El Upsala Explorer es un barco que desde hace pocos días navega por las aguas azules del lago Argentino, en El Calafate, la ciudad santacruceña que es el portal de entrada al fascinante mundo de los glaciares milenarios.
Es una excursión pensada como un producto turístico de alta calidad, para viajeros nativos y foráneos especiales, porque es una experiencia que se vive en una de las comarcas más remotas de la Argentina, dijo Laura Gall, de la mayorista turística Lihué.
La expedición Upsala Explorer es un producto creado por Massimo Ianni -el italiano que dejó su impronta en el Inter Continental y el Hyatt- y que ahora, desde Creative Concept, abrió la puerta hacia los hielos continentales.
La nave fue especialmente construida para navegar en aguas de lagos ventosos y está operando normalmente desde el 30 de octubre, con una programación de final incierto, ya que sólo el clima decidirá si culmina en abril o en mayo.
Este paseo de 12 horas convoca a los viajeros exploradores que desean conocer desde muy cerca el glaciar Upsala -el más grande del Parque Nacional Los Glaciares- uno de los colosos de hielo cercano al polo Sur, injustamente relegado por la fama del Moreno, el único glaciar del mundo que se mueve y estalla cíclicamente.
La aventura comienza a las 8 de la mañana cuando el Upsala Explorer sale de Puerto Banderas y comienza a remontar el brazo norte del lago, entre icebergs a la deriva, hasta alcanzar el canal Cristina y llegar al puerto de la estancia homónima.
Esta estancia de la legendaria Patagonia es marca registrada de naturaleza virgen, que el inglés Percival Masters fundó en 1914, cuando dejó de extraer oro en Cabo Vírgenes, lugar al que había llegado en 1890 con Jessie, su mujer.
Allí los guías reciben a los turistas que comienzan una caminata por el casco de la estancia y escuchan la historia de los Masters, la familia que decidió convertirse en ganaderos. En esa búsqueda cruzaron el lago Argentino en el bote del perito Moreno y quedaron en el brazo largo, donde vivieron en carpas mientras levantaban la casa de madera.
Durante el almuerzo los viajeros se enteran que después de la casa construyeron la cabaña de los peones, el galpón de esquila y el barco Cristina I, con el que iban y venían trayendo materiales y alimentos. Y también que la joven Cristina murió a los 20 años y que fue su hermano Herbert quien cuidó los rebaños en ese sitio tan alejado, hasta su muerte en 1984, cuando su mujer comenzó a vivir en soledad.
Después del almuerzo los expedicionarios abordan un Unimog, vehículo que se adapta a las más díscolas geografías. La pericia de los conductores hacen muy confortable el viaje hacia el único mirador terrestre del Upsala, que se muestra majestuoso bajo la luz del sol.
Desde ese mirador Percival Masters tenía una perspectiva diferente del mundo, al amparo de los poderosos vientos australes, donde ejercía en soledad la nostalgia por su tierra lejana. Nunca imaginó que sería Janet, su nuera, quien abriría la estancia a una pujante actividad llamada turismo.
Cuando los peones se fueron, y los pumas y cuatreros diezmaron sus rebaños de ovejas, Janet escuchó el consejo de sus amigos, los escaladores que la visitaban camino a los hielos, y con Parques Nacionales armaron el primer programa. Después Parques heredó la estancia, la licitó y concretó el proyecto Upsala Explorer.
El Unimog deja atrás el mirador continental y regresa a la estancia, donde el barco está listo para navegar hasta Puerto Banderas. Pero como corresponde a los ancestros británicos de estas tierras distantes y heladas, un servicio de té a la inglesa está servido.
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La Ciudad
