Año CXXXIV
 Nº 49.029
Rosario,
jueves  15 de
febrero de 2001
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Con orden judicial buscaban a un prófugo en una casa equivocada
Denuncian cruento operativo policial en una vivienda de cinco mujeres
Acusaron a los agentes de entrar encapuchados, romper electrodomésticos y requisar con violencia

Una familia compuesta por cinco mujeres, entre ellas tres adolescentes, vivieron una madrugada de pesadilla cuando un grupo de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) ingresaron a su domicilio en busca de un detenido evadido de la cárcel de Casilda, razón de la que enteraron después de que los efectivos se retiraron de la casa.
Los agentes ingresaron encapuchados, armados y con trajes de camuflaje, sin identificarse ni mostrar orden de allanamiento alguna. Para entrar al domicilio, la ochava de Humberto Primo y Felipe Moré, que se encontraba completamente rodeado, golpearon incesantemente las puertas. Tanto que la presión que ejercían desde afuera imposibilitó que una de las propietarias, Marcela Robledo, de 38 años, pudiera abrir la puerta desde adentro, motivo por el cual les entregó el manojo de llaves a los agentes para que ellos mismos abrieran.
Eran las 6 de la mañana del viernes 2 de febrero y la familia se había acostado después de las 3 a causa del calor. Marcela, su madre de 56 años y sus hijas de 11, 13 y 14 años se encontraban durmiendo en el living, donde estaba prendido un ruidoso aparato de aire acondicionado, que impidió que escucharan los ruidos externos. Estaban en el suelo y en ropa interior cuando las sorprendieron los gritos de un familiar, que vive en la casa de al lado, quien se acercó al escuchar los ruidos del sorprendente despliegue policial.
"Cuando abrí el postigo de la puerta vi la cara de mi primo con un arma larga detrás de su cabeza que me apuntaba y los ojos azules de un encapuchado", recuerda Marcela.
Al entrar, según el relato, los efectivos pasaron por encima de las chicas, que continuaban en el suelo. Inmovilizaron a Marcela contra la pared, no permitieron que levantara a sus hijas del suelo. Tampoco que las mujeres se cambiaran de ropa, "ni siquiera que nos tapáramos con algo", señalaron con pudor.
Los agentes apuntaron a las personas que estaban en la casa, incluso a las menores, mientras que otros efectivos arrasaban con las habitaciones. "Se escuchaban patadas y golpes en todas partes, incluso arriba, donde hay un par de habitaciones en las que juegan las chicas y hay juguetes y cosas viejas", recordó Marcela.
La mujer entregó a los agentes todas las llaves de su casa, donde funciona una despensa, para que pudieran acceder a las habitaciones sin efectuar destrozos.
Como resultado de la búsqueda, dijeron, los policías tiraron al suelo y rompieron un televisor y arrancaron la puerta de uno de los placares, que no tenía la llave puesta.
Luego de unos 10 minutos que para Marcela "fueron toda una vida", los agentes encapuchados se retiraron del domicilio e ingresaron a la casa "un hombre flaco y alto vestido de civil y otro con traje de camuflaje", al que el primero identificó como jefe del operativo.

Falta de respeto
El hombre de civil llenó por triplicado una orden de allanamiento, que describía el frente de la casa, con los datos de la familia e hizo firmar las copias a las mujeres. Después, sometió a Marcela y a su madre, por separado, a un extenso interrogatorio sobre un hombre que ellas en todo momento aseguraron que no conocían de ningún modo. "Les tuve que decir que me estaban faltando el respeto", apuntó tímidamente Marcela. "Hace 38 años que vivimos en el barrio y todos nuestros parientes viven en los alrededores. Si hubieran preguntado a cualquiera quienes somos se lo podrían haber dicho. A esta casa sólo entran los parientes y no tenemos una doble vida, como insinuaban con las preguntas. Si hubieran hecho alguna investigación lo habrían sabido", indicó la mujer.

40 años en el barrio
Los padres y tíos de Marcela se radicaron en el barrio Ludueña norte "cuando todavía no había ninguna construcción", señaló Marcela. "Mi papá ayudó a todos los que llegaron al barrio. Hace 40 años que vivimos aquí, primero a la vuelta y hace más de 20 en esta misma casa. Al lado viven mis primos, en la otra casa una hermana de mi mamá, todos son parientes", indicó.
El operativo policial sorprendió al barrio. Según los vecinos, un centenar de efectivos se encontraban presentes, armados, con camionetas de la fuerza y autos de civil. Otros policías, con escudos y cascos, se encontraban a unos 80 metros, en otro móvil que cortaba la calle. Y otros vehículos y agentes estaban en el predio de un club lindero a la casa por detrás, sumados a los que invadieron el domicilio.
El tono de los policías hacia las mujeres fue en todo momento intimidatorio y acusador. Como respuesta a por qué habían ingresado a su casa, Marcela señaló que el policía de civil le dijo: "Si querés que termine todo esto hablá con las TOE", y le dejó dos números de teléfono anotados en un pedazo de papel.
Marcela remarcó que al retirarse, los policías ni siquiera la saludaron a ella ni a su madre, aunque sí le dieron la mano al mismo pariente que se había acercado a la puerta. "Se aprovecharon porque somos mujeres y no sabemos cómo son estas cosas. No sé por qué había tantos policías, ni tanta violencia, pero estas cosas no pueden pasar", dijo.
La familia quedó aterrorizada. La hija menor, de 11 años, no quiso volver a dormir a su casa. "Ahora tengo una clave de luces para que mis parientes, que viven al lado, sepan si estoy bien o si pasa algo en la casa. Si escucho un ruido cualquiera salgo a buscar a las chicas para dejarlas adentro. Tengo toda una vida de trabajo y esta gente la destruyó en 10 minutos", dijo Marcela. "No sé como enfrentar a mis hijas, que me ven quebrada. Ni tengo respuesta porque les enseñé toda la vida a respetar valores, a la policía, y nos tocó vivir esta situación", lamentó.
Después del operativo la mujer llamó a los teléfonos que el policía de civil le había dejado para saber "cómo estaba la causa". También llamó al juzgado de Casilda y a un tribunal de Rosario. "En todas partes me dijeron que no sabían nada del allanamiento. Alguien autorizó el operativo y debe darnos una respuesta", señaló. "En ningún lado aparece que se equivocaron con nosotros, que somos gente de trabajo. Ni siquiera nos pidieron disculpas", indicó.
El principal temor de la familia es que la misma situación se repita. "No tenemos ninguna seguridad. Pueden volver, conseguir una orden de allanamiento igual que esa vez. Tenemos miedo de que vuelvan y que sea peor", señalaron.



Marcela Robledo y el televisor roto en el allanamiento.
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