Año 49.074
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  01 de
abril de 2001
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La noche "top" rosarina, desde el vamos en los bares al incierto fin del circuito
Una "movida" con códigos, recorridos y exigencias
Música al palo, buenos autos, mejor pilcha, alcohol a granel y ansias de levante son típicos de algunos ambientes

"Tomamos algo acá y después vemos". La noche rosarina empieza así, después de las 23 y en algún bar. El recorrido está marcado; por eso, los que conocen el circuito de la movida nocturna lo cumplen al pie de la letra. Una vez que el alcohol entonó, llega el momento de ir al boliche. Y la idea no es desembarcar en el primer destino, sino captar la onda de los distintos lugares y entrar en el indicado. Los habitués de "la" disco no tienen problemas para entrar. Pero hay casos en los que el documento de identidad es la excusa para dejar afuera a quienes no pertenecen al "ambiente" (ver aparte). Pichincha y Alberdi son las más concurridas. Para la mayoría, la conga termina pasadas las 6, aunque algunos se escapan a bares que permiten a los más trasnochados continuar unas horas más.
"La noche es una descarga", se escuchó decir a uno de sus amantes mientras intentaba entrar a Soho (Salta y Alvear), bar donde se concentra la movida. La música al palo, el alcohol y el levante son la razón por la que hombres y mujeres de entre 25 y 50 años no dudan en pasar, aunque sea por la puerta. El bar atrae a un sector social acomodado, al menos en apariencia. Más allá de algún distraído, ninguno llega a este bar si no se acordó de ponerse el perfume más caro o la ropa de última moda.
Casimiro (Suipacha y San Luis) y Pacific bar (Rivadavia al 2600) son otras de las opciones que tiene en cuenta este sector antes bolichear, aunque aquellos que eligen estos bares buscan un ambiente más tranquilo. En Soho, nada de parejas; en Casimiro y en Pacific está más permitido.
La Misión del Marinero (Sarmiento y el río) es lo más para los jóvenes que no sobrepasan los 28 años. "La onda es venir a tomar un par de porrones y ponerse a tono para ir al boliche", contó Laura, de 22 años. Los que llegan a Lennon (Balcarce al 700) y a Borneo (Carrasco al 2400) tienen el mismo propósito: tomar unas copas y escaparse a la confitería.
Cuando los bares empiezan a quedar vacíos, el cuerpo está preparado para la conga y el alcohol se subió a la cabeza, llega el momento para huir al boliche. Las puertas de las confiterías bailables son el segundo paso a seguir. Algunos llegan con la idea de entrar, mientras que otros lo deciden sobre el pucho. Una manera para darse cuenta si el lugar está a full es la cantidad de autos estacionados en las cercanías del lugar. "A veces pasamos con el auto, no vemos a nadie y encaramos para otro lado", relató Damián, de 20 años.
La mayoría de los que hacen su parada en Soho desembarcan en Blue Velvet (Colombres al 1600). "Antes, el ambiente estaba más segmentado, ahora te encontrás con gente de distintas edades en un mismo boliche", explicó Natalia, de 30 años. Sin embargo, cada boliche está marcado por un determinado ambiente: "En Blue siempre encontrás la misma gente", expresó Javier, de 26 años, que a veces entra a otros lugares "para ver caras distintas".
El Faro (Rondeau y Circunvalación) y Chambala (avenida Granel y el río) son otros de los boliches elegidos por los más jóvenes. La histeria y los encuentros casuales son la atracción de estas confiterías. "En los bares no perdés tiempo porque sabés que te vas a ir, pero el boliche da para todo", confesó Martín, de 23 años. Y si de tener un approach se trata, hay lugares ya marcados. "Si no enganchaste nada, te vas a Light (España al 800) y alguien encontrás seguro", reveló Juan Manuel, de 24.
Sin tanta histeria, la mayoría de los que van a Satchmo (Rivadavia al 2500) y Madame (Brown al 3100) sabe lo que quiere. Para esto ayudan los quince minutos de música lenta que pasan en Satchmo, cuando la noche está al terminar. "En realidad hay de todo, histéricos también, pero como hay gente más grande no se dan tantas vueltas", admitió Sergio, de 40 años.
La mañana encuentra a los dancers sobre el final. Sin embargo, algunos siguen de conga en bares que cierran cerca de las 7, como El beso (Callao y Güemes) y el Bar del Mar (Balcarce y Tucumán). La movida está en barrio Pichincha y en Alberdi, aunque con el frío, el centro empieza a tomar protagonismo. Nadie se queda quieto en un lugar, la idea es recorrer y recién desembarcar donde haya más onda.



La movida pone en la calle lo mejor que cada uno tiene para mostrar.
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