Año CXXXIV
 Nº 48.979
Rosario,
martes  26 de
diciembre de 2000
Min 18º
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Editorial
¿Hasta cuándo la violencia?

La violencia siempre es mala compañera de ruta. Es que a veces puede saberse cómo comienza, pero jamás cómo termina. Y si ese final se da, siempre será a un costo mayor del previsto, aun para aquellos que creen que pueden llegar a manejarla o para los otros muchísimos más que, en tanto ajenos a ella, piensan ilusamente que criatura tan terrible los va a dejar tranquilos. Como dice León Gieco de la guerra, la violencia también es un monstruo grande que pisa fuerte y a todos acaba afectando. De todos los escenarios posibles en los que se manifiesta el monstruo de la violencia, que con los argentinos parece mantener un idilio blindado a cualquier desengaño, el estudiantil ha adquirido en los últimos tiempos una resonancia estridente. No es para menos. Sin contar otros antecedentes, a la muerte de una profesora de Olavarría a raíz de la puñalada que le propinó un alumno de 15 años al que había aplazado, acaba de sumarse un nuevo caso de características similares, aunque con consecuencias de menor gravedad. Ocurrió en la ciudad bonaerense de Wilde, donde un chico de 14 años acuchilló a una profesora ante la cual debía rendir examen. Felizmente, la docente se defendió y sufrió sólo heridas leves. Ambos atacantes pertenecen a familias de clase media.
Como si estas últimas manifestaciones de violencia en el ámbito estudiantil no fueran suficientes, Rosario también hizo su gran contribución a la enajenación colectiva. Fue en la Facultad de Derecho de la UNR, donde con premeditación un numeroso grupo de estudiantes también pertenecientes a la clase media, obviamente todos mayores de edad y, a diferencia de los atacantes bonaerenses, responsables absolutos de sus actos, decidió impedir con insultos y agresiones que se estableciera un examen previo para los ingresantes de primer año. Incluso, hubo un brutal ataque a puñetazos y en patota contra un profesor que no pudo alcanzar la seguridad del decanato luego de la invasión del consejo directivo.
El escándalo en Derecho es un bochorno, que ofende a la majestad de la ley con la prepotencia de quienes el día de mañana serán los responsables -se supone- de su cumplimiento. Pero la cosa no termina ahí. También se trata de un verdadero delito que no puede quedar sin el condigno castigo, porque varios de sus autores son perfectamente identificables. Si por temor o por una cuestión demagógica tales agresores quedaran sin sanciones, se daría una insólita paradoja. Es que los mismos que enseñan la ley y la manera de utilizarla como instrumento exclusivo y eficiente para dirimir en paz los conflictos humanos están contestes en que la fuerza bruta vale lo mismo, quizá más.
Si así se diera el caso, como finalmente parece que habrá de suceder, habría que comenzar a pensar si con aquellos que hoy pueblan las abarrotadas cárceles argentinas no se está cometiendo una injusticia.


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