Año CXXXIV
 Nº 48990
Rosario,
domingo  07 de
enero de 2001
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Competitividad: verdadero o falso

Roberto Fattal Jaef (*)

El perfil que está asumiendo la primera versión sobre el escenario probable para la economía mundial y para la economía argentina desde el 2001 hace oportuno reflexionar sobre una temática maltratada desde distintos ángulos. Tanto desde los gobiernos como desde el sector privado, se han asumido definiciones y mediciones que, sometidas al test para calificarlas optando por: verdadero/falso, pertenecen al dominio de lo falso, aunque se recitan como verdadero, con consecuencias cuyo efecto social se explora poco y nada.
Lo propio ocurre con otros temas. Un caso interesante es el de la confusión reinante ante la lógica aspiración social de un aumento del standard de vida. La mayoría adhiere al aumento del consumo presente como aportante decisivo para un más alto standard de vida. Por no comprender la naturaleza de los factores decisivos para que un aumento sostenible se logre, se pierde de vista que ello es cierto sólo en el muy corto plazo, para mover el stock acumulado, hacer caja y oxigenarse.
El año 2000 es una muestra. El ingreso per cápita bajó, es la primera vez en los 90 que baja dos años consecutivos, la absorción doméstica de la oferta global de bienes y servicios también es negativa al compás de la inversión, pero el consumo privado aumentó casi 1%, sirviendo al estado de ánimo de pocos. La cuestión central es revitalizar los patrones del crecimiento potencial, entre otras cosas, para no reincidir en el ciclo largo de estancamiento estructural del período 1974-1990.

Competitividad entre países
Considerando la relación económica entre países mediante el comercio internacional, la competitividad es performance relativa. Como de competir se trata, el saber popular capta que un país con habilidad exportadora y tentador para atraer inversiones, tiene chance lógica de gestar un aumento del standard de vida.
En el caso de las exportaciones, una vez más conviene advertir sobre la confusión entre lo absoluto y lo relativo. Estados Unidos exporta mucho, pero relativamente al producto bruto interno, menos que los tigres asiáticos y más cerca, menos que Chile. Ello explica la importancia de la dinámica de su economía doméstica, que al igual que en Argentina, tiene como destino la porción relevante de la oferta global.
Pero la percepción según el saber popular, requiere más precisión. Así, podemos preguntarnos: ¿es tan cierto que los países exitosos son los capaces de ganar mercados en el exterior y atraer capitales externos?
La comparación como método, nos ayuda una vez más. En 1960, Gran Bretaña era la segunda más grande economía del mundo capitalista, con el segundo mayor standard de vida. En ese año, Japón tenía un nivel de vida menor que la mitad del nivel de Gran Bretaña y menor que la cuarta parte respecto al standard de vida de Estados Unidos. Hacia 1985, su nivel de standard de vida superaba al de Gran Bretaña. ¿Qué pasó?
El cambio de posición relativa de Japón está explicado en más de un 90%, por el aumento de la productividad de su economía. Todos los demás factores también se comportaron como es deseable. Es decir, también aportaron positivamente: el aumento del empleo, la dinámica de la inversión como soporte de la absorción doméstica de la oferta global, los términos del intercambio y el capital disponible. Es la visualización de largo plazo en términos económicos, la que valoriza el aporte significativo de la productividad en un ciclo de veinticinco años de crecimiento ininterrumpido. Hoy, la configuración de causas que explican una realidad diferente, con desempleo y a distancia de la vitalidad que tuvo hasta 1997, también tiene a la productividad como protagonista. Un salto de la productividad, que contribuya a reponer el comportamiento del pasado, está a la espera de un shock de eficiencia.
Por ello, la competitividad no debe verse como una guerra comercial. Cuando se abren y ganan mercados está operando una fuerza que impulsa hacia delante, la productividad aumentada de la economía. Así también, el ingreso de capital bajo la forma de inversión directa, es un inductor del aumento de la inversión y por vía tecnológica, de la productividad.
Fuera del espacio del conocimiento económico, la opinión generalizada es que la clave de éxito-país, es la competitividad. La lectura que sugiere Paul Krugman es que la competitividad es una señal de la performance de la economía, cuya condición necesaria es el aumento de la productividad. En el nexo entre la economía y la política aplicada a los asuntos del estado no hay espacio para los milagros según la derecha ni la izquierda. Libre comercio o proteccionismo, no es la cuestión. La cuestión central es que detrás de la productividad, se alinean la inversión de capital físico y humano para generar externalidades positivas en las empresas y en la economía como sistema.

El caso argentino
¿Es la competitividad, una peligrosa obsesión? Algo de eso hay, al punto que Krugman ha escrito bajo ese título. Obsesiones al margen, que por otra parte tienen algún sentido en el análisis de precios-costos por producto y caso por caso, se puede decir que cuanto mayor es el peso relativo del comercio exterior en la economía, aumenta el valor de la competitividad como señal de performance de la economía. Ciertamente no es nuestro caso. La duplicación del grado de apertura de la economía nos acercaría a tal situación.
En consecuencia, la dirección para un análisis con vistas a ponderar políticas públicas debe centrarse en la vinculación óptima entre productividad y competitividad. Como el objetivo es el aumento del bienestar agregado, podemos decir: a) que tal aumento de bienestar se acompasa con la tasa de crecimiento de la productividad de la economía, más que con la productividad relativa a los competidores y b) que a mayor volumen de comercio exterior, hay que identificar el concepto y la medida de lo que se denomina: competitividad comparada.
Se trata de ver, principalmente entre empresas y por producto, cómo se generan y qué intensidad tienen las diferencias de competitividad, esto es, cómo se avanza o retrocede según cómo se comportan algunos indicadores, por ejemplo: costo laboral unitario, costo total y la productividad industrial o del sector que se considere. La cuestión de los impuestos es posterior a este análisis y puede haber o no, un sesgo atribuible a la carga impositiva.
En este caso y sólo en éste, tiene sentido incorporar al análisis el efecto de la diferencia en el tipo de cambio de equilibrio (no cualquier concepto de tipo de cambio), correspondiente a los países con los cuales comerciamos Hoy, la competitividad forma parte del menú de análisis de la realidad económica y política de casi todos. La competitividad, asociada cerradamente con la productividad de la economía, en lo que se puede llamar la concepción sistémica de esta cuestión, en cuanto no depende de cómo le va a algunos, sino al conjunto, muestra cuál es la realidad comparada con países elegidos al azar, incluida España, que por hoy estamos mirando desde más lejos.
Las diferencias de la Argentina con el resto, representan también la brecha respecto al ingreso per cápita que tenemos con los mismos, en cuanto éste es un indicador aceptado para representar la eficiencia con que se utilizan los recursos productivos disponibles.
En 1995 en los Estados Unidos se perdían alrededor de 300 mil puestos de trabajo por mes, en 1996, se perdían 100 mil por mes y desde entonces el dato más frecuente ha sido la creación de puestos, con lo que implica socialmente en cuanto a convertir tecnología en más trabajo.
La productividad medida según el valor agregado por trabajador urbano, aumentó en nuestro país, el 35,84% entre 1997 y 1990 revirtiendo el recorrido negativo de 34,22% entre 1990 y 1980. Desde entonces, está en retroceso. A partir del tercer trimestre de 1998, los datos son tal como se perciben, con dos exclusividades: a) La reversión que amagó en el cuarto trimestre de 1999, se agotó en un trimestre, lo que es récord y b) la crisis política nace desde el vamos, por incompatibilidad entre medios y fines y se prolonga en la crisis institucional. Pesos más, pesos menos, porque escoba nueva no siempre barre bien, perdimos uno por ciento del producto bruto interno más el arrastre al 2001.
En síntesis, es mejor razonar que obsesionarse. La productividad es la columna vertebral de la competitividad. ¿Verdadero o falso? Verdadero.
(*) Prof. titular UNR.



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