Año CXXXIV
 Nº 49.095
Rosario,
domingo  22 de
abril de 2001
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La segunda mujer de Norman Mailer relata su vida junto al escritor
Crónicas de una relación peligrosa
En "La última fiesta", editado por Circe, Adele Mailer cuenta su versión de por qué su esposo intentó matarla

Fernando Toloza

Cuando Norman Mailer escribió que Jack Kerouac era tan sentimental como un chupete, había algo más que un ajuste de cuentas literario con un escritor desprolijo que podía hacerle sombra al celebrado narrador de "Los desnudos y los muertos".
La verdad sobre ese dicho de Mailer, sobre sus miserias y el apuñalamiento contra su segunda esposa es contada por Adele Mailer en "La última fiesta". Adele es la mujer a la que Mailer hundió un cuchillo en la espalda al final de una reunión donde el alcohol, las drogas, la mitomanía y el sexo formaron un cóctel furioso.
Mailer apuñaló a su segunda mujer tras diez años de matrimonio, hace casi cuatro décadas, a comienzos de los años sesenta. Recién a fines de los noventa la mujer decidió contar su versión de los hechos. La razón que da para hacerlo no se sostiene. "Me harté de leer versiones sobre el apuñalamiento (del que fui objeto) escritas por gente que no sabía nada al respecto y, como esa historia me pertenece, decidí contarla tal como sucedió", dice Adele en la primera página del libro. Es imposible no pensar que Adele es una mujer con una gran paciencia, ya que se la ve como una persona que se pasó más de treinta años leyendo lo que se decía sobre ella y considerando que todo eso era un cúmulo de desinformación y de opiniones tendenciosas que se preocupaban más por si Mailer perdía su talento que por la salud de su cónyuge agredida. Es, realmente, algo increíble.
La justificación que da Adele se le vuelve en contra y hace pensar que su obra es un libro oportunista, hecho para ganar dinero a costa del ex marido famoso. Pero la situación es más complicada. Adele quiere contar su verdad y logra hacerlo, aunque muchas veces es terriblemente superficial y chapucera. Otras, sin embargo, consigue recrear la atmósfera densa de su vida con Mailer y los pasos previos al intento de homicidio.
Adele no tiene pelos en la lengua. Es capaz de contar sin ruborizarse cómo fue desflorada por su primer novio, cómo era el pene de Mailer en su juventud, cómo participó de un menage à trois para vengarse de una infidelidad del escritor y también varias incursiones en el mundo de los swinger (intercambios sexuales entre parejas).
A la hora de entender qué pasaba por la mente de Mailer, Adele no puede explicarlo. Complejos creados por una madre complaciente, temores al ridículo, celos y la adicción al alcohol y a la marihuana son los componentes del drama, que jamás terminan de ensamblarse. La vida de Mailer y Adele queda plasmada en el libro como un rompecabezas. Es la crónica de una destrucción, la destrucción del amor y el inexplicable cambio de rumbo de las pasiones, rematados por un hecho brutal que no debe olvidarse. En realidad, Adele escribió el libro para que no se olvide su dolor. Tal como ella asegura, no se trata de una venganza. Incluso le leyó el manuscrito al propio Mailer, quien sólo le dijo: "Todo está bien, aunque jamás le dije joder a la criada".

Jack Kerouac, Arthur Miller y Cía.
Antes de conocer a Mailer Adele sostuvo una fugaz relación con Jack Kerouac. Cuando se conocieron, Kerouac acababa de terminar su primera novela, "La ciudad y el campo". Se la dio a leer a Adele, quien le dijo que era una obra interesante pero no lograda. El comentario bastó para que el escritor la enviase al diablo. Tiempo después se reencontraron y mantuvieron un contacto sexual, arruinado por el alcoholismo de Kerouac.
Mailer conocía esta relación y su impresión de que Kerouac era sentimental como un chupete, además de remilgado como una puta fina, seguramente se vio influenciada por los celos retrospectivos. Aunque la única vez que se encontraron los tres (Kerouac, Adele y Mailer), el autor de "En el camino" se pasó la noche metido debajo de una mesa en completo estado de ebriedad, por más que Adele le rogó incesantemente que compartiera la charla con Norman.
La vida de Mailer en la época que compartió con Adele estuvo llena de contactos con mucha gente. El encuentro con los escritores era buscado por Mailer y en general las relaciones que comenzaban como un mutuo enamoramiento terminaban destruidas por los celos. Por el seno del matrimonio Mailer desfilaron James Jones, (el autor de "Aquí a la eternidad"); James Baldwin, William Styron, Lillian Hellman, Alberto Moravia y Arthur Miller, entre otros.
Con todos, a excepción de Miller, Mailer entró en la confraternidad del alcohol. Las noches de borrachera y grandilocuencia no siempre terminaban bien. En una de las fiestas de Mailer, James Jones intentó suicidarse metiendo la cabeza en el horno. En otra, Alberto Moravia no paró de pellizcarle el trasero a Adele y de hacerle proposiciones. En casa de los Styron en cambio, Adele era, según sus palabras, mirada con desprecio, como carente de prestigio intelectual y creativo, pese a que ella se esforzaba en el arte de la pintura.
Miller fue un hueso duro de roer para Mailer, quien no podía creer que el autor de "La muerte de un viajante" hubiese conquistado a Marilyn Monroe. De acuerdo con Adele, Mailer pensaba que él era la pareja perfecta para Marilyn, pero la rubia lo había desdeñado, a pesar de lo cual Norman no dejaba de insistir para que Miller lo invitase a su casa para seducir a la Monroe.
La relación con Lilian Hellman era distinta. Había por parte de Norman un respeto envarado. Para recrear el ambiente de falta de confianza entre la amante de Dashiell Hammet y Mailer, Adele cuenta una anécdota de dudoso buen gusto. En una cena un persistente olor, proveniente de algún cuerpo al que la comida le había sentado mal, se apoderó de la mesa en dos ocasiones sin que nadie se atreviera a mencionar el hecho.
Aunque superficial, el relato de los encuentros literarios de Mailer traza un mapa de sus simpatías y diferencias y es una mirada doméstica sobre la generación de escritores de los años cincuenta.

El drama íntimo
A la par de la vida de Mailer, "La última fiesta" narra el drama secreto de Adele: vivir a la sombra de un hombre famoso e ir perdiendo, poco a poco, toda su energía creativa "en una mera lucha por sobrevivir". Ser un adorno en las reuniones. Recibir una mirada interesada por su aspecto latino (Adele es de ascendencia peruana). No tener con quien hablar. Toda esa soledad la condujo, asegura Adele, al alcoholismo y las drogas.
En medio de ese drama, los Mailer tuvieron dos hijas. Adele se preocupa por aclarar que Norman siempre fue un buen padre y confiesa que cuando se casó una de sus hijas aceptó ir con Mailer del brazo a la iglesia.
Este dato, el libro mismo y la lectura que le hizo a Mailer confirman que para Adele el drama de su vida fue conocer al escritor. Nunca podría sacárselo de encima, a pesar de saber que cuando él la apuñaló lo tenía en su mano y le bastaba declarar que su esposo ya la había golpeado un par de veces para mandarlo a prisión durante al menos quince años y no a una clínica para enajenados durante quince días, como ocurrió.
La dureza de "La última fiesta" radica en ese hecho. Es el relato de un ataque demente y la confesión de una derrota, que tiene un grado de parentesco con "Mi verdad", el libro de Joyce Maynard que relata su relación con J.D. Salinger. Los dos libros están escritos a la sombra de grandes escritores y demuestran qué peligroso, antes que formativo, es vivir en tal compañía. A tal punto que, a veces, más que una advertencia son las memorias de un hechizo que dura aún cuando la hechizada cree haber despertado y estar viviendo en su propia realidad. Oscar Wilde acertó en grande cuando dijo que toda influencia era amoral. Sólo le faltó agregar que también puede ser mortal.



En los 50, Mailer fue una tortura para su familia.
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