Año CXXXIV
 Nº 48990
Rosario,
domingo  07 de
enero de 2001
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Análisis político
Viento de cola para De la Rúa

Darío Del Arco

La baja de la tasa de interés en los Estados Unidos le vino al gobierno argentino como anillo al dedo.
En la Casa Rosada sienten que esa situación podría transformarse en viento de cola para las aspiraciones de Fernando De la Rúa de mostrar un repunte económico en la primera mitad de este crucial año electoral.
El ahorro de casi 200 millones de dólares, sumado a la baja drástica del riesgo país, entusiasma al oficialismo que, sin embargo, no puede abstraerse de sus problemas internos.
La intervención de la Justicia para frenar el decreto de desregulación de las obras sociales generó un verdadero tembladeral en las filas del gobierno que, ficticiamente, trató de mostrar indiferencia.
El golpe de la Justicia, en rigor, dolió tanto como la determinación de las prepagas de no anotarse en el nuevo sistema de prestación.
Eso ya lo sabíamos, dijo el ministro Lombardo en un intento político de restar importancia al desaire.
Sin embargo, la ausencia de apoyo de las prepagas a la desregulación irritó a más de uno.
Tranquilos, ya van a venir al pie, dicen que trató de tranquilizar el titular de Salud a sus pares, aunque sin conseguirlo íntegramente.
La preocupación por la desregulación no es menor, empero, a la que genera el polémico decreto de reforma previsional.
La firma que De la Rúa estampó sobre el papel, el último día hábil del 2000, ha levantado furia entre la casi totalidad de los legisladores frepasistas, que prometen dar batalla.
El último miércoles, antes de irse de descanso a Villa La Angostura, el ex vicepresidente Carlos Alvarez charló largo y tendido con el diputado Darío Alessandro.
Unas pocas horas después, por teléfono, le dio vía libre a la díscola María América González para que arme la resistencia al decreto en la Cámara de Diputados.
Ni lerda ni perezosa, la especialista en temas previsionales tendió eficazmente redes con el peronismo, comenzó a engordar la bronca contra el decreto presidencial entre sus pares y no se privó de embestir contra la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich.
La ex dirigente peronista pareciera haberse convertido en verdadero motivo de nervios para los frepasistas, que le endilgan a la ministra sobreactuar para congraciarse con el presidente.
Más allá de las internas, lo cierto es que febrero despuntará con nubarrones para el radicalismo en diputados.
Aunque todos se preocupan por resaltar que el desacuerdo previsional no pone en riesgo la unidad de la Alianza, es innegable que situaciones como estas -sumada a los desacuerdos Alvarez-De la Rúa- siguen socavando los cimientos de la coalición.
Tan es así, y tan preocupante es la necesidad de consolidar la Alianza -sobre todo por lo que desde el punto de vista legislativo significa para De la Rúa-, que en el gobierno ironizan sobre la figura de los frepasistas.
Hoy, los intocables del gabinete son los del Frepaso. Como en Expedición Robinson, son los que cuentan con la inmunidad. Meijide, Garré, Viqueira tienen el puesto asegurado, se lanzan.
Pretenden mostrar con ello la necesidad que el jefe del Estado tiene de preservar los equilibrios, de no irritar más a la fuerza aliada y de explorar cómo cerrar heridas para que el año electoral no los encuentre debilitados.
Además de algunas políticas concretas, en el Frente rumian bronca por el tratamiento que, finalmente, tuvo la propuesta alternativa que Chacho le acercó a De la Rúa.
En el gobierno se hizo trascender, oportunamente, que el presidente le había entregado a Fernández Meijide, Chrystian Colombo y Patricia Bullrich una copia de las iniciativas para que ellos la analizaran.
Ahora, más de uno niega haber siquiera conocido una fotocopia de las 42 carillas.
La propuesta de Chacho parece haber quedado rápidamente sepultada en la Casa Rosada, a tal punto que ya no se habla, y mucho menos inquieta, la propuesta de dividir Economía para crear un Ministerio de la Producción.
Aunque De la Rúa, entre sus idas y vueltas a Chapadmalal, se mostró tranquilo y confiado en el 2001 -llegamos sin temas pendientes y se consolidan las perspectivas de crecer, dicen que les dijo a los suyos- no fue una semana ciento por ciento favorable para el gobierno.
La decisión del ex ministro Domingo Cavallo de no involucrarse personalmente en la comisión que el gobierno creó para engendrar en 120 días una reforma tributaria dejó al Ejecutivo con sabor amargo.
Si bien Cavallo cuidó los modos y recurrió a las formas que utilizó cuando fue canciller para herir lo menos posible, lo cierto y de fondo es que le sacó el cuerpo al desafío.
Podrá haber cavallistas en la comisión, podrá -tal vez- sumarse Adolfo Sturzenegger. Pero, para el establishment, una cosa es Sturzenegger y otra es Cavallo.
El gobierno quería al ex ministro de cuerpo entero dentro de la comisión de notables para dar señales a nivel local e internacional, pero le falló.
Cavallo desconfiaba de la verdadera voluntad política de la Alianza de ir hasta el hueso con la reforma y prefirió no embarcarse en un año que -cree- lo necesita libre de ataduras para poder consolidar su perfil, de cara a las elecciones.
La gambeta de Cavallo podría analizarse como la primera derrota política seria del jefe de Gabinete.
La actuación preliminar perfecta del ex ministro, sumada a la aún poco desarrollada cintura política de Colombo, dejó mal parados al gobierno y al propio funcionario, que hasta ahora había colocado varios porotos en su haber.
En el peronismo, el verano parece haber aplacado los ánimos. Los diputados, es cierto, están como la mayoría de los frepasistas en pie de guerra por la reforma previsional. Pero esa batalla será en febrero.
En el plano partidario, se cocina a fuego lento una reunión de la conducción que ejerce Carlos Menem con gobernadores y legisladores.
El objetivo es trazar una estrategia para este año, determinar cómo se parará el PJ frente al gobierno y cuál será el mes elegido para comenzar la embestida electoral.
En el plano interno, la tregua ya está sellada. Con Carlos Ruckauf como uno de los impulsores, las internas para renovar la conducción no se darán antes del 2002.
Precisamente, la cumbre que se bosqueja para febrero -tal vez en Mendoza- tratará de llegar a mínimos acuerdos de no agresión entre los propios peronistas, según confiaron los verdaderos motores del cónclave.
La impasse no implicaría dejar de hablar de candidaturas. Tal vez por eso, Ruckauf se lanzó en las primeras horas del nuevo año a hablar con la mirada puesta en el 2003.
La jugarreta del bonaerense no encontró eco entre sus pares. José Manuel de la Sota, por ejemplo, se mostró más que cauto y dejó flotando un mensaje absolutamente opuesto al de Ruckauf: Tengo que gobernar Córdoba, que para eso me eligieron, enfatizó.
La revulsión en el Frepaso, los preparativos peronistas, la ambición electoral de Acción por la República y la encrucijada de los comicios para la Unión Cívica Radical -partido que le aporta a la Alianza un presidente- prometen meterle presión al verano.
Esa alternativa, sumada a las necesidades del gobierno de dar señales a la sociedad, podría comenzar a hacer virar las preocupaciones económicas hacia el terreno estrictamente político. En ese campo, seguramente De la Rúa tendrá la palabra.



De la Rúa no quiere irritar al Frepaso.
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