Año CXXXIV
 Nº 49.018
Rosario,
domingo  04 de
febrero de 2001
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Increíble aumento de la delincuencia juvenil en el Japón
Pandillas violentas en moto atacan en las rutas japonesas
La policía persigue a las llamadas "bosozoku" por crímenes que superan de lejos los excesos juveniles

Ginny Parker

El japonés Ryo Kawamura condujo una moto por primera vez a los 13 años, sin tener licencia. Poco después empezó a robar motos, reciclarlas y salir a correr en ellas con sus amigos. "Andar en moto haciendo mucho ruido es divertido -dice Kawamura, que ahora tiene 25 años-. Es una liberación".
Aunque en Japón siempre se las detestó por sus carreras ensordecedoras en horas de la noche, las pandillas de adolescentes en motos eran consideradas apenas una molestia, e incluso se las aceptaba como un medio inofensivo para que los jóvenes rebeldes descargaran sus energías.
Pero eso ha quedado en el pasado. La policía empieza a perseguir a las llamadas "bosozoku" o "tribus de corredores temerarios", por crímenes violentos que superan de lejos los excesos juveniles.
La situación refleja una tendencia alarmante a la violencia en la juventud japonesa. Ultimamente aumentan los ataques con cuchillo, los secuestros y asesinatos perpetrados por adolescentes. Una situación que podría sorprender si se tiene en cuenta la tradición cultural del país y el hecho de que sea una de las potencias económicas más importantes del mundo.

Niños mimados del Primer Mundo
Los factores que provocan estos cambios de conducta en los jóvenes son objeto de debates encendidos. Algunos culpan a la sociedad japonesa, con su énfasis en lo grupal, por estar desfasada con una era individualista. Otros dicen que la riqueza y la permisividad han creado una generación de niños mimados que carecen de dominio propio.
"Suceden cosas que no ocurrían en el pasado -indicó Yoko Uehara, de 59 años, empleada de una tienda de golosinas, que vive aterrorizada por lo que le pueda pasar a su familia-. Temo por mis nietos".
Algunas bromas de las bosozoku se han convertido en sucesos televisivos anuales, como su persecución por la policía en torno del monte Fuji cada año nuevo. Pero la policía nacional dice que, fuera de las cámaras, los pandilleros se dedican cada vez más a la violación, el robo, la droga y las peleas a muerte.
"Algunos motociclistas llevan palos, bates de béisbol y caños metálicos, golpean a los patrulleros y la policía", dijo Shoichi Koguchi, de la policía de Fukuoka, una prefectura cuyas autoridades han intensificado los esfuerzos para erradicar las pandillas. "Se vuelven más criminales", aseguró.
En realidad, hay cada vez menos pandilleros: 28.000 en 1999 comparado con 36.000 en 1995, según la policía nacional. Pero las pandillas más pequeñas se agrupan en organizaciones mayores que se disputan el poder y los territorios. Además, fortalecen sus vínculos con la "yakuza", el hampa japonesa, según sostiene la policía. Los delincuentes protegen a los pandilleros, que se convierten en una suerte de reserva e ingresan en la yakuza a medida que crecen.

No pueden controlarse
Kawamura, que se ha retirado de su grupo, dice que las pandillas de ahora no son como las de antaño. "Ultimamente, algunos motociclistas matan sin reparo -asegura-. No pueden controlarse". El, que pasó su juventud corriendo por oscuras autopistas al son del himno nacional japonés y la "marcha nupcial". Dejó a su pandilla por la yakuza.
Casi todas las motos que ha poseído eran robadas. Dice que luego abandonó la yakuza y consiguió trabajo en la construcción, pero no se ha despojado del todo de la cultura pandillera.
Un asiento de moto decora un estante en su pequeño departamento. Mantos bordados con frases budistas, una decoración común en los uniformes de las pandillas, cuelgan de varias perchas.
Atrapar a los pandilleros es un problema permanente.
"Es difícil atraparlos -señaló Koguchi, el agente de policía de Fukuoka-. No tienen patentes en sus motos y suelen estar enmascarados. Por eso, aunque los fotografiamos, no podemos demostrar quiénes son".



Kawamura dice que hay quienes matan sin reparo.
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