescendo.
Escuchar a Springsteen, otra vez, es vivir en un paisaje sin haberlo conocido. Sus historias de vagabundos, de héroes quebrados y de ciudades que asfixian también están acá a la vuelta. Claro que son pocos los que se animan a verlas, tan pocos como los que se animan a escuchar a Springsteen.



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