Año CXXXIV
 Nº 48964
Rosario,
domingo  10 de
diciembre de 2000
Min 20°
Máx 35°
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Sobre el arte de fabricar objetos musicales
Julio Benavídez: "Busco los sonidos que no escuchamos"
Entre la luthería y la ingeniería del reciclaje, un músico rosarino muestra una curiosa serie de instrumentos

Rafael Quiroga

Desde la sala, en el subsuelo del Instituto Movilizador de Fondos Movilizador, llegan sonidos extraños. Sería difícil definir qué es aquello que los causa. Apenas se ingresa al lugar, ese pequeña pregunta encuentra su respuesta: se trata de una muestra de instrumentos musicales de elaboración artesanal, producidos por Julio Benavídez y Gustavo Hoffmann. Pero al mismo tiempo se plantea otro misterio: el de la propia fabricación de lo expuesto.
La muestra se exhibe hasta el 15 de diciembre en el espacio El Pasaje, del Complejo Cultural de la Cooperación (Urquiza 1539) y está integrada por veinticinco instrumentos y un video, Deconstrucción de Opposite IV, que es una narración del proceso de construcción de uno de los objetos, mientras una voz en off lee fragmentos de textos de Gilles Deleuze y Félix Guattari.
Gustavo Hoffmann expone tres violines, una guitarra española y otra eléctrica. Su trabajo parece enmarcarse en los cánones más tradicionales de la luthería. Ha realizado estudios de construcción de instrumentos musicales con Pablo Bascari y actualmente participa de la Escuela de Luthería de Tucumán.
El resto de los instrumentos -veinte en total- fueron elaborados por Benavídez, cuya formación siguió caminos más azarosos. El primer instrumento lo hice en 1994, mientras trabajaba en una carpintería -dice-. Era una guitarra de madera: más bien un trabajo de carpintería mal hecho que un trabajo de luthería. De todas maneras, fue todo un experimento.
A partir de entonces se inició un proceso de búsqueda. No conocía nada de luthería. Empecé un trabajo de investigación con varios maestros, con viejos libros. Después me orienté más hacia la experimentación con sonidos moleculares, es decir: nada que ver con la escala occidental conocida.
Al mismo tiempo, Benavídez se hizo conocido en el ambiente under del rock rosarino, como cantante y principal compositor de la banda Buenos Modales. Con ese grupo viajó en 1994 por Europa y actuó en los circuitos de casas ocupadas. Este aspecto es un capítulo central de su itinerario, e incluye la toma de casas en Rosario, Berlín y París.
La actividad de músico impulsó la construcción de instrumentos. Era una necesidad de tocar, de hacer música, muy repentina. No tenía instrumento y surgió la necesidad de fabricar uno. Para mí el mejor siempre es el último. En este caso, se trata de Stultifera Navis, la nave de la locura, en latín, según la interpretación del realizador: un objeto que tiene 25 trastes contra los 19 de una guitarra tradicional. Además los trastes están dispuestos a 45 grados, por lo que se produce una divergencia de sonido muy particular.
Otro de los instrumentos, Mellantropica, tiene cinco notas cromáticas y después microtonos: donde no debería haber un traste lo hay, donde no debería haber una división la hay, en transgresión de la estructura pitagórica.
Los nombres de los objetos musicales no son gratuitos. Casi siempre atañen a la forma o al sonido. «Furtiva» se llama así porque es muy sensible y muy rápida de digitar: en ella, la melodía huye. «Trompetina» está hecha con una corneta de bicicleta con un pico de trompeta doblado y tiene una sordina auto-retráctil, es decir un resorte que la tira hacia atrás y produce una vibración especial.
La fabricación de instrumentos se produce además como reciclaje. Tiene que ver con el propósito de producir sonidos nuevos. La utilización de bronce y madera se conoce en la guitarra. Pero no un instrumento totalmente de hierro como es el «Opposite IV», que es un contrabajo totalmente de metal. «Creciente» es una guitarra de hierro, con cuatro cuerdas.
Pero también son los materiales que se encuentran a mano: a veces aluminio, a veces hierro, a veces plástico, a veces madera. Palo de tormenta, por ejemplo, surgió como reciclado de chimenea de zinc (es una especie de palo de lluvia gigante); Babibaz es el reciclado de un contrabajo; los materiales de Perdido fueron hidrobronz, una tetera y una boquilla.
Varillaje de Lucchesse puede condensar la idea de construcción que impulsa a Benavídez. Se propone como el reciclaje de un poste eléctrico. Lo encontré cerca de mi casa -cuenta-, lo había tirado la tormenta a la calle. Cuando ví el poste se me ocurrió que estaría bueno colgarle una base de metal y ver qué pasaba. Corté la punta y me lo llevé. El instrumento produce una serie de sonidos metálicos y microtónicos.
En el centro de la sala puede apreciarse además Polívoco, otro instrumento fabricado con hierro. Los materiales son caños trabajados a golpes y con calor. Lo hice muy rápido: me puse un día a la mañana y a la noche lo había terminado.
Actualmente Benavídez es cantante del grupo Estúpidas Partes y tiene un dúo, Sine materia, con Carlos Lucchesse, con quien realizó un par de trabajos: «Inundación de toda la superficie», que es un conjunto de 33 fracciones de sonidos, más que temas, y «Efecto binario», actualmente en preparación.
Benavídez no se asume como luthier: Mi investigación tiene que ver con la molécula sonora, con la subdivisión de sonidos. Quiero buscar los sonidos que no escuchamos.
Al respecto, explica que un instrumento está dividido de cierta forma y entre una división y otra hay un segmento que esconde infinidad de sonidos que no escuchamos. Tampoco se reconoce como constructor, porque éste parte de estructuras, mientras yo estoy más en el aire. Benavídez se interrumpe, extrae un texto mecanografiado y lee una frase que resume su poética: se trata de elevar un muro sin empezar por la base.



Los fascinantes objetos de música del luthier.
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados