Año 49.007
 Nº CXXXIV
Rosario,
miércoles  24 de
enero de 2001
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El elegido de la semana
Los Fabulosos Cadillacs explican sus 15 años de carrera con dos discos en vivo

Carolina Taffoni

Hubo un tiempo en que la intelligentzia rockera argentina miraba de reojo (y con inevitable desprecio) a un grupo de tipos que saltaban en bermudas sobre el escenario, y según ellos tocaban algo tan "poco auténtico y simplote" como el ska, y encima "desafinaban". Quince años después se puede decir que las cosas cambiaron, o mejor dicho, que los Fabulosos Cadillacs hicieron que cambiaran.
Ahora es posible darse cuenta de que los Cadillacs fueron los precursores de todas las fusiones que vendrían después, y que en parte quebraron el prejuicio de la intelligentzia setentista sobre cualquier ritmo que osara ser bailable. Los más superficiales recién reaccionaron cuando Vicentico y compañía se codearon con los Talking Heads y Debbie Harry, o cuando ganaron un Grammy. (No todo cambió. El Indio Solari, por ejemplo, se sigue refiriendo al grupo con apodos como "Los Fabulosos Pedorretas").
Desde hace un par de años, la mayoría de los críticos se colgó del argumento de que los Cadillacs evolucionaron y crecieron, cuando en realidad, dado el panorama, "resistir y demostrar" sería una definición más justa. Para comprobarlo, nada mejor que escuchar los dos discos en vivo que la banda acaba de editar en simultáneo, ya desvinculada en forma "amigable" de su sello BMG.
"Hola" y "Chau" fueron grabados en septiembre del año pasado en el estadio de Obras para festejar los 15 años de carrera del grupo, y son los discos de la buena memoria para entender cómo la banda sobrevivió a los prejuicios y a la burla en esa trayectoria. También son ideales para comprender por qué los Cadillacs se bailan en los casamientos y tienen páginas centrales en las revistas especializadas.
Apenas suenan "Demasiada presión" o "Carmela" es imposible no mover la patita, como tampoco no pensar y cuestionarse. ¿De dónde salió toda esa mezcolanza de ska, reggae, dub, pasodoble, samba, salsa, calipso, cumbia, son, rock, jazz, mambo y candombe? De los Cadillacs, sin dudas.
Pero acá los estilos son excusas, lo principal son las canciones, algunas indestructibles. ¿Quién tiene reggaes como "Siguiendo la luna" o "Basta de llamarme así"? ¿Quién tiene esos himnos adolescentes, incapaces de marchitarse, como "El satánico Dr. Cadillac" o "Yo no me sentaría en tu mesa"? ¿Quién tiene esos temas posdictadura, posdesilusión de la explosión democrática como "Mal Bicho", "Matador" o "Manuel Santillán, El León"? ¿Quién tiene canciones de amor como "Vos sabés"? ¿Quién tiene una canción como "La Vida"?
Los Cadillacs suenan con la misma contundencia en sus temas iniciáticos ("Silencio Hospital", "Estoy harto de verte con otros"), como en los de su último disco, "La marcha del golazo solitario". Hay versiones demoledoras de "Piraña", "Roble" y "Salvador y los cordones flojos".
Estos discos, que reúnen 29 temas, también saldan la deuda del álbum en vivo anterior, del 95, que sólo traía 10. Entre los hits, además, se pueden encontrar perlitas como "El crucero del amor", "Padre nuestro" o Flavio haciendo solo con su bajo "La Pomeña" del Cuchi Leguizamón.
"Este es el mundo real, no escuches a esos imbéciles de los políticos y los senadores", grita Vicentico después de cantar la marcha fúnebre de "Los condenaditos". El mensaje no es muy distinto al del lejano y festivo "Yo no me sentaría en tu mesa". El discurso de los Cadillacs no ha cambiado. Y ese es otro mérito en la Argentina de los últimos 15 años.


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